Remesas: el trasfondo económico de un drama humano
Como indica un nuevo informe de la OIM, el fenómeno migratorio crece a niveles sin precedentes en el continente. Pero a medida que aumentan las cifras de ese drama, también lo hace la dependencia de los gobiernos de sus remesas potenciales. ¿Qué tanto influye esa circunstancia en su incapacidad para atacar el problema? ¿Estas si aportan al desarrollo de los países receptores del dinero?
Detrás de las imágenes de miles de migrantes que arriesgan sus vidas al atravesar la selva del Darién entre Colombia y Panamá en su ruta hacia Estados Unidos, hay una realidad abrumadora: son el nuevo producto estrella de exportación de muchos países latinoamericanos. En este siglo, buena parte de los ingresos de esas naciones llega gracias al trabajo de los migrantes. De esos ríos de personas que han dejado sus hogares, muchas veces tras vender sus casas para pagar el viaje, con el propósito de salir adelante, y, si es posible, enviar dinero a sus familias que quedaron atrás.
Los flujos migratorios y el impacto económico de este drama humano no cesa, pues las cifras evidencian que se incrementa cada año, al menos en la última década. Pero no todo ha sido malo: el dinero que producen los migrantes tiene importantes efectos en la economía de sus familias y de sus países de origen. Pero el balance entre los beneficios económicos y los impactos negativos de esa exportación de mano de obra es objeto de debate. Los análisis dependen de muchas cosas, entre ellas, la situación política y social de cada país.
Sí hay una certeza: los familiares de los migrantes mejoran sus ingresos y con ellos la posibilidad de pagar por más bienes y servicios. Jesús Cervantes, director de Estadísticas Económicas y Coordinador del Foro de Remesas de América Latina y el Caribe del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericano (CEMLA), explica que las remesas mejoran la distribución del ingreso e incluso la brecha de género. “En principio hay más hogares receptores en los deciles más bajos y eso permite que suban sus niveles de vida, y al mismo tiempo dejen de ser pobres. En ese sentido, la remesa reduce la pobreza”. Y agrega: “Hay estudios, aunque no muy recientes, que mostraban que los hogares que recibían remesas era más probable que los niños fueran a la escuela”.
Josué Gastelbondo Amaya, actual Jefe de Misión de la OIM en República Dominicana, comenta que las remesas impactan positivamente las economías locales: “Dinamizan la economía porque cuando van a gastos, por ejemplo de alimentos, están pagando porque haya producción y mercados relacionados con el tema alimenticio en el país. Entonces, los migrantes aportan al desarrollo del país de origen a través de las remesas y también aportan al desarrollo del país de destino donde se encuentran trabajando con su capital humano”.
Para Gastelbondo las remesas también aportan al desarrollo macroeconómico, al otorgar mayor liquidez a los países, lo que incide en muchos factores como las tasas de interés y la capacidad de inversión extranjera.
Cervantes coincide, aunque advierte que no son milagrosas. El desarrollo económico es una tarea de los gobiernos, del sector privado y de los trabajadores. “Ahora, un componente fundamental de las remesas se va en gastos de manutención, educación y de salud. Pero en todo el abanico de encuestas que hemos levantado, cuando se les pregunta ya sea al migrante o al receptor de la remesa, a qué dedica este dinero, también aparecen vivienda y micronegocios”.
Sin embargo, otros expertos advierten que las remesas tienen su lado oscuro. Para Marco Aurelio Peña, máster en economía y exiliado nicaragüense, ellas son una alternativa que llena el vacío dejado por las fallas del Estado, “porque la gente debería poder salir adelante en su propio país”. Explica que las remesas monetarias son un asunto intrafamiliar en el que los gobiernos no intervienen. “La familia sale adelante por cooperaciones espontáneas, por su propio afán de sobrevivencia, por su espíritu de superación. Se trata de un comportamiento microeconómico”.
Peña coincide en que las remesas estimulan el movimiento de la rueda de consumo. “Pero eso no nos dice nada, no hay ninguna documentación que yo conozca o algún estudio concluyente de que esto esté beneficiando el ahorro, la inversión y la producción. Lo que necesitan las economías para revertir sus problemas estructurales son cambios tecnológicos y el desplazamientos de sus curvas de posibilidades de producción; de manera de que hablamos de una complejización, diversificación, ampliación y modernización de su aparato productivo. La producción es crecimiento y el crecimiento es un medio necesario más no suficiente para el desarrollo”.
En 2022, el envío de remesas a América Latina tuvo el incremento más importante de los últimos 20 años al alcanzar 142.325 millones de dólares. México es el país que más recibe en la región y el segundo de todo el mundo. Las economías de varios países de Centroamérica dependen en gran medida de las remesas: en El Salvador representan el 24,2%, en Guatemala 19,8%, en Honduras 28,4% y en Nicaragua 20,6%. Aunque este tipo de ingreso es histórico en varias de estas naciones los flujos migratorios no se detienen, porque los problemas estructurales (pobreza, violencia, desempleo) se mantienen.
