Tradición y emociones: la investidura de un presidente norteamericano
Donald Trump vuelve hoy al poder en Estados Unidos
Era el día de los días. Como embajador dominicano en Washington, me correspondía asistir a la segunda investidura de Barack Obama como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos. Un honor singular, reservado por tradición a los jefes de misiones acreditados ante la Casa Blanca, en su calidad de representantes extraordinarios y plenipotenciarios de sus países. Donald Trump, rompiendo con el protocolo vigente desde la primera jura de George Washington en 1789, ha invitado a unos pocos mandatarios a su consagración de hoy.
Se trataba de la gran ocasión. En la noche de la jura, la capital estadounidense se transforma en un hervidero de celebraciones a las que se accede por conexiones políticas, contribuciones de campaña o simplemente pagando. El presidente entrante y la primera dama suelen hacer breves apariciones en algunos de estos festejos. Otros “invitados”, menos afortunados, contemplan la ceremonia desde la Explanada Nacional, ese majestuoso corredor que une la sede del Congreso con el Monumento a Lincoln, al oeste, y el de Jefferson, al sur.
Desde temprano, todos los embajadores de las 184 delegaciones extranjeras nos reunimos en el Departamento de Estado, desde donde nos trasladarían en autobuses hasta Capitol Hill. El despliegue de seguridad en la zona que circunda el imponente edificio legislativo era sobrecogedor, con restricciones severas a la circulación vehicular.
Día gris y gélido, aquel 21 de enero de 2013. La temperatura no superaba el punto de congelación, así que, bajo mi pesado traje de temporada, llevaba ropa interior térmica. Mi atuendo se completaba con un abrigo grueso y un sombrero, ambos de lana de cachemira, imprescindibles en los inviernos a la orilla del Potomac. Ya en el autobús, nos entregaron un pequeño artilugio que, al frotarlo, desprendía calor. Bendito invento para las manos, que a pesar de los guantes —también forrados con esa lana extraída del vientre de las cabras del Himalaya— se resentían con el frío penetrante.
Cronograma de eventos para la toma de posesión de Donald Trump
Protocolo riguroso
Los diplomáticos teníamos asientos privilegiados, asignados según nuestra fecha de acreditación. Solo entonces comprendí por qué las invitaciones eran tan limitadas: la tarima donde Obama prestaría juramento era relativamente pequeña, protegida por cristales antibalas en su extremo, de cara a la explanada donde ya se aglomeraban cientos de miles de personas. Caí en cuenta que había olvidado la bufanda, otra prenda invernal para mí imprescindible. Esta vez, por el frío, la ceremonia será dentro del interior de la rotonda del Capitolio y tampoco podrá asistir un número extraordinario de asistentes.
Fuimos de los primeros en llegar. Poco a poco, el espacio se llenó de celebridades: los Clinton, Jimmy Carter y su esposa, la familia presidencial. Michelle Obama, radiante, vestía —supe después, gracias a la curiosidad periodística— un conjunto de Thom Browne, compuesto por un abrigo y vestido de seda azul marino, complementado con un cinturón y zapatos de J.Crew. Muy estadounidense todo aquello.
Un murmullo recorrió el ambiente y, de pronto, imponente, apareció Beyoncé. Vestido negro de terciopelo, a juego con su abrigo de Christian Dior. Ondas sueltas en el cabello enmarcaban su rostro, mientras su silueta esbelta provocaba susurros admirativos entre el público. La maternidad no había hecho mella en su físico; Blue Ivy Carter, nacida el año anterior, no había dejado huella en la escultural anatomía.
Llegó el momento. El neoyorquino senador Charles Schumer, presidente del Comité Conjunto del Congreso, oficiaba como maestro de ceremonias. La viuda del líder de derechos civiles Medgar Evers, Myrlie, pronunció la invocación. Las voces del Brooklyn Tabernacle Choir elevaron el ambiente con The Battle Hymn of the Republic.
Luego, la jueza de la Corte Suprema, Sonia Sotomayor, hizo historia al tomar el juramento del vicepresidente Joe Biden, convirtiéndose en la primera latina en desempeñar la tarea. El ritual seguía su curso: antes de que el presidente asumiera su segundo mandato, la línea de sucesión quedaba establecida.
El momento de Obama
Como parte del folclore norteamericano, America the Beautiful resonó con solemnidad. A seguidas, el presidente del Tribunal Supremo, John Roberts, tomó juramento a Obama, cuyas manos descansaban sobre dos Biblias: la de Abraham Lincoln, usada en su investidura de 1861, y la de Martin Luther King Jr., un tributo perfecto en el día dedicado al activista asesinado por la intolerancia racial. Obama, en su brillante discurso, no dejó lugar a dudas: su segundo mandato estaría marcado por la justicia, los derechos humanos, la unidad nacional y la igualdad de género. Todo un manifiesto progresista.
