Crisis del río Colorado: demanda excede la cantidad de agua disponible
“Colorado Compact”, un acuerdo de 1922 que regula el uso de las aguas del río Colorado y que hoy se encuentra desfasado
La crisis que enfrenta el río Colorado es básicamente un problema de matemáticas.
Los 40 millones de personas que dependen del río para llenar un vaso de agua durante la cena, lavar la ropa o cultivar millones de hectáreas usan mucha más agua que la que aporta el río.
En realidad, la distribución del agua dispuesta hace 100 años en lo que se conoce como el “Colorado Compact” probablemente nunca fue muy equilibrada.
“Quienes elaboraron el acuerdo --y quienes manejaron el agua desde entonces-- siempre supieron, o al menos siempre tuvieron acceso a la información que indicaba que se asignaba más agua que la que el río ofrecía”, expresó Anne Castle, del Centro Getches-Wilkinson de la Facultad de Leyes de la Universidad de Colorado.
En las dos últimas décadas, sin embargo, la situación del río Colorado se tornó muchos más desequilibrada y seria.
Una feroz sequía que ya lleva 22 años ha reducido la cantidad de agua que fluye por el río. Para peor, la gente sigue mudándose a esta parte del país. Arizona, Utah y Nevada figuran entre los 10 estados que más rápidamente crecen, según información del censo.
Si bien Wyoming y Nuevo México no crecen tan rápidamente, sus residentes ven que dos embalses clave --populares destinos turísticos-- pierden agua para alimentar el lago Powell. El Distrito de Riego Imperial del sur de California, por su parte, usa más agua que Arizona y Nevada combinados, aunque es de notar que esa agua desempeña un papel vital en la ganadería y la producción de vegetales de invierno distribuidos en todo el país.
Hasta no hace mucho, los administradores del agua y los políticos cuyos votantes dependen del río evitaban hacer frente al dilema de cómo resolver el tema de que la demanda de agua excedía la cantidad de agua disponible. En cambio de ello, apelaron al agua de los dos embalses más grandes del país, los de los lagos Mead y Powell, consumiendo más agua que la que puede reponer la madre naturaleza.
En el 2000, ambos embalses estaban al 95 % de su capacidad. Hoy están al 27%, un nivel peligrosamente bajo.
Tan bajo que este verano la comisionada de la Oficina de Manejo del Agua (Bureau of Reclamation) Camille Touton declaró ante la comisión de Energía y Recursos Naturales del Senado que habría que reducir el consumo de agua en entre 2 y 4 millones de acres-pies (un acre-pie equivale a 385,000 galones; un galón son cuatro litros) para que el sistema no baje “a niveles críticos”, capaces de comprometer la infraestructura del embalse y la producción hidroeléctrica.
La comisionada fijó un plazo para que los estados de la cuenca del Colorado ofrezcan fórmulas para reducir el consumo de agua. Los estados de la parte alta de la cuenca (Colorado, Utah, Nuevo México y Wyoming) presentaron propuestas, pero los de la parte baja (California, Arizona y Nevada) no presentaron un plan conjunto.
La comisionada amenazó con tomar medidas unilaterales, pero por ahora no lo ha hecho. Solo dijo que entrarán en vigor reducciones predeterminadas en Arizona, Nevada y México, y dio a los estados más tiempo para proponer un acuerdo conjunto.
Siguen siendo ignoradas
Una semana antes de que venciera el plazo fijado por Touton, representantes de 14 tribus originales con derechos sobre el agua del río enviaron a la Oficina de Manejo de Agua una carta expresando preocupación porque no se las tomaba en cuenta en el proceso y exigieron que se “protejan nuestros derechos”.
Esto no es nada nuevo. El acuerdo inicial respecto al manejo del agua firmado el 24 de noviembre de 1922, fue negociado por siete terratenientes blancos en beneficio de gente como ellos, de acuerdo con Jennifer Pitt, de la Sociedad Nacional Audubon, que procura restaurar los ríos de la cuenca.
“Se repartieron el agua entre ellos y su gente, sin reconocer las necesidades de México y de las tribus originales, ni las del medio ambiente”, expresó Pitt.
México, parte de cuyo territorio recorre el Colorado antes de desembocar en el océano Pacífico, se aseguró el suministro de agua mediante un tratado firmado en 1944. El tratado le garantizó 1.5 millones de acres-pies además de los 15 millones que ya tenía.
Las tribus, sin embargo, siguen sin tener pleno acceso a las aguas del río. El acuerdo de 1922 dice que los derechos de las tribus preceden a los de los demás, pero no entra en detalles, lo que obliga a los indígenas a sellar acuerdos individuales o a acudir a los tribunales. Muchos de esos casos no han sido resueltos todavía.
Intereses conflictivos
La agricultura usa la mayor parte del agua del río, entre el 70 % y el 80 %, dependiendo de quién haga el cálculo. Al analizar cómo reducir el consumo, siempre se piensa primero en lo que puede hacer el agro.
Algunos programas piloto se basan en el pago a los agricultores para que consuman menos agua, pero todavía no se resolvió cómo hacer que el agua que no usan llegue al lago Powell o cómo elaborar un programa que no afecte negativamente el derecho al agua de los agricultores.
Anticuadas leyes estatales indican que la asignación de agua a una operación agrícola puede ser reducida si no usa toda el agua que recibe. Es por ello que el rancho de la familia Craig, del noroeste de Colorado, piensa inundar sus campos una vez cada diez años, a pesar de que hace poco instaló un costoso sistema de riego para conservar agua. Nueve de cada diez años recibirá pagos de parte de un grupo que alienta la conservación del agua a cambio de que deje el agua que no necesita usar en el río.
En Colorado, mientras tanto, revocan el derecho al agua después de diez años si no se la utiliza.
Perder ese derecho implicaría no tener acceso a reservas de agua para emergencias y el valor de la propiedad disminuiría, según Mike Camblin, un ganadero que dice que la tierra se desvaloriza un 80 % si no tiene derecho al agua.
Hay otras formas de mejorar la eficacia, pero el dinero siempre es una barrera.
El reciclado de aguas residuales avanza en la región, aunque muy lentamente, ya que requiere grandes cambios en la infraestructura. San Diego construyó una robusta planta de desalinización para convertir el agua del mar en agua potable, pero algunos agricultores tratan de rescindir sus contratos porque dicen que esa agua es muy cara.
Una de las mejores oportunidades para la conservación del agua es sacrificar algunos paisajes y jardines, según Lindsay Rogers, experta en el manejo del agua de Western Resource Advocates, una organización sin fines de lucro que procura proteger el agua y la tierra en el oeste del país.
Sembrar plantas más tolerantes de las sequías requeriría una combinación de políticas nuevas e incentivos, de acuerdo con Rogers. “Es algo que va a resultar decisivo en los esfuerzos por buscar un equilibrio entre suministro y demanda”, manifestó.
Luego de años de ofrecer incentivos para que la gente no regase sus jardines, la municipalidad de Las Vegas dispuso que no podrá haber césped que no cumpla alguna función a partir del 2026, ofreciendo un modelo a otras comunidades del oeste. Por años la municipalidad pagó a la gente para que eliminase el césped de sus jardines. En Denver desde hace años se puede regar los jardines solo tres días por semana. Y en el sur de California se dispuso que haya riego solo un día por semana este verano.
De todos modos, estas medidas no bastan.
“Las leyes sobre el río no cubren las necesidades actuales”, dijo Pitt, de Audubon. “Fueron pensadas en base a un suministro de agua mayor que el que tenemos”.
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