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Muchos en las minorías en EE.UU. perdieron la fe en criptomonedas

Todos se sintieron atraídos a la idea de las criptomonedas como una ruta hacia la creación de riqueza, pero el colapso ha cambiado la narrativa

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Muchos en las minorías en EE.UU. perdieron la fe en criptomonedas
ARCHIVO - Un anuncio de la criptomoneda Bitcoin es exhibido el jueves 17 de febrero de 2022 en una calle de Hong Kong. (AP)

Un desarrollador de software invirtió sus ahorros en criptomonedas en dos ocasiones y los perdió por completo. Pero aún las promueve entre la comunidad negra de Estados Unidos y le gustaría volver a invertir en ellas.

Un universitario recién graduado y una madre soltera incursionan con esperanza en bitcoin después de asistir a un taller de criptomonedas patrocinado por el rapero Jay-Z en el complejo de viviendas públicas donde creció el astro del hip-hop.

Pero una exejecutiva de una casa de cambio de criptomonedas se siente desilusionada por la falsa promesa de que las criptomonedas ayudarían a su familia en la región etíope de Tigray, devastada por la guerra.

Todos se sintieron atraídos a la idea de las criptomonedas como una ruta hacia la creación de riqueza fuera de los sistemas financieros tradicionales, que tienen una larga historia de discriminación racial e indiferencia hacia las necesidades de las comunidades de bajos ingresos. Pero el colapso de las criptomonedas a lo largo del último año ha asestado un golpe a esa narrativa, alimentando un debate entre quienes aún creen en su futuro y los escépticos, que dicen que la publicidad engañosa y el bombo publicitario azuzado por celebridades han atraído a personas vulnerables a una clase de activos riesgosos y que no han demostrado su valor.

La bancarrota en marzo de dos bancos amigables con las criptomonedas —Silvergate Capital Corp. y Signature Bank— complica el panorama. Su fracaso fue un revés para las empresas de criptomonedas, que dependían de los bancos para convertir las monedas digitales en dólares estadounidenses. No obstante, la crisis apuntaló a Bitcoin, la moneda digital más antigua y popular, al reforzar la desconfianza en el sistema bancario, algo que en un principio ayudó al ascenso de las criptomonedas.

Mariela Regalado, de 33 años, y Jimmy Bario, de 22, vecinos del complejo habitacional Marcy Houses en Brooklyn, comenzaron a comprar 20 o 30 dólares de bitcoin más o menos cada dos semanas después de asistir el verano pasado a la “Academia Bitcoin", un taller patrocinado por Jay-Z y Jack Dorsey, cofundador de Block Inc., la empresa matriz del sistema de pago móvil Cash App.

“No lo veo como algo que me sacará de Brooklyn y me permitirá comprar una mansión de 2 millones de dólares en Texas”, dijo Regalado, consultora educativa y madre de un niño pequeño. “Pero si sucede, lo apoyo por completo”.

Sólo una pequeña minoría de la población de Estados Unidos tiene criptomonedas, pero su adopción aumentó durante la pandemia de COVID-19 porque las tasas de interés bajas hicieron que pedir dinero prestado e invertir en activos de riesgo fuera más atractivo. Los precios alcanzaron su punto máximo en 2021, y una constelación de aplicaciones, casas de cambio e incluso máquinas de criptomonedas similares a los cajeros automáticos hicieron que comprar monedas digitales fuera fácil.

Pero las desventajas de las criptomonedas quedaron expuestas dramáticamente después de que los precios se desplomaran en 2022, hicieran desaparecer millones de dólares en inversiones y provocaran una cascada de quiebras y despidos en casas de cambio de criptomonedas, prestamistas y otras empresas. Además de su volatilidad, las criptomonedas carecen de protecciones como el seguro de depósitos, ya que no están controladas por ninguna institución en particular. En gran medida carente de regulación, el sector es susceptible a estafas, piratería informática y fraude.

Las criptomonedas se basan en libros de contabilidad descentralizados —normalmente la así llamada cadena de bloques (blockchain, en inglés), un sistema en el que se lleva un registro de transacciones—, que permiten efectuar transacciones entre pares sin intermediarios como un banco o un gobierno. Eso sigue siendo atractivo para muchas personas que enfrentan barreras en las vías tradicionales de creación de riqueza, tales como la propiedad de vivienda, la educación universitaria o el mercado de valores, dijo Terri Bradford, especialista en pagos de la Reserva Federal de Kansas City, que ha estudiado la popularidad de las criptomonedas entre inversores negros.

