En busca de la sonoridad de los atabales y la mezcla con lo mágico-religioso
Desde el siglo XVI y por herencia africana los atabales de Hato Mayor sobreviven al paso del tiempo
La tradición de tocar palos o atabales sumado a las salves viene heredada de generación en generación desde el siglo XVI siendo Hato Mayor, en el este del país, la cuna de esta manifestación cultural.
Según la región donde se toquen los palos o atabales tendrá una sonoridad distinta.
La calidad de ese sonido y la forma en que un maestro palero ejecuta, marca la diferencia.
En el sur son dos tipos de instrumentos: el palo mayor y el palo menor. En el Este son tres. Los atabales se construyen de troncos de madera ahuecados (huecos por dentro) que solamente llevan el cuero del ganado en uno de los dos extremos.
El destacado investigador y profesor Bolívar Troncoso, vicepresidente del Consejo de Desarrollo Turístico de la Provincia de Hato Mayor (Codeprham), en entrevista con Diario Libre, explica que en los ganados, ya sea el chivo o el cabro la piel de la hembra es diferente a la del macho.
“La hembra tiene un sonido más relevante. La del macho es como más profundo, como el bajo. Por eso los palos tienen dos cueros diferentes”, explica.
El tercer instrumento en la región Este es el güiro, que es de metal. Bolívar Troncoso dice que en algunas zonas le introducen la maraca, pero son los menos.
Esta es la esta segunda parte del reportaje Atabales de Hato Mayor: una tradición que se niega a morir.
El sonido distintivo de los atabales en Hato Mayor
Un equipo de Diario Libre fue hasta Hato Mayor para descubrir su sonoridad.
El pueblo está conectado con los atabales. Al llegar al parque, cualquiera de los comunitarios sabe dar con el lugar de la enramada de Media Chiva.
A unas cuadras se encuentra el espacio cobijado de zinc donde se reúnen los maestros paleros a tocar junto a los fieles creyentes de la Virgen de las Mercedes, donde hay un altar para venerarla.
En las fiestas patronales de Hato Mayor del Rey que culminan el 24 de septiembre, en el Día de las Mercedes, se realizan durante nueve días fiestas de palos o atabales.
Los siguientes días, a menos que haya algo extraordinario, la Media Chiva está vacía. Siguiendo el recorrido, los lugareños refieren que hay grupos de palos en Yerbabuena, La Clara, en Morquecho, Manchado, todos cerca del municipio cabecera.
El patio de sobra que tienen las casas en su mayoría permite que haya enramadas.
En el paraje de San Francisco de Vicentillo, en la carretera de la salida hacia El Seibo, vive el joven Juan Laureano, presidente del equipo de atabales de Hato Mayor y comisario mayor de la Hermandad de la Virgen y del Cristo de Bayaguana, que lleva la tradición de adorar a la Virgen de la Altagracia.
Laureano llevó al equipo de DL a “El Alto”, una cuesta donde inicia la tradición de la peregrinación a “Tatica” hasta Higüey.
En El Alto hay una enramada donde se tocan los atabales previo al traslado de los fieles. También hay un altar con las tres cruces y más adelante un mural de la Virgen de la Altagracia.
“El peregrinaje comienza el 1 de agosto de cada año. El día 2 iniciamos con la primera de nueve novenas. El día 10 hacemos un descanso. El 11 tenemos la fiesta mayor donde amanece la penitencia en la comunidad. El 12 nos vamos hasta Santa Lucía, al otro lado de Higuey. El 13 a Santana y el 14 hacemos entrada a la capital de la provincia La Altagracia”, explica Laureano.
Durante ese recorrido se llevan los toros a pie como símbolo de ofrenda, alrededor de 80 a 90 animales.
En el día se hace una gran comilona para todas las personas, que incluye moro de guandules y se sacrifica un ganado.
En la noche, en la enramada, se tocan los atabales. Tres maestros paleros hicieron una demostración a DL.
Francisco Martínez, de 50 años, quien toca desde niño, tomó el atabal y Víctor Molina, de 52 años, agarró el alcahuete. Newlis Laureano, de 33 años, cogió la güira y empezó a salir el ritmo.
Los hombres, que no se dedican a esto a tiempo completo, afirman que tocan de manera voluntaria por su creencia en la virgen. También porque se criaron en medio de fiestas de palos.
Juan Laureano, de 31 años, siguió los pasos de su padre en una actividad que se realiza desde hace más de 160 años. En El Alto, subraya, se reúnen hasta 5 mil personas.
