La violencia contra las mujeres: una lacra social que se extiende a lo largo de los siglos
Francia se enfrenta al reto de cambiar mentalidades sobre la violencia machista
El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, creado por la ONU en 1999, tiene una resonancia especial el 25 de noviembre. El caso de la violación de Mazan conmocionó a Francia y mucho más allá de sus fronteras.
En este país donde el Código Civil napoleónico (1804) reconocía la asimetría entre hombres y mujeres, las mentalidades han cambiado. Sin embargo, la violencia contra las mujeres sigue aumentando, ya sea física, moral o sexual.
Las encuestas
Según las cifras publicadas en noviembre de 2024, recopiladas a partir de varias bases de datos, entre ellas una encuesta del Observatorio Nacional de la Violencia contra las Mujeres, en 2023 hubo 484,000 víctimas de violencia cometida por su pareja o ex pareja en Francia.
La encuesta, realizada entre personas mayores de 18 años en Francia, Guadalupe, Martinica e Isla Reunión, detalla los tipos de violencia sufridos: 109,000 víctimas de violencia física, 339,000 víctimas de violencia verbal o psicológica y 123,000 víctimas de violencia sexual.
Las primeras cifras publicadas hace diez años por el Ministerio del Interior registraban un total de 201,000 víctimas de violencia física y/o sexual, aunque los datos no incluían entonces la violencia verbal y psicológica.
Condiciones de acogida
En un contexto de libertad de expresión y de intentos de la policía por mejorar las condiciones de acogida de las víctimas, el número de víctimas registradas se ha más que duplicado desde 2013.
Sin embargo, según la encuesta VRS (que traduce vivencias y sentimientos en materia de seguridad), solo el 14 % de las víctimas presentaron una denuncia ante los servicios de seguridad por los incidentes de los que fueron objeto en 2022.
En Francia, aunque el registro de víctimas es reciente, la violencia como tal se ha aceptado durante demasiado tiempo como “normal”.
Las excavaciones arqueológicas han revelado que la violencia contra las mujeres existe desde el Neolítico. Miles de años después, en 1804, Napoleón Bonaparte creó y adoptó el Código Civil.
El “Código Civil francés” era ante todo el de los hombres que poseían bienes, estaban casados y tenían familia. También conocido como “Código Napoleónico”, el texto confirmaba la sumisión de las mujeres a sus maridos.
Derechos civiles
Al igual que los locos, las esposas eran clasificadas como “incapaces” y privadas de todos sus derechos civiles desde el momento en que contraían matrimonio. Las mujeres también quedaban excluidas de la ciudadanía activa, lo que les permitía ser asesinadas por crímenes políticos.
En el artículo 213 original del “Código Napoleón”, la relación entre los cónyuges se define así: “El marido debe protección a su mujer, la mujer obediencia a su marido”.
Esto demuestra que nos encontrabamos “en una relación asimétrica en la que el poder lo ejerce el hombre y la mujer está sometida a él”, explica Christelle Taraud, historiadora y especialista en cuestiones de género.
No fue hasta 1970 cuando se modificó este artículo para establecer que “los cónyuges son solidariamente responsables de la dirección moral y material de la familia, proveen a la educación de los hijos y preparan su porvenir”.
En 1810, el Código Penal reforzó la supremacía del marido. Por ejemplo, el asesinato cometido por un marido contra su mujer en el domicilio conyugal era excusable.
Reflexiones del sistema jurídico
Aunque el sistema jurídico está empezando a reflexionar en cómo debe clasificarse, no fue hasta finales del siglo XIX cuando empezamos a hablar realmente de intolerancia a la violencia doméstica. Hasta el siglo XIX, el concepto de “violencia doméstica” no existía.
Se utilizaban otros términos, como “disensión” o “tiranía doméstica”, o incluso términos más amplios como “abuso de la fuerza contra la debilidad”.
Fue el largo trabajo de los magistrados lo que permitió transformar lo que existía como fenómeno social en el fenómeno del derecho; como los homicidios, asesinatos, envenenamiento en el contexto de la pareja, explicaba en 2016 a Mediapart Victoria Vanneau, investigadora del CNRS y autora de La Paix des ménages, Histoire des violences conjugales siglo XIX-XXI (publicado por Anamosa).
Huvo que esperar hasta 1970 para que estos términos aparecieran, agregó.