“Cuando hablamos de desarrollo económico hablamos de redistribución de la riqueza y de la renta de una manera más equitativa entre la mayoría de los habitantes de un país, del acceso a bienes y servicios básicos. Pensemos también en los bienes públicos, por ejemplo, buenas calles, parques para que la familia vayan con sus hijos y otros centros que tienen que ver con el desarrollo comunitario. Además de esto cuando hablamos de desarrollo económico nos estamos acercando mucho más a la calidad de vida y aquí tiene que ver mucho con los llamados derechos económicos, sociales y culturales”, comenta Peña.
Gastelbondo concuerda en que las remesas todavía pueden ser mejor aprovechadas. Explica que es una realidad constante, porque aún en las crisis han tendido a subir. “Depende de políticas públicas que crean instrumentos financieros que estimulan la inversión. Es decir, la remesa llega y se invierte normalmente en lo que la gente va requiriendo, pero si se le ofrecen posibilidades de darle un uso al dinero, entonces la gente lo va a invertir”.
Ilustra su propuesta con el programa “tres por uno” que se desarrolla en México. El gobierno federal en coordinación con gobiernos locales y asociaciones de migrantes financian obras y servicios sociales. “Entonces por un peso que los migrantes ponen, el gobierno termina convirtiéndolo en tres pesos de inversión en obras de servicios sociales y comunitarios.” Pero aclara: “No es un modelo pensado en la remesa individual de la persona sino en el ahorro de las asociaciones de migrantes que envían plata para el desarrollo de su ciudad de origen”.
¿Salvavidas en contextos autoritarios?
Cuba, Venezuela y Nicaragua tienen condiciones particulares que las convierten en expulsoras netas de migrantes. Sobre esos países pesan importantes sanciones que limitan a los Gobiernos su actividad comercial y merman sus ingresos. Además, se han caracterizado por el manejo discrecional de los recursos públicos y por las violaciones de derechos humanos. Por eso, Peña sostiene que el fenómeno de la migración y su impacto termina por favorecer a esos gobiernos autoritarios.
Y es que en Nicaragua, en 2022, los ingresos por remesas aumentaron en 50%. En Venezuela, el incremento de esas transferencias en los últimos años ha sido un factor importante en la precaria “recuperación” de su economía. Y en Cuba, el gobierno se queda con gran parte de estas transferencias a través de empresas estatales que controlan las transacciones y le dan a sus ciudadanos una moneda digital que les permite comprar bienes en empresas también controladas por el Gobierno o cambiarlas a pesos cubanos a un tipo de cambio desfavorable.
“En países con regímenes políticos autoritarios y autocráticos como el caso de Cuba, Venezuela y de Nicaragua lamentablemente permiten la perpetuación del propio régimen político y eso puede ser hasta deliberado. Por eso las autoridades económicas y los funcionarios de estos tipos de Gobierno celebran, con desfachatez, el incremento de las remesas monetarias. Es decir, celebran su propia incompetencia”, agrega Peña.
Ciertamente, la migración para estos regímenes puede significar una válvula de escape de las presiones y demandas sociales, dinamizar sus economías y también mejorar un poco sus balanzas de pago. Pero el fenómeno no es positivo en cuanto a que estos países pierden talento humano, especialmente algunos de sus trabajadores más capacitados, que, en vez de quedarse a formar parte de una estrategia de desarrollo de mediano y largo plazo, van a sumarse a la fuerza laboral de otro país.
Como mencionaba Luis Arturo Bárcenas Ragua, economista senior de Ecoanalítica, en una entrevista en 2018 con CNN, “las remesas pueden tener un efecto crítico en el mercado laboral. Hay un compendio de trabajos teóricos que aborda este tema y que destacan que más allá del auxilio, el mayor pago por parte de inmigrantes venezolanos puede llevar inclusive a que mucha de esta población desempleada en Venezuela no tenga incentivo (a trabajar) puesto que recibe un subsidio de sus familiares”.
Las remesas son, sin duda, un ejercicio de solidaridad y resiliencia de miles de personas que lo sacrifican casi todo, en medio de países extraños y a veces hostiles, por proveer un ingreso a sus familias. Son un intento de desarrollo humano en micro, y justo allí está el problema. Las remesas, como otros tantos temas, ponen otra vez en evidencia las debilidades y fallas de muchos Estados de América Latina que no logran garantizar las mínimas oportunidades para el desarrollo integral de su población.
Este artículo fue escrito por Grisha Vera, miembro de la mesa editorial de CONNECTAS y del #CONNECTASHub.
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