El ave del Ártico que se enamoró de Punta del Este
Se estima que hay unos 300,000 en el continente. De ellos, solo algunos cientos o pocos miles pasan la “invernada” en las costas uruguayas
Los primeros vientos fríos anuncian la cercanía del invierno en Punta del Este. Es hora de partir para 2TK, una pequeña ave que migra desde el Ártico hasta este balneario uruguayo año tras año, una proeza que maravilla a la ciencia y conmueve a los avistadores locales.
Identificado con una banda plástica que dice “2TK” en una pata y un anillo metálico con nueve dígitos en la otra, este vuelvepiedras (Arenaria interpres) ha estado meses comiendo restos de mejillones, junto a ostreros y otras aves, en un grupo de rocas a orillas del mar, a pocos pasos de elegantes casas y restaurantes.
Ahora luce “más gordito” y cambió sus tonos grises por marrones y naranjas, su plumaje “nupcial” con el que volverá a su natal Canadá a reproducirse, cuenta Álvaro Pérez Tort, de 48 años, fotógrafo de Birdwatching Punta del Este, que lo vio por última vez en abril.
Desde entonces, se propuso registrar al ave “todo lo posible”. Y la ha vuelto a ver todos los años, ocho veces en total, en las mismas rocas, que marcan el punto más austral de Uruguay.
“Lo interesante es que detrás de un ave anillada hay una historia, hay alguna ciudad o país o lugar lejano, un viaje y personas”, reflexiona.
“Nos emociona y sentimos que de algún modo logramos formar parte” de esa historia, así como “ayudar a divulgarla”.
“2TK se ganó mi corazón” desde el primer avistamiento en 2016, dice a la agencia AFP. Tras detectar que estaba marcado, hizo decenas de fotos con su potente zoom para descifrar el diminuto número del anillo.
La hazaña2TK es un vuelvepiedras macho de unos 14 años, según el Laboratorio de Anillamiento de Aves, un organismo con sede en Maryland que depende del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) y controla el anillado de un millón de aves anuales en Norteamérica, con objetivos de investigación y conservación.
Fue marcado en 2012 en la bahía estadounidense de Delaware, sobre la costa, una importante parada de muchas especies migratorias del llamado corredor atlántico.
Cuando el alimento escasea en el invierno de la tundra canadiense viene al sur, y cuando termina el verano austral regresa.
Cada vez que Pérez Tort vuelve a encontrarlo, lo comunica en www.reportband.gov, la base de datos con los reportes de las aves avistadas en todo el continente. Un ejemplo claro de “ciencia comunitaria”.
Para Antonio Celis-Murillo, jefe del Laboratorio de Anillamiento de Aves, informar es clave para “armar el rompecabezas” de los movimientos de cada ave.
“Nuestro trabajo es exitoso gracias al público general, a cualquier persona que encuentra un ave marcada y la reporta”, asegura a la agencia AFP.
“La información del reporte es tan simple pero tan valiosa, porque científicamente nos dice muchísimo. Especialmente estos reportes de Sudamérica, que no tenemos muy a menudo”, celebra el experto a propósito de 2TK.
Esos datos permiten trazar los patrones de comportamiento de cada especie: su trayecto de migración, dónde hace paradas, cuánto tiempo permanece en ellas, cuánto vive. Y así refinar las estrategias de conservación.
Según un estudio de 2019 publicado por la revista Science, desde 1970 han desaparecido 3000 millones de aves silvestres de Norteamérica.
Pérdida de hábitatLa pérdida de hábitat que afecta a toda la biodiversidad “muestra sus impactos claramente en las aves migratorias”, que se topan cada vez con más dificultades en sus extraordinarios desplazamientos, dice Adrián Azpiroz, biólogo y experto en aves, que impulsa iniciativas de ecoturismo.
Y aunque el vuelvepiedras no está amenazado como otras aves playeras, su población también ha descendido.Se estima que hay unos 300,000 en el continente. De ellos, solo algunos cientos o pocos miles pasan la “invernada” en las costas uruguayas, a 15,000 kilómetros de su zona de reproducción, refiere Azpiroz.
La “eficiencia energética” proporcional a su peso es 100,000 veces mayor que la de un avión de pasajeros, explica.
Los científicos sostienen, además, que las aves migratorias de largas distancias eligen sitios favoritos de invernada y muestran una alta fidelidad a ese lugar, visitándolo año tras año.
Uruguay posee lagunas costeras que tienen una conexión intermitente con el océano, y ese “régimen salobre” hace que las costas sean “muy productivas desde el punto de vista de los alimentos” para las aves playeras, explica.
Este sitio favorito para 2TK lo ha hecho recorrer en su vida cerca de 350,000 kilómetros, el equivalente a dar nueve vueltas a la Tierra, una hazaña increíble para sus poco más de 20 centímetros.
Los sofisticados mecanismos fisiológicos y neurológicos para navegar con semejante precisión y hallar una superficie muy acotada, tras miles de kilómetros recorridos en semanas de vuelo, siguen siendo objeto de estudios.
A los aficionados en Uruguay les gusta pensar que en el regreso fiel de 2TK hay también algo parecido al amor.
“Hay mucha gente de acá, de la zona y del resto del país que lo vienen registrando desde hace mucho tiempo, y todos compartimos la misma pasión y la misma alegría”, sonríe Pérez Tort.
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