Redes sociales: ¡Aprender a desconectarse para conectarse!
Aprende a identificar, prevenir y reaccionar ante el posible abuso de las redes sociales que realizan tus hijos
¡Atención! Deja de mirar tu teléfono el tiempo suficiente para leer esto... “Hay más teléfonos inteligentes que personas en el mundo”. Esta fue una de las tantas afirmaciones preocupantes que expresó Enrique Echeburúa, doctor en psicología y autor de 38 libros (entre ellos de abuso del internet y adicción a las redes sociales y nuevas tecnologías), durante su ponencia en el séptimo desayuno-conferencia “Uso y abuso de las redes sociales en los niños y adolescentes: el papel preventivo de la familia”, realizado en beneficio del PACAM.
Durante el desayuno, en un ambiente elegante de aprendizaje práctico, un sinnúmero de adultos permanecía atento a sus teléfonos durante una charla que trataba sobre cómo identificar, prevenir y reaccionar ante el posible abuso de las redes sociales que realizan sus hijos.
Sin embargo, resultaría injusto asumir que todo uso de las redes sociales es incorrecto. Echeburúa aclara que el internet, las redes y las consolas desempeñan también una labor positiva, ya que permiten el desarrollo de habilidades nuevas y facilitan labores antiguas, por lo que no se pueden demonizar en su totalidad. Por eso es importante distinguir entre el uso y el abuso, entre la afición y la adicción.
¿Uso o abuso?
La afición, o hobby, es una actividad que se realiza por disfrute e interés; es distinta a la adicción. Echeburúa asegura que, una vez la actividad interfiere con su vida y es incapaz de parar su uso, entonces existe una adicción. Y en el caso de las redes sociales, al tratarse de una adicción que no genera un rechazo social, es más difícil de detectar.
Para Echeburúa, los jóvenes con conductas adictivas en las redes sociales se conectan, ya no para estar bien, sino para no estar mal. El caso es similar al de una persona que toma alcohol en una actitud social y ocasional, versus a quien depende del alcohol. Cuando una persona necesita conectarse a la red desde que se levanta por la mañana, si se levanta por unos minutos a medianoche, si necesita saber quién está conectado y qué está pasando en la red, se trata de un problema de dependencia. Si el joven se encuentra sin batería o cobertura, o pierde su teléfono móvil, se encontrará en un estado de intranquilidad.
La motivación detrás de esta adicción se apoya en distintos elementos, desde la visibilidad social y la posibilidad de adquirir una identidad específica dentro de un grupo, hasta la perversión del lenguaje, que es quizá uno de los elementos más críticos, ya que incide sobre las verdaderas relaciones sociales. Tener visibilidad social siempre ha sido un elemento atractivo para el ser humano y es precisamente una de las principales ofertas de las redes sociales.
Enrique Echeburúa expone que llamar a los seguidores “amigos” y dar like a una foto de un familiar en un evento nos puede hacer sentir que estamos viviendo nuestras relaciones sociales de una forma nueva, que nos estamos comunicando. Sin embargo, dar like no es lo mismo que tener una conversación con un ser querido sobre su experiencia en el evento, y tener un “amigo” en Facebook definitivamente no significa tener un amigo real. Para el ponente, ese uso del lenguaje hace que “conectarse” simule “comunicarse”, a pesar de que los conceptos abarcan interacciones muy diferentes. De hecho, Echeburúa afirma que la conexión en la red carece de la riqueza de la comunicación habitual.
¿Cómo identificamos la adicción?
Existen distintas señales de alarma que permitirán que identifiques la adicción en su etapa inicial, ya que es un proceso progresivo. Lo ideal es prevenirla, pero si ya está en curso debe identificarse lo más temprano posible para establecer medidas que retornen a sus hijos a un uso adecuado. ¿Sus hijos se encuentran irritables o inquietos si no tienen acceso a la red? ¿Sufren de alteraciones del sueño? ¿El número de horas que dedican a las redes va en aumento? ¿Si no están en las redes sociales, se encuentran mal?
Si sus hijos se comportan como si las redes son una prolongación de su organismo y “no pueden perderse nada de lo que está pasando” en ellas, identifique las señales.
Tiempos de conexión anormalmente altos, con incapacidad de parar.
Utilización del móvil en lugares inadecuados o a destiempo.
Euforia incontrolada. Irritabilidad.
Obsesión por conectarse a la red; piensan en la red cuando no están conectados a ella.
Aislamiento familiar y social.
Reducción de las actividades de ocio y de las relaciones sociales.
Falta de rendimiento escolar y laboral.
Mentiras.
Trastornos del sueño.
Satisfacción y adicción
El control inicial que ejerce la adicción difiere de su control final. Al iniciarse en su uso, los jóvenes se ven motivados a continuar e incrementarlo debido a reforzadores positivos, pero terminan manteniéndose atados a las redes por medio de reforzadores negativos. De la mano de ese control están los efectos, los cuales son positivos a corto plazo y negativos a largo plazo. La dificultad del tratamiento de adicciones es que los efectos negativos se ven a largo plazo. De inmediato, lo que se observa es la satisfacción, pero la adicción va creando un nivel de malestar en la persona, cuyos efectos se notan con el paso del tiempo.
El problema es que “la mayor parte de las personas funcionamos por motivaciones a corto plazo. Es decir, que si algo me gusta ahora mismo lo hago, independientemente de que, dentro de algunos meses, me encuentre mal”, comparte Echeburúa. Por el uso cotidiano que requieren las redes sociales en las distintas esferas de la vida, esta adicción no tiene abstinencia, por lo que el especialista asegura que quitarles toda la tecnología a los hijos no tiene sentido. Lo correcto es garantizar un uso adecuado de las pantallas, que si se utilizan correctamente pueden ser positivas.
