Apuntes para una historia del Panteón de la Patria
Historia del Mausoleo Nacional
El antecedente directo del Panteón de la Patria fue la capilla de la Altagracia en la Catedral Primada de América, la cual desde 1875 fue destinada para albergar los despojos mortales de ciudadanos insignes de la República. A partir de ese año, por designación popular a ese sagrado lugar se le conoció como Capilla de los Inmortales.
Durante casi un siglo los restos de héroes, próceres y mártires dominicanos descansaron en el solemne ambiente de la catedral hasta que en 1974 fue inaugurado el Panteón de la Patria, ubicado en la calle Las Damas, en la ciudad de Santo Domingo.
La ley 4463, del 2 de junio de 1956, estableció en el artículo primero que el antiguo templo de San Ignacio de Loyola fuese convertido en Panteón de la Patria y que, además, fuera acondicionado “adecuadamente, erigiéndose en su nave central un sobrio y artístico altar.” En el artículo segundo el legislador determinó que el monumento fúnebre estaría “dedicado especialmente a guardar los despojos de los próceres y hombres ilustres dominicanos, para que descansen en un ambiente de carácter religioso”.
El Poder Ejecutivo, por su parte, quedó facultado para disponer el traslado de los restos que se hallaban en la Catedral, así como también ordenar, cuando lo considerare conveniente, la exaltación de “preclaros dominicanos que se encuentren en cualquier otro sitio”. Durante los años finales de la dictadura de Trujillo no fue posible, por motivos desconocidos, cumplir con lo dispuesto en ley 4463 de 1956. Transcurrieron varios lustros hasta que Joaquín Balaguer, en los inicios del llamado “período de los doce años”, decidió inaugurar el nuevo mausoleo fúnebre.
En efecto, mediante el decreto 2140 de 1972, se ordenó el traslado al Panteón de la Patria de los restos que se encontraban en la Capilla de los Inmortales, y también se dispuso que más de 70 personalidades debían ser eventualmente ingresadas al Panteón de la Patria. En esa extensa lista figuraron dos nombres que, al parecer, pasaron desapercibidos ante la opinión pública: Pedro Santana y Tomás Bobadilla, enconados adversarios de Duarte y de su proyecto independentista.
El nuevo panteón nacional fue inaugurado el 16 de agosto de 1974 con el traslado de los restos que se hallaban en la Capilla de los Inmortales, quedando pendiente la larga nómina de personalidades, en especial los restos de Pedro Santana. ¿Qué sucedió? ¿Había cambiado de idea el presidente de la República? En absoluto. Todo era cuestión de tiempo, porque Joaquín Balaguer, hombre nada proclive a la improvisación, estadista sagaz que sabía aprovechar las coyunturas y actuaba pensando en la posteridad, juzgó conveniente postergar tan controversial disposición para cuando se presentara el momento adecuado.
Así, a escasos días de concluir su tercer mandato constitucional, Joaquín Balaguer cumplió su voluntad y Santana ingresó al Panteón de la Patria con toda la solemnidad de rigor. Es probable que el 16 de agosto de 1978, mientras descendía por las escalinatas del Palacio Nacional, Balaguer evocara las palabras de Billini en 1885: “Podré aparecer ante todos bajando; ¡pero yo siento que estoy de pie sobre la cumbre!”.
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