Ajedrez fronterizo
Haití juega sus piezas en el conflicto fronterizo con una maestría inequívoca.
Haití juega sus piezas en el conflicto fronterizo con una maestría inequívoca. Lo hace fríamente, sin apasionamientos excesivos y sin salirse de la búsqueda de sus objetivos fundamentales: construir el canal en el Masacre, que fue el señuelo para generar la crisis; sacar ventaja política interna, un deseo de sus dirigentes, y aprovechar el contexto para adelantar algunos intereses en el comercio binacional, el verdadero móvil detrás de todo este rollo.
No es para extrañarse y lo he dicho antes. Nadie mantiene un país en las condiciones de Haití sin tener una alta conciencia de la estrategia y un eficiente control social. Hay quien piensa que Haití es una anarquía, pero lo cierto es que no lo es. Aquello opera a imagen y semejanza de lo que su oligarquía desea, por lo que es ese su gobierno real, no la estructura pública a la cual estamos acostumbrados. Los oligarcas haitianos dictan las pautas de lo que allí pasa y son ellos quienes mueven las marionetas que son los políticos y su entorno. Eso ha sido así por décadas y nadie ha podido cambiarlo, ni una invasión americana, ni una fuerza de ocupación de la ONU.
Así que seguir intentando conseguir avances en esta crisis por la vía política es un ejercicio de futilidad extrema. Hay que pactar primero con los oligarcas, sobre todo con aquellos que tienen intereses importantes a ambos lados de la isla, porque ya hay un grupo que se ha visto tentado con la posibilidad de recurrir al comercio con Panamá y Estados Unidos como primera opción, lo cual sería catastrófico para la República Dominicana.
Los haitianos han tomado la delantera y han virado la tortilla a su favor, apoyados en sacar ventaja del discurso antihaitiano que ha crecido sin parar en República Dominicana, y con la certeza de que es equivocada la apuesta del gobierno de Luis Abinader de usar como armas la presión económica y la acentuación de la miseria. Eso solo ha provocado que la dignidad colectiva se active, por lo que sus astutos dirigentes políticos han logrado unir al país tras un único propósito, el de darse a respetar.
Hay una lección que aprender aquí y es que los seres humanos no soportamos que nos estrujen nuestras miserias en la cara. Y Haití da prueba de ello.
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