Si nos remontamos en el tiempo, las mujeres intelectuales se ocuparon del tema muy pronto. En el siglo XIV, con Christine de Pizan, considerada la primera escritora feminista, y la novelista Madeleine de Scudéry en el siglo XVII, sin olvidar a Olympe de Gouges, por citar sólo algunas.
“Es una genealogía bastante larga de mujeres que han trabajado por una sociedad de igualdad entre hombres y mujeres. Pero no había movimiento”, explica Christelle Taraud.
“El feminismo hizo avanzar los derechos de la mujer de forma muy concreta, basándose en las tres grandes revoluciones del siglo XIX: los Tres Años Gloriosos, la revolución de 1848 y la Comuna de París”, indicó, precisando que en el siglo XIX se convirtió en un auténtico problema social.
Aunque la Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirmó la igualdad entre hombres y mujeres ya en 1945, en Francia las mujeres permanecieron durante mucho tiempo bajo la autoridad de los hombres, y el modelo patriarcal rigió durante mucho tiempo el comportamiento de ambos sexos.
Hubo que esperar a los años 70, tras mayo del 68 y el auge de los movimientos feministas, para que se produjeran los primeros avances legislativos, según señala la socióloga Maryse Jaspard en su libro Les violences contre les femmes, Las violencias contra las mujeres (publicado por La découverte).
Hoy, la sociedad ya no tolera la violencia doméstica y la condena sistemáticamente. Este despertar de la conciencia está ligado a la progresiva aparición de la igualdad de género y al endurecimiento de la ley.
Durante mucho tiempo, la violación conyugal no existió. Se daba por sentado que marido y mujer debían mantener relaciones sexuales. Un caso ocurrido en 1839 lo cambió todo: una mujer de clase media se quejó de las insistentes exigencias de su marido para realizar “actos contra natura”.
No fue hasta el 5 de septiembre de 1990 cuando la Sala de lo Penal del Tribunal de Casación reconoció por primera vez el delito de violación entre cónyuges dentro del matrimonio.
Su decisión no tenía “otra finalidad que proteger la libertad de todos” y afirmaba explícitamente que la violación “no excluye de su ámbito de aplicación los actos de penetración sexual entre personas vinculadas por el matrimonio”.
En 1993, el Tribunal de Casación fue aún más claro sobre el consentimiento conyugal: “La presunción de consentimiento de los cónyuges a los actos sexuales realizados en la intimidad de la vida conyugal sólo es válida mientras no se demuestre lo contrario”. Y dos años más tarde, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) confirmó definitivamente el concepto de violación conyugal.
En cambio, el feminicidio no tiene estatus legal en Francia. Se habló de incluirlo en el Código Penal.
“Nos dijeron que no lo necesitábamos porque ya teníamos suficiente arsenal para castigar”, afirma la historiadora Christelle Taraud. “Tal vez nuestra ley permitiría condenar eficazmente si todo el sistema judicial estuviera formado para comprender la naturaleza del delito de feminicidio. No creo que ese sea el caso hoy en día, aunque se están haciendo progresos. En particular, gracias a Gwenola Joly-Coz, presidenta de los Presidentes de los Tribunales de Apelación, que ha hecho avanzar significativamente la jurisprudencia”, agregó.
A modo de comparación, en casi una veintena de países del continente americano, entre ellos México, el feminicidio está consagrado en el Código Penal. Es también el caso de Bélgica, primer país europeo que adoptará una ley sobre el tema en julio de 2023.
España, que no ha legislado, se cita como ejemplo de país donde la tasa de feminicidios es la mitad que en Francia.
Sin embargo, Christelle Taraud señala que el hecho de que se apruebe una ley no significa que vaya a aplicarse, ni que “las mentalidades, las prácticas y los imaginarios vayan a cambiar espontáneamente. Aprobar una ley está muy bien, pero sólo puede aplicarse si, tanto aguas arriba como aguas abajo, llevamos a cabo una labor educativa para cambiar las actitudes y las prácticas de la gente”.
A pesar del despertar de la conciencia a lo largo de los siglos y del surgimiento de movimientos feministas como #MeToo desde 2017, la lucha contra la violencia hacia las mujeres es una batalla constante. Nos lo recuerda el reciente caso Mazan, que conmocionó profundamente a la sociedad francesa y en el mundo entero.
Desde el 2 de septiembre, el juicio por violación de Mazan se celebra ante el tribunal penal de Vaucluse, en Aviñón. En público, “para que la vergüenza cambie de bando”, en palabras de la víctima, Gisèle Pelicot.
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