Ha sido un peregrinaje de generación en generación. Su progenitor, hasta el momento de su muerte, fue el comisario mayor de la Hermandad de la Virgen, puesto que ocupó Juan Laureano y que deben continuarlo sus hijos u otro familiar cuando fallezca.
"Mi padre era nuestro guia, quien nos inculcó este trabajo. A él lo enseñaron y eso hizo con nosotros. Damos el 100 por ciento de nosotros para que esto siga y no se caiga. Esto lo mantenemos por fe y por tradición. Me muera yo el viene atrás tiene que seguir haciéndolo igual o mejor", concluye Laureano.
De Hato Mayor, uno de los tocadores de palos más originales y que ganó reconocimientos fue Candelario Díaz, originario de Yerbabuena. Su sobrino ha continuado la impronta.
El sincretismo
En el pueblo de Hato Mayor también tocan palos con fines mágico-religiosos.
En el paraje de Morquecho, en una enramada estaban tocando palos en honor a Dedé, una deidad. Muchos comunitarios miraban extrañados y otros están acostumbrados a los ‘canes’ del sitio que tiene telas o banderas de colores como parte de los rituales esotéricos.
Allí estaban cantando y tocando y otros bailaban moviendo la cabeza y tirándose al piso, como si estuvieran “montados”, en palabras de un señor parado en el lugar.
Al centro, un hombre al que identificaban como el “brujo” tenía un cigarro en la boca y hacía fuertes movimientos.
Aunque al final todos tocan atabales, los que lo hacen por creencia católica expresaron desligarse totalmente de los que tocan para fines de brujería.
El ingeniero en Minas Máximo Mercedes, director regional del Ministerio de Economía y uno de los gestores culturales de la zona, fue el guía hacia el paraje de Morquecho, distrito municipal de Mata Palacios, perteneciente a la provincia de Hato Mayor.
En Morquecho hay más de 15 maestros paleros.
Él defiende la preservación de los atabales a través de su Fundación Pringamoza.
Tres glorias de los palos en Mata Palacios
Un mural en honor a tres fallecidos maestros paleros sirve como parada fotográfica. Ellos fueron Mato Sánchez, Andrés Mena y Olibo Colasina.
El gestor cultural los recuerda sonriente. Cuenta que a Mato Sánchez le decían el “buey chiquito” porque era una persona pequeña y “ponía el palo a tocar solo”.
Andrés mena tenía un tipo de jaleo en el palo que lo diferenciaba de los demás y Olibo Colasina era un gran cantador de salve.
Mientras se realizaba la entrevista frente al mural y centro cultural del distrito municipal de Mata Palacios se acercó a saludar en un motor Ramón Santana, conocido como Ramón Hormiga, un adulto mayor que trabaja en el ayuntamiento.
Fuera de sus labores para llevar el pan a su casa es un gran cantador de salves y plenas en los atabales. Es solicitado en diversas actividades de esta índole.
Mantiene intacto ese timbre de voz que se usa en las salves y dio una pequeña demostración: Oh, ohh,ohh, qué viva Mata Palacios, uoo, uoo.
La zona de Mata Palacios se destaca por los palos. En febrero hacen un velorio de nueve días en adoración a San Blas en la casa de Blas Carmona.
Carmona mostró su casa con la típica y amplia enramada para hacer fiestas, novenas y atabales. Adentro, entre medio de las habitaciones, se encuentra el altar en honor a San Blas.
Comenta que es creyente en la Virgen de la Altagracia. En su patio también tiene las tres cruces, las cuales son símbolos de creencias donde la gente hace peticiones. En días festivos las decoran.
Por igual adoran a San Rafael y la Santa Cruz. Esos velorios se efectúan en mayo.
Otras comunidades cercanas como Guayabo Dulce que tiene el Velorio de Mariana y el Velorio de Guayubín.
Máximo Mercedes entiende que el legado debe continuar y se necesita apoyo estatal.
Lo mismo opina el investigador Bolívar Troncoso: “Cultura debe ser el organismo que debe estar haciendo esas iniciativas que nosotros estamos impulsando, pero lastimosamente no lo hace. La ley les da un mandato a través de las Oficinas Provinciales de Cultura”.
Con los festivales de atabales tanto en Sainaguá, el Festival de Salves y Atabales de Hato Mayor 2023 realizado el pasado 2 de diciembre, así como las fiestas patronales, las comunidades buscan seguir heredando una tradición que se niega a morir.