Kelly Clarkson interpretó My Country, ‘Tis of Thee’, que con la melodía del himno británico exalta el patriotismo, el amor por la patria, la libertad y la grandeza de la nación. Doblaba como himno nacional hasta 1931. Otro punto culminante del día: el poema inaugural de Richard Blanco, One Today. Ojos humedecidos.
Las manos de mi padre, las manos de mi madre,
tejieron la manta de mis sueños,
las manos de quienes construyeron este país,
con sudor, manos cavando trincheras,
manos plantando molinos de viento, manos abriendo puertas a nuevos mundos, o a los mismos con distintos nombres.
Richard Blanco
Fragmentos del poema One Today
La temperatura de mi espíritu subió al escuchar la palabra sugar (azúcar). La pieza, magistral, es una oda a la unidad, diversidad y esperanza del pueblo estadounidense, montada sobre la rutina de un día. Blanco también hacía historia como el primer poeta latino y abiertamente gay en recitar en una investidura presidencial. Aún resuena en mi memoria aquella estrofa cargada de humanidad, de sol ardiente y de pueblos alineados bajo la misma luz:
“Mis padres cortaron caña de azúcar para que yo pudiera probar su dulzura”.
¿Cómo no sentirme identificado? El sacrificio de los inmigrantes es universal: emigrar para ofrecer un mejor futuro a los hijos.
Cierre dramático
Las emociones seguían empujadas al exterior por un programa que exaltaba la diversidad en todas sus formas. Un mensaje de solidaridad urbi et orbi. Como representante de un país pequeño, pero rico en dignidad, no podía ignorar su trascendencia.
La bendición final estuvo a cargo del reverendo Luis León, de origen cubano. Su mensaje resaltó la unidad de los estadounidenses bajo un mismo Dios, sin distinción de raza, orientación sexual o estatus social. Y entonces, en un español cargado de acento caribeño, pronunció las palabras que debieron resonar en el alma de todos los hispanohablantes:
“Señor Presidente, Vicepresidente, que Dios los bendiga todos sus días”.
Cerraba Beyoncé. Su voz de mezzo-soprano, potente y controlada, entonó con maestría The Star-Spangled Banner. Días después estallaría el escándalo: todo había sido lip sync. Su legendaria voz, sí, pero grabada previamente. El frío extremo la convenció de resguardar su tesoro vocal.
Terminadas mis responsabilidades diplomáticas del día, decidí caminar los siete kilómetros desde Capitol Hill hasta la residencia del embajador dominicano. Afuera, un frío cortante. Dentro de mí, una calidez indescriptible.
En ceremonias anteriores de toma de posesión de presidentes de EE. UU., la asignación de puestos en la explanada del Capitolio y áreas circundantes ha seguido un protocolo bien establecido, con variaciones dependiendo del presidente, la seguridad y la asistencia esperada. Aquí algunos aspectos clave:
Distribución y asignación de espacios
1. Plataforma del Capitolio: Destinada a funcionarios gubernamentales, expresidentes, diplomáticos y familiares del presidente y vicepresidente electo.
2. Área VIP: Ubicada en la parte frontal, reservada para invitados especiales, legisladores y donantes importantes.
3. Sección del público: En la explanada del National Mall, abierta a cualquier persona que quiera asistir, aunque en algunos casos se emiten boletos gratuitos asignados por el Congreso.
4. Zonas de seguridad: Áreas con acceso restringido controladas por el Servicio Secreto y otras agencias federales.
5. Pantallas gigantes: Instaladas en el National Mall y otros puntos estratégicos para permitir que los asistentes vean la ceremonia en vivo.
Ejemplos de ceremonias pasadas
Barack Obama (2009 y 2013): En 2009, la investidura de Obama atrajo a un récord de aproximadamente 1.8 millones de personas, llenando el National Mall. En 2013, la cifra bajó a unos 800,000 asistentes.
Donald Trump (2017): Se estimó la asistencia en unos 600,000 a 900,000 asistentes, aunque hubo controversia sobre las cifras.
Joe Biden (2021): Debido a la pandemia de COVID-19 y los disturbios del 6 de enero, la ceremonia se llevó a cabo con asistencia limitada y estrictas medidas de seguridad.
En general, la asignación de espacios en la explanada sigue un formato similar en cada ceremonia, con ajustes según el contexto político, social y de seguridad.