Círculos concéntricos y otras consecuencias impronunciables
Estos factores se han convertido en tan comunes que hemos perdido nuestro sentido de alerta ante estos comportamientos (¿quizá porque también los sufrimos nosotros?). Es cada vez más frecuente ver a personas realizando multitareas todo el tiempo: mientras trabajan, utilizan las redes sociales; y mientras hacen sus tareas, escuchan música a todo volumen. Esta fragmentación suele resultar en una pérdida de la concentración y decrecimiento del rendimiento necesario para realizar la tarea de la mejor manera posible.
Además de la concentración, hemos perdido uno de los elementos más delicados de nuestra humanidad: la intimidad. Echeburúa expone que hemos desarrollado una confusión entre los círculos concéntricos: el íntimo, privado y público. En las redes hemos mezclado los tres –lo que compartimos con nosotros mismos, con nuestros allegados y con el “público general” es lo mismo– al punto de que, en las redes sociales, compartimos nuestras intimidades. Todo se ha vuelto público.
Por consiguiente, como compartimos todo, nos abrimos a un vertedero de insultos o de intromisión en la vida ajena. Si le das el privilegio a otras personas de accesar a tu intimidad, simultáneamente les concedes el derecho de que comenten, critiquen o se burlen de lo que estás posteando. Ya no hay un límite sobre lo que compartimos, ni con quién lo compartimos. Esa línea la cruzamos hace tiempo.
Menos es más
El psicólogo reitera un punto varias veces: las personas deben tener gratificaciones diversificadas. “No se deben poner todos los huevos en la misma cesta. Las personas tenemos una búsqueda de gratificaciones diversificadas en distintas cosas: la familia, los amigos, el colegio, las actividades sociales, las actividades religiosas...”. La satisfacción de sus hijos no puede surgir de una sola raíz. Por ende, menos tiempo en las redes es más... pero no se trata de quitarles las pantallas en su totalidad.
¿Estamos los padres realmente presentes para nuestros hijos?
En este punto es importante resaltar que, antes de los dos años, los niños no deben utilizar las pantallas. Entre los dos y cinco años pueden tener hasta 30 minutos, solamente en temas infantiles. Lo ideal es retrasar su acercamiento a las pantallas el mayor tiempo posible, y saber que el tiempo no es el único factor a tomar en cuenta. Es vital conocer y supervisar el contenido que consumen los niños y adolescentes.
¿Educar o distraer?
¿Cuál es la solución? Educarlos, no distraerlos. Debemos considerar su educación a largo plazo y no utilizar tabletas con nuestros hijos pequeños como herramientas de distracción. ¿Por qué? Los niños aprenden rápidamente, y recurrirán a las mismas actitudes para obtener el mismo resultado: la tableta o el teléfono celular.
Es vital que los padres sepan qué están haciendo sus hijos en la red y cuáles contenidos consumen, sobre todo cuando son niños. No puede permitirle que esté en internet en cualquier sitio web. Criamos a los niños diciéndoles “no hables con personas que no conoces”, pero ¿no es la premisa de las redes sociales conectarse con personas alrededor del mundo?
Debemos estar al tanto de los posibles peligros de las redes para saber cómo prevenir situaciones lamentables, como por ejemplo que un individuo utilice una identidad falsa para conectarse con nuestros hijos. De todas las estrategias preventivas posibles, la más importante es no modelar la adicción a las redes sociales.
El adulto, el ejemplo
Considerando que estamos en confianza, ¿qué respondería si le pregunto si se ha sentido identificado leyendo sobre el uso inadecuado de las redes sociales? ¿Olvidó que leía sobre sus hijos y se visualizó en las motivaciones y efectos de la persona que abusa de la red?
Como padres, antes de “lidiar con los comportamientos de los hijos” debemos dar ejemplo. Eso quiere decir que debemos tener una actitud responsable y no abusar de las redes sociales. “Si son ellos mismos quienes abusan de las redes cuando están en la comida, los hijos aprenderán de lo que están viendo”, indica Echeburúa. “Los padres no deben usar los móviles cuando interactúan con sus hijos”.
Utilizar las redes no es una acción negativa per se, pero se torna negativa fácilmente cuando realizamos un mal uso de la cantidad de tiempo, el tipo de contenido y el momento que escogemos para conectarnos a la red. Además, debemos considerar de cuáles fuentes surgen nuestras gratificaciones y cómo es nuestra comunicación fuera de las pantallas. La clave, entonces, reside en el uso, utilizándolas como herramientas y no como sustitutas de la comunicación, tomando en cuenta que “conectarse” no significa “comunicarse”. Quizá la solución inmediata es desconectarnos para aprender a conectarnos –y enseñar a nuestros hijos a conectarse– de manera correcta.
Fuerte dependencia psicológica.
Interferencia grave en la vida cotidiana.
Pérdida de control.
Pérdida de interés por otras actividades gratificantes.
Leonel rechaza candidaturas independientes y advierte sobre peligros
Imputado en el robo de municiones de la Policía busca un acuerdo con el Ministerio Público
Destituyen al ministro de Salud de Haití tras ataque a hospital que dejó tres muertos
Cierre de carriles en la Autopista Duarte por instalación de tuberías reduce fluidez del tránsito
Otro feminicidio en Navidad: hombre mata expareja en San Pedro de Macorís