El nuevo (des) orden internacional

El comercio global en jaque, proteccionismo vs. cooperación internacional

Tras el fin de la II Guerra Mundial se creó un nuevo orden mundial en torno a un conjunto de instituciones internacionales multilaterales como nunca en la historia se había producido. La experiencia de dos guerras mundiales sucesivas, las cuales tuvieron como epicentro al continente europeo, hizo que el liderazgo de las grandes potencias, especialmente Estados Unidos, se enfocará en crear normas e instituciones que hiciesen posible tanto la prevención como la resolución de conflictos para evitar nuevas guerras como las que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XX. Ese orden mundial, si bien no perfecto ni infalible, y mucho menos honrado en todo momento por quienes lo habían creado, generó probablemente el período pacífico más largo en la historia de la humanidad, particularmente en Europa que ha podido alcanzar una paz, una integración y una prosperidad sin precedentes.

El orden político mundial post II Guerra Mundial tuvo la característica de una configuración en torno a bloques de poder, especialmente entre Estados Unidos, potencia que ya se había consolidado en las primeras décadas del siglo XX, y la Unión Soviética, la cual había surgido de la Revolución bolchevique en Rusia, pero que también se afirmó como un gran poder en el contexto de la guerra, de la cual salió como un imperio expandido que integró una buena parte de los países vecinos, a la vez que ejerció un control directo sobre los países de Europa oriental y Europa central. China también fue parte de esa reconfiguración en bloques, pero era un país demasiado pobre y atrasado en ese momento para estar a la par con Estados Unidos y la Unión Soviética, aunque sí tuvo una influencia ideológica en países de su entorno, como Vietnam y Camboya, donde se llevaron a cabo revoluciones socialistas en gran medida inspirados en la Revolución china.

Un elemento esencial de ese orden mundial fue que Estados Unidos no sólo contribuyó decididamente a reconstruir a los países que quedaron en su esfera de influencia, sino que se convirtió en garante de su seguridad. Europa occidental, por ejemplo, durante ochenta años ha podido contar con la protección de Estados Unidos frente a la amenaza de la Unión Soviética y luego de Rusia, al igual que Japón, Corea del Sur, Taiwán y otros países asiáticos. Esto hizo posible que países que, con el tiempo, hubiesen podido desarrollar armas nucleares, como Alemania, Japón, Corea del Sur, al igual que Israel, entre otros, no lo hicieran. El entendido fue que sólo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -Estados Unidos, Unión Soviética (luego Rusia), Reino Unido, Francia y China- tuvieran armas nucleares.

En ese contexto mundial, Estados Unidos también jugó un papel clave en el desarrollo económico de sus países aliados. El gran mercado estadounidense permitió el desarrollo de la capacidad productiva de Alemania, Japón, Corea del Sur y China, entre otros países, simplemente porque no había otro mercado que pudiese jugar ese papel. Estados Unidos promovió esquemas de apertura comercial que desató el potencial productivo de muchos países que, dejados a su suerte en los confines de sus mercados internos, no hubiesen alcanzado el desarrollo que tienen. En el ámbito comercial, los dos países vecinos de Estados Unidos -Canadá y México- también se beneficiaron de su relación con Estados Unidos al construir relaciones cada vez más profundas basadas en tratados de libre comercio, el último de los cuales fue negociado por el presidente Donald Trump en su primer período de gobierno.

En ese gran esquema, Estados Unidos ejerció un liderazgo político, militar y económico indiscutible. También se benefició enormemente en lo que concierne a su propio desarrollo económico, lo que se manifiesta en el hecho de que Estados Unidos es, por mucho, la mayor economía del mundo y lo seguirá siendo por mucho tiempo, además de su poderío militar e influencia cultural. Desde luego, países como Japón, Corea del Sur, los miembros de la Unión Europea y particularmente China, entre otros, expandieron enormemente sus economías, por lo que estos ochenta años que siguieron a la II Guerra Mundial, con su esquema de instituciones internacionales en múltiples ámbitos de regulación y cooperación, han dado lugar a un desarrollo económico y una prosperidad incomparables con cualquier otro período de la historia.

No obstante, de buenas a primeras el nuevo gobierno de Estados Unidos encabezado por el presidente Trump ha cambiado radicalmente de enfoque, lo que comienza a tener un efecto disruptivo en ese orden mundial que tanto bien le hizo al mundo y especialmente a Estados Unidos. Dos ideas sobresalen en el discurso y la práctica de este gobierno: una, que sus más importantes socios económicos (Canadá, México, Unión Europea) existen para causar daño a Estados Unidos; y dos, que sus aliados militares, especialmente los miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), ya no pueden contar con la garantía de protección a su seguridad por parte de Estados Unidos. La política de imposición unilateral de aranceles, desconociendo las reglas del comercio internacional y de los tratados bilaterales de libre comercio, más las declaraciones y acciones en materia de seguridad en torno a la guerra Rusia-Ucrania, son manifestaciones de ese cambio radical en el liderazgo de Estados Unidos.

Bien podría hablarse de un nuevo orden internacional que pone fin al orden construido tras la II Guerra Mundial, pero en la nueva política internacional no aparecen principios organizadores que apunten a redefinir las instituciones del sistema internacional. La nueva política de Estados Unidos se sustenta en concepción de que los demás países han querido aprovecharse de ese país, cuando, en realidad, fue la visión y el liderazgo de Estados Unidos, desde el presidente Franklin D. Roosevelt hasta el presidente Joe Biden, lo que hizo posible que los socios y aliados de Estados Unidos aceptaran y fueran partícipes del esquema de relaciones que construyó ese país.

Al optar por el proteccionismo y por una política comercial punitiva, así como por desconocer compromisos con sus aliados en materia de seguridad, lo que se vislumbra es un “desorden” internacional, en el que los socios y aliados de Estados Unidos se rompen la cabeza para responder con prontitud a una nueva realidad que no vieron venir y para lo cual no estaban preparados. Irónicamente, los rivales de Estados Unidos, especialmente Rusia, parecen recibir mejor trato, al tiempo que el liderazgo chino observa el comportamiento de Estados Unidos con la parsimonia milenaria propia de esa cultura para ver cómo aprovecha los vacíos de liderazgo en diferentes partes del mundo que comienza a dejar la nueva política de Estados Unidos que, por una incomprensible decisión propia, deja de ser la “nación indispensable” que fue para tantos otros países alrededor del mundo.

De buenas a primeras el nuevo gobierno de Estados Unidos encabezado por el presidente Donald Trump ha cambiado radicalmente de enfoque, lo que comienza a tener un efecto disruptivo en ese orden mundial que tanto bien le hizo al mundo y especialmente a Estados Unidos.

Abogado y profesor de Derecho Constitucional de la PUCMM. Es egresado de la Escuela de Derecho de esta universidad, con una maestría de la Universidad de Essex, Inglaterra, y un doctorado de la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Socio gerente FDE Legal.