“No parece que mucha gente esté disuadida de las criptomonedas a pesar de que hemos observado lo que ha ocurrido”, dijo Bradford.

Según encuestas efectuadas por el Centro de Investigación Pew en 2021 y 2022, aproximadamente el 20 % de los adultos negros, latinos y asiáticos de Estados Unidos ha comprado, intercambiado o usado criptomonedas, en comparación con el 13 % de los adultos blancos. La investigación de Bradford, que examinó datos del Centro de Investigación Pew y la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal, encontró que es más probable que los inversores negros posean criptomonedas que acciones o fondos de inversión, mientras que para los inversionistas blancos es lo contrario.

Los partidarios de las criptomonedas negros y latinos han formado grupos en redes sociales, escrito libros y organizado cumbres para promover a los desarrolladores minoritarios en ese ámbito, y también para defender el potencial de la tecnología de las cadenas de bloques para crear sistemas más equitativos en las finanzas y más allá.

Pero las compañías de criptomonedas también intentaron capturar un mercado más amplio de inversores minoristas a través de lucrativos acuerdos de patrocinio con celebridades y equipos deportivos, muchos dirigidos directamente a los consumidores negros y latinos, y promocionaron las criptomonedas como un factor que permitiría una mayor igualdad económica.

Coin Cloud, una empresa que fabrica cajeros automáticos para criptomonedas y que se declaró en bancarrota, lanzó un anuncio en el que el director de cine Spike Lee ridiculizaba el “dinero viejo” como “explotador”, “opresivo” y “blanco”, y decía que las criptomonedas eran “positivas” e “inclusivas”.

Tonantzin Carmona, miembro del Instituto Brookings que estudia el impacto de las criptomonedas en las comunidades minoritarias, dijo que, para los inversionistas sin experiencia, este tipo de bombo publicitario de alto perfil oscurece fácilmente las desventajas de las criptomonedas.

Carmona considera que la mercadotecnia de estas monedas dirigida a las minorías raciales forma parte de un legado de “inclusión depredadora” en la tradición de los préstamos de día de pago y las hipotecas de alto riesgo, servicios riesgosos que prometen acceso a financiamiento que de otro modo estaría fuera de su alcance.

“Tendrás un grupo marginado, una comunidad que ha sido excluida históricamente del acceso a productos, servicios, oportunidades, y de repente le dicen que tendrá acceso a lo que podría ser algún tipo de alternativa”, dijo Carmona. “Pero este acceso a menudo viene con condiciones que socavan los beneficios o que volverán a producir inseguridad para estas mismas comunidades”.

Rahwa Berhe comenzó a invertir en criptomonedas mientras estudiaba productos financieros alternativos durante un programa de maestría en la Universidad de Washington en Seattle. Berhe, que nació en Chicago y creció en Seattle, trató de forjarse una carrera en criptomonedas, encabezando un equipo de cotización de activos digitales en una casa de cambio durante cuatro años, sólo para sentirse aislada por ser una mujer negra.

“Es como si hubieras tomado a todos los tipos tecnológicos y los tipos financieros y los hubieras juntado. No sabía dónde encajaba yo”, dijo Berhe.

Su desilusión se profundizó cuando las criptomonedas no pudieron ayudar a su familia en Tigray durante el conflicto allí de 2020 a 2022, pues la falta de infraestructura y acceso a electricidad hizo que las transferencias fueran imposibles. Cuando trató de hacer notar estas realidades a algunos en la comunidad de las criptomonedas, fue calificada como “negativa” por las publicaciones en redes sociales que celebraban alegremente que el hashtag #eth, de Etiopía, estaba haciendo que las personas conocieran la moneda digital Ether.

Ahora Berhe trabaja con un laboratorio de investigación fundado por la Universidad de Stanford y la Fundación Shoah de la Universidad del Sur de California, y explora cómo se pueden aplicar herramientas web descentralizadas para archivar artefactos africanos de interés cultural o histórico. En cuanto a las criptomonedas, ya no quiere saber de ellas por ahora.

“Fue genial hasta que dejó de serlo”, dijo Berhe.

