Las tragedias que marcaron la vida de Héctor Lavoe a 30 años de su muerte
Su hijo murió de un disparo accidental mientras un amigo limiaba su arma; su suegra fue asesinada por sicarios y su apartamento se incendió por un cigarrillo mal apagado que lo obligó a saltar por la ventana para salvar su vida; finalmente murió tras contraer SIDA
Hace 30 años, el ídolo indiscutible y artista más representativo de la salsa, Héctor Lavoe, falleció en el Hospital Saint Claire de Manhattan, Nueva York, tras sufrir un segundo paro cardíaco como consecuencia de complicaciones relacionadas con los problemas pulmonares y el SIDA que padecía. Tenía solo 46 años.
El martes 29 de junio de 1993, pasadas las 12 del día, su corazón dejó de latir, sacudiendo al mundo de la salsa y sumiendo a millones de fanáticos de todo el mundo en profunda tristeza. Dejó un inmenso legado musical, por el cual se ganó el cariño y respeto del público; un legado que trascenderá por generaciones.
Agobiado mentalmente por las grandes tragedias que se sucedieron a lo largo de su vida y con un físico notablemente deteriorado por el consumo excesivo de drogas y el VIH contraído a finales de los 80, dejó este plano, el considerado más grande cantante de salsa de la historia y gran responsable de la popularidad del género a nivel internacional.
En un lapso de pocos meses, su hijo de 16 años murió por un disparo accidental de un amigo mientras limpiaba un arma de fuego, su suegra fue asesinada por sicarios en extrañas circunstancias, murió su padre y sufrió el incendio de su apartamento por un cigarrillo mal apagado que lo obligó a saltar por la ventana para salvar su vida.
Para colmo de males, al año siguente de la muerte de su hijo, el disco con el que pensaba regresar a la escena, Strikes Back, tuvo buenas críticas y fue nominado a los Grammy, pero el público ya no llenaba estadios para verlo; le diagnosticaron VIH, contraído por el uso de una aguja infectada; e intentó suicidarse arrojándose de un noveno piso, tras una discusión con su esposa, lo que le dejó varias heridas.
Sus últimas apariciones públicas anticiparon que el final estaba cerca. En 1990, la Fania All Stars realizó un concierto para homenajearlo, pero al subir al escenario estaba en tan mal estado que no pudo cantar. El show terminó abruptamente con todos los miembros de la orquesta llorando por verlo así. Un derrame cerebral en 1991 le dejó medio cuerpo inmovilizado y una penosa entrevista en los primeros meses de 1993 lo mostró con un aspecto físico desconocido y balbuceante.
Un artista genial, considerado el cantante de los cantantes
Probablemente, el destino del genial artista ya estaba marcado en los años ‘70, cuando su gran amigo y productor Willie Colón le sugirió a Rubén Blades que no había mejor intérprete para su composición “El cantante” que el propio Lavoe.
Más allá del gran sentimiento con el que el intérprete dotaba cada canción, también es cierto que Lavoe sobresalió por su asombroso rango vocal y un carisma sobre el escenario que conquistó al público neoyorkino y, desde allí, al resto del mundo.
No por casualidad el hombre bautizado en su nacimiento como Héctor Juan Pérez Martínez había adquirido como apellido artístico a una deformación en la pronunciación con la que los estadounidenses lo definían: La Voz.
Es que Lavoe fue algo así como el Frank Sinatra de la salsa y los ritmos caribeños, que en su momento de apogeo llenaba estadios como solista y, a la vez, como integrante clave de la Fania All-Stars, un combo por el que pasaron nombres rutilantes del género, como Tito Puente, los propios Willie Colón y Rubén Blades, Celia Cruz, Ray Baretto, Johnny Pacheco, José Feliciano y Jorge Santana -el hermano de Carlos-, entre otros.
“El cantante de los cantantes”, tal como lo definía su público y la crítica en su momento de esplendor -en una prueba más de su dimensión artística-, había nacido el 30 de septiembre de 1946 en Ponce, Puerto Rico, en donde desde muy pequeño inició estudios musicales en el conservatorio, bajo la influencia de su padre, un guitarrista aficionado que amenizaba las fiestas de su vecindad en pequeñas orquestas locales.
Pero, de a poco, el joven estudiante de música, que para entonces ya había perdido a su madre cuando solo tenía tres años, fue dejando de lado la academia, y acercándose a los ritmos populares de su región, como la salsa, el guaguancó, el bolero, la guaracha y el son.
A los 16 años decidió probar suerte en Nueva York y fue hacia Queens, en donde vivía uno de sus ocho hermanos, pero la tragedia otra vez se hizo presente en su vida. Poco antes de llegar allí, su hermano murió en un accidente automovilístico. Los planes no cambiaron para la futura estrella de la salsa, quien igual se radicó en esa ciudad, en la casa de otra de sus hermanas.
En medio de distintos trabajos para ganarse la vida, comenzó a entremezclarse con colegas latinos que tocaban en clubes nocturnos, hasta que, por recomendación de su padrino artístico, el dominicano Johnny Pacheco, finalmente conformó una sociedad musical que duraría varios años con Willie Colón.
La dupla fue fichada en 1967 por el sello Fania, la principal discográfica de música caribeña en esa ciudad, en medio de la gran explosión del género entre el público local, por lo que los años siguientes serían los de la consagración definitiva.
Entre finales de los ‘60 y mediados de los ‘70, tanto en binomio con Willie Colón como con la Fania All Stars, Lavoe protagonizó conciertos multitudinarios en estadios, en lo que es considerada su etapa más brillante. Pero antes de la mencionada velada boxística, la dupla se rompió, un poco por las intenciones de Colón de probar suerte como solista y, otro poco, por los problemas con las drogas que comenzaban a hacer mella en Lavoe.
No obstante esto, en 1975, el sello Fania le propuso registrar su primer disco solista, que se iba titularía La voz y se produjo un acercamiento con Colón, quien terminó produciendo la placa. Pero a pesar de que en 1976 grabó un segundo disco y de seguir cautivando con su voz, la carrera del talentoso intérprete comenzaba a naufragar debido a su fuerte adicción a las drogas, lo cual hacía que su comportamiento en escena transitara por momentos erráticos.
A lo largo de los ‘80, el intérprete mantuvo su status de gran estrella del sello Fania y continuó protagonizando grandes conciertos, pero sus problemas de adicción intensificaron su comportamiento problemático por lo que, de a poco, sus shows fueron mermando hacia 1986.