La violencia invisible
Parece que hemos perdido la capacidad de dirimir un conflicto sin llegar a los insultos, a los puños o algo peor
Todos los días nos levantamos con noticias terribles. Hay violencia en cada página del periódico y en cada post de la red. Todos los años se incrementan las cifras de ataques, de violencia y muerte a lo interno de las familias, en las calles y otros lugares que antes eran sagrados, como las escuelas.
Parece que hemos perdido la capacidad de dirimir un conflicto sin llegar a los insultos, a los puños o algo peor. Y sí, los niños están normalizando la violencia por lo que el círculo se expande si no somos capaces ahora de romperlo y comenzar de cero.
Pero hay muchos otros tipos de violencia que se desarrollan de modo sutil, pasan por debajo de todos los radares pero que tienen consecuencias a largo plazo. Generalmente las víctimas son los entes más vulnerables porque desconocen sus derechos, piensan que es algo “normal” y no distinguen a su agresor a pesar de la cercanía afectiva, de trato y de la consistencia de los ataques.
Es la violencia invisible que se manifiesta en lo económico, en lo laboral, en lo psicológico y afecta en todos los entornos y estratos sociales. Generalmente no sale en periódicos y si se habla, se trata con vergüenza y en susurros. El rastro de sus consecuencias puede afectar generaciones.
Mucha gente desconoce que existe la violencia económica y que tanto hombres como mujeres la ejercen y la padecen. Cuando tu pareja te impide trabajar, controla tus gastos, no te permite ser financieramente independiente porque no te deja tener tus propias cuentas y productos bancarios, se están violentando derechos. En este tipo de violencia, hay acuerdos de pareja que solo cumple uno de los dos.
Igualmente, si no tienes incidencia en las decisiones financieras que se toman en tu hogar, si toman prestado a tu nombre y dañan tu historial crediticio, si se esconden ingresos o bienes, también es violencia. Seguro que te llegan a la mente muchos nombres y casos porque este tipo de violencia es sumamente común, pero se maneja en el circulo familiar y no trasciende. Conozco mujeres que incluso trabajando tienen que pedir para ir al salón…
La violencia laboral está en aumento. Se esconde tras acosos verbales o físicos, en la intimidación y la degradación, en la asignación de tareas excesivas y fuera de horario y en el trato injusto y discriminatorio. Aunque pueda pensarse que solo implica al supervisor y al supervisado, también hay mucho del ambiente y de los compañeros de trabajo. Conozco personas que han aguantado lo imposible por miedo a las represalias “si se sabe”, a las burlas de los demás, o por temor a quedarse sin trabajo. A veces por todo lo anterior.
No podemos dejar fuera a una de las peores, quizás las más invisibilizada de todas las violencias, la psicológica. Se mueve como una sombra en los ambientes donde deberías sentirte más seguro y protegido. Son las amenazas, el chantaje y las humillaciones cuyas marcas duran más que un golpe en la piel porque drenan la autoconfianza, el amor propio y tu valía como persona. Hay relaciones que sobreviven entre el aislamiento de familia y amigos, las comparaciones, el desprecio y la indiferencia. Esta violencia te destroza por dentro.
¿Cuál es la solución? En principio hablar de ellas, dar visibilidad a esta violencia invisible, darle contexto y poner ejemplos. Que haya acceso a asistencia psicológica de forma más sencilla y económica, que se pierda la vergüenza, que se pueda salir de ese círculo destructivo y sanar.
El proceso es largo, hay que lidiar con verdades incómodas, tomar decisiones difíciles en un proceso de sanidad que no lleva guion ni tiempo, pero que al final te devuelve la dignidad, el amor propio y la libertad. Créeme, vale la pena, lo digo por mí.