Voces vivas, voces del poema
El autor de Memoria del Azar sentenciaba que el poema como arma y munición de la escritura, había dejado de existir y nada podía hacerse para reparar esa pérdida
Hace años, tantos que ya no recuerdo, debatí públicamente con el siempre recordado amigo Enriquillo Sánchez sobre la muerte de la poesía. El autor de Memoria del Azar sentenciaba que el poema como arma y munición de la escritura, había dejado de existir y nada podía hacerse para reparar esa pérdida. Yo respondí negando el deceso, exponiendo lo que entendí mis razones para no expedir el certificado de defunción. Hubo una réplica y otra contrarréplica. La poesía no había muerto, continuó impertérrita su indomable camino, cambió de casaca y bufanda, se internó por nuevos laberintos, instigó desafíos y sigue aún vivita y coleando, entre los ejes de un tiempo sombrío que parece desafiarla continuamente, mientras ella permanece siempre con su “cara lavada y su sonrisa de arroz” como dijo Neruda. Ha escrito Adolfo Castañón: “no hay delitos menores en materia de creación poética y un poeta es responsable de su decir tanto como de las alusiones que instiga su silencio”. El poeta -o tal vez sólo algunos poetas- saben que no se escribe impunemente.
La poesía ha creado su sistema de supervivencia. O tal vez, nunca la creó. Vino adicionada a su plasma de inmortalidad. Identidad y memoria, como afirma Jenaro Talens, son las constructoras de su “bálsamo de certezas” y por esos entresijos ambula la pasión desconocida, el “fragor del visionario miedo”, “la humilde vocación que va salvándome”, como relata un poema de José María Caballero Bonald.
Rei Berroa, vasallo del poema y de la amistad, cree en la poesía como arma que enfrenta todo tipo de contingencias, hasta el de la lejanía de los seres que la producen. Por el mundo corre una especie solitaria y habitualmente silenciosa (la poesía es una conquista del silencio, como afirma Castañón), que constituye legión. Son muchos. Muere el poeta, pero no la poesía. La poesía le sobrevive, pero de todas maneras van naciendo nuevos: doxos, heterodoxos, sencillos, ampulosos, elevados, mediáticos, medianos, gigantes, enanos, monótonos, simples, enrulados, galopantes, salvadores. Son una especie con diferentes aliños verbales, pero integran un conglomerado que se disemina por toda la geografía global, aunque sean ignorados, aunque sufran la persecución incesante de la indiferencia y el silencio.
En ellos, en ellas, cree Rei Berroa, quien organiza maratones de poetas como organizaciones atléticas realizan los suyos en Nueva York, Boston, Berlín o Londres. La gimnasia del espíritu es tan vital como la del cuerpo. Y entonces, ideó un maratón especial, tan especial que durase 24 horas y que abarcase la esfera global. El dominicano, nativo de Gurabo, en Santiago de los Caballeros, doctor en filosofía de la universidad de Pittsburg, profesor desde hace más de treinta años de literatura española en la George Mason University, de Washington y miembro del Teatro de la Luna de Arlington, dirige maratones de lecturas poéticas en la biblioteca del Congreso de la capital norteamericana y en otros lugares. Con estas credenciales que todos conocemos buscó un cómplice en su ciudad nativa. Fue así como quedó integrado al proyecto el poeta Fernando Cabrera, quien sin pensarlo mucho arrastró consigo al poeta José Mármol.
Tal vez se lo pensaron dos veces porque los poetas son medio broncos. Pero, se alistaron para la batalla. El 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía, adoptado por UNESCO en 1999. Era la fecha ideal para reunir a poetas de todo el mundo, a través de los medios digitales, ese zoom que ha parido ideas, debates, encuentros y simposios desde el año terrible cuando la pandemia convirtió en inútiles los abrazos y los diálogos de cercanías. 21 de marzo de 2022. Solsticio de primavera. Un maratón sin paradas de 24 horas de poesía con poetas de todo el mundo. Los dos record comenzaron a ponerse la chaqueta: el recital poético más diverso y extenso y mayor transmisión continua de poesía por internet. “Vamos a tejer el mundo con palabras de belleza y sentido común, al mismo tiempo que denunciamos a quienes traen destrucción y violencia a la tierra…palabras y conceptos que nos eleven por encima de las muchas dificultades que hemos vivido y seguimos viviendo. Poetas del mundo, unámonos para soñar todos juntos con un mundo en paz y en verdad…regocijémonos escuchando la voz de la poesía de la Tierra”. El banderazo de salida había sido dado.
