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Fama
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Entre la fama y los platos sucios

La fama es vista como una construcción externa que no tiene un valor real en el camino hacia la plenitud

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Entre la fama y los platos sucios
La fama no es permanente, por lo que aferrarse a ella inevitablemente causa insatisfacción.
(SHUTTERSTOCK)

En un campo de girasoles en Baní, una chica se acercó a mí y me dijo: “Eres la del Mindfulness”. Me sentí halagada. Mi hija, con los ojos brillantes de orgullo, afirmó que yo era una persona reconocida.

Me sentí... famosa. Esa gloriosa sensación duró algunas horas y, conforme el día llegaba a su fin, se desvanecía como el sol sobre ese hermoso campo amarillo.

Al llegar a casa, tuve que hacer tareas mundanas que, en la mente de muchos, no pertenecen a una celebridad: mandar a acostar a los niños setenta y cinco veces o fregar los platos.

Esto me ha pasado varias veces: un momento estoy tomándome fotos con lectoras de mis libros o participantes en mis conferencias, y al siguiente, estoy