Sin preocupaciones
Sólo hay que velar porque el PIB se expanda, y dejar que los políticos manejen las deudas según entiendan apropiado
El crecimiento de la deuda pública no preocupa a toda la población por igual. Es usual que inquiete mayormente a quienes piensan que van a tener, de un modo u otro, que pagarla. Ya que, en países emergentes, la clase media es la que dedica un mayor porcentaje de sus ingresos al pago de impuestos, eso se traduce en que es principalmente esa clase la que manifiesta más interés en que sean establecidos límites a la concertación de nuevos endeudamientos. La clase pobre no suele cuantificar los impuestos indirectos que paga, gran parte de ellos incluidos en los precios de los artículos que adquiere, ni tampoco acostumbra vincular la deuda pública con sus ingresos y gastos personales. Y la clase más pudiente posee los recursos para afrontar los gravámenes, y cuenta con mecanismos fiscales para reducir las cargas tributarias directas que se le puedan aplicar.
En vista de esa diferencia en el nivel de atención y preocupación, es evidente que para los gobiernos proclives a incurrir en deudas sería muy conveniente lograr que la inquietud de la clase media desapareciera o disminuyera. Enfrentarían, de esa forma, una menor resistencia de la opinión pública y un menor costo político derivado de su afición por los gastos. Y con ese propósito, nada sería más efectivo que convencer a los preocupados de que en realidad la deuda no tendrá que ser pagada.
En efecto, en muchas economías ha ganado terreno la noción de que las deudas gubernamentales son permanentes, y que su magnitud es limitada únicamente por la dimensión del PIB del país correspondiente. Si el PIB aumenta, se postula que la deuda puede, y hasta debe, crecer también, y utilizar las nuevas emisiones a fin de llevar a cabo nuevas erogaciones y obtener los fondos para cubrir los vencimientos de las obligaciones contraídas previamente.
Desde ese punto de vista, no hay razón por la que preocuparse. Sólo hay que velar porque el PIB se expanda, y dejar que los políticos manejen las deudas según entiendan apropiado.
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