Un total de 410 poetas, procedentes de 52 países, participaron en el Festival Mundial de la Poesía, para leer en sus propias voces 1,204 poemas en 16 lenguas diferentes. La poesía es un lenguaje universal y sus códigos son comprendidos y asimilados por todos los poetas y lectores de poesía. Varias plataformas, establecidas en República Dominicana (como espacio matriz), Washington y Buenos Aires, así como las lecturas por grupos, coordinadas por poetas de Santiago de los Caballeros, Nueva Zelanda, China, Bangladés, Francia, Argelia, Mauritania, Egipto, Hungría, Rumania, Portugal, Brasil, Bulgaria, Ucrania, Estados Unidos, Grecia, Puerto Rico, Argentina, Uruguay, entre otros más, dieron curso al festival y durante todo un día, con su noche y madrugada, la poesía anduvo reposada, fresca, reluciente, vívida, fatigada, rebuscando, trepando, chillando, enroscada, (“gusanito, gusaboca, gusaoído, dueña de la muerte y de la vida”, como lo dijese Blanca Varela), leyenda de arte vivo, con hambre, con lagunas, con temores, con los obuses tronando en el fondo, con los navíos surcados en aguas turbulentas, con “pájaros de agua, peces de viento, cuerpo de epifanías”, como dijera un poeta boliviano, Homero Carvalho Oliva en una de sus lecturas de este maratón. Así estaba ella, la poesía, hombres y mujeres, muchas mujeres, jóvenes, maduros, haciendo su camino desde esta isla, la nuestra, como centro de esta convocatoria universal. Cuarenta poetas eran nativos de República Dominicana. No los menciono uno a uno, pero en el grupo numeroso, iluminando, estrella de oro, estaba Rhina Espaillat, celebrando sus 90 años de vida (“Me nombro, y de la nada surgí nacida./ ¿Cómo y quién he de ser, si ella me olvida”).
Había que editar un libro con estos poemas y estos poetas. El suceso debía quedar registrado. Y los poetas broncos, que lo son, participaron entusiasmados en el cónclave mundial y se fueron luego a surcar sus rumbos, con sus propias cargas al hombro y en el pecho. Cuando se les convocó de nuevo para cumplir el protocolo de la edición, solo respondieron 160 de los 410 participantes. Los poetas tantas veces se saltan los protocolos. Casi es una divisa. Y el volumen que se ha publicado para dejar constancia del acontecimiento, solo ofrece una muestra, bastante diversa y muy enriquecedora, de lo que pasó aquel 21 de marzo del año pasado en las plataformas utilizadas para virtualmente encontrarnos, conocernos y escucharnos. Confieso que el libro es un deslumbramiento. Edición muy limitada por el tema económico que nunca manejan bien los poetas. El volumen se convierte así en una joya de biblioteca, en horma de colección. Y todo para no desmayar. El juego continúa. El martes 21, en poco más de una semana, la historia habrá de repetirse. Llegará la segunda versión del Festival del Día Mundial de la Poesía. Rei Berroa alista sus armas. La virtualidad que ya es costumbre pospandémica, está preparada para volver al sueño, al pacto, a la logia, a la legión. Voces vivas, en vivo. Los poetas cruzan y se entrecruzan. Antonio Colinas, el poeta español ganador del Reina Sofía y el Nacional de Literatura, participante en el festival, hace la letanía del ciego que ve. Como el ciego que no ve o que no desea ver que la poesía sigue viva, abierta, transparente y lúcida. “Que este celeste pan del firmamento/ me alimente hasta el último suspiro”. Enriquillo Sánchez, siempre presente, estaría feliz con esta resurrección.
- Agua de dos ríos
Rhina Espaillat, Secretaría de Cultura, 2006, 201 págs. Reunión de poemas, prosa y traducciones de Rhina Espaillat, la poeta de mayor edad participante en el Festival Mundial de la Poesía. Edición bilingüe. Reside en Brooklyn, NY.
- Cien mil millones de poemas
Jordi Doce et al., Editorial Demipage, 2012, Sin numeración de página. 10 autores rinden homenaje al poeta francés Raymond Queneau, creador de OuLiPo, grupo experimental que busca crear obras con técnicas de escritura limitada. Un libro de 10 sonetos de 14 versos combinables entre sí. Un tesoro de creación libre.
- Memoria del Azar
Enriquillo Sánchez, BanReservas, 1996, 233 págs. Reunión de tres libros del poeta sesentista: Memoria del Azar, Artículos de primera necesidad y Letras de cambio. Incluye “Convicto y confeso” que dio título a otro libro suyo. Concluye con un poema independiente titulado “La nemorosa presencia de Salicio”.
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