Los defensores de las criptomonedas alegan que las comunidades minoritarias merecen acceso a una clase de activos potencialmente lucrativos que no va a desaparecer. Muchos creen que otro auge es inevitable y comparan el colapso del año pasado con la caída de las empresas puntocom de la década de 2000, que lejos de ser la muerte de la industria tecnológica, sólo eliminó a los malos actores y reforzó a los ganadores como Amazon.

Andre Mego, gerente de programas de la Academia Bitcoin, dijo que las criptomonedas son una manera accesible de enseñar educación financiera a una comunidad en la que a muchos les parece que conceptos como la inversión para la creación de riqueza son abstractos y están fuera de su alcance. Al final del taller de verano, los participantes recibieron un regalo de 1,000 dólares en bitcoin cada uno, la mayoría de ellos a través de Cash App, que lanzó el comercio de bitcoins en 2018.

“Cuando hablamos sobre accesibilidad, eso genera motivación. Porque cualquiera que esté sopesando invertir podría pensar: ‘Eso es algo grande en el futuro. Eso es algo para lo que tengo que ahorrar mucho dinero. No sé si se me permite hacer esto. ¿Soy siquiera parte de esta conversación?’”, manifestó Mego.

Bario reveló que el taller de la Academia Bitcoin en el complejo Marcy Houses fue su primera introducción significativa a las finanzas personales, aunque la primavera pasada se graduó de la Universidad Lafayette con un título en economía. Al crecer, dijo, invertir no era una posibilidad realista para su familia, que dependía de los ingresos de su padre, el cual era un taxista en Honduras.

“Siempre pensaba: tan pronto como recibas tu dinero, es hora de gastarlo, en cuanto recibas ese cheque de tu salario el viernes”, agregó Bario, que ahora trabaja como entrenador de fútbol.

Omid Malekan, que imparte un curso sobre blockchain y criptomonedas en la Escuela de Negocios de Columbia, dijo que espera que el desplome más reciente le sirva de desengaño a las personas que tienen la idea de que las criptomonedas son una vía confiable para enriquecerse rápidamente. Pero Malekan indicó también que el sector de las criptomonedas necesita más diversidad, no menos, y que se debe alentar a los jóvenes negros y latinos a estudiar carreras para el desarrollo de una tecnología que él cree que será el futuro de las finanzas.

“Las personas que se sienten atraídas a las criptomonedas por la forma en que funciona la tecnología y por la promesa de un sistema financiero más global y accesible, en el caso de esas personas se requiere algo mas para ahuyentarlas que la simple caída de precios”, declaró Malekan.

Tyrone Norris, el desarrollador de software, dijo que aprendió a ser cauteloso acerca de cómo comprar criptomonedas de la peor manera. Al crecer en Washington, D.C., Norris estudió programación informática en la escuela secundaria y tomó cursos universitarios, pero nunca se graduó porque no podía costear asistir de tiempo completo. Ha trabajado como contratista, mudándose a diversas partes del país, y nunca ha sido dueño de una casa ni ha tenido acceso a un plan de jubilación laboral.

Cuando Norris decidió invertir por primera vez en criptomonedas, echó un vistazo en las casas de cambio y eligió MANA, un token (una representación digital que tiene valor sólo dentro de un contexto particular) que impulsa el mundo virtual Decentraland en tercera dimensión, porque compartía el nombre de su exnovia y lo consideró una señal.

Invirtió todo y vació su cuenta bancaria de 4,000 dólares. Cuando su inversión en MANA se duplicó, comenzó a poner dinero en las monedas que pensaba serían las más lucrativas. Pero una casa de cambio resultó ser una estafa, y otra ubicada en Nueva Zelanda perdió millones en un hackeo. La inversión de Norris se fue a cero, pero dos años después él volvió al juego con otros 5,000 dólares. Una vez más, la vio elevarse enormemente y luego desplomarse cuando comenzó el “criptoinvierno” de 2022.

“Yo era un novato; no entendía lo que estaba haciendo. Estaba poniendo mis criptomonedas en lugares peligrosos”, declaró Norris.

Por ahora está tomándose un descanso del desarrollo de programas de cómputo para enfocarse en construir un proyecto de juego de hip-hop respaldado por criptomonedas. Norris dijo que no se arrepiente, ya que el haber invertido le permitió conocer las posibilidades de la cadena de bloques.

“Vengo de tener nada”, dijo. “No llego esperando que nada sea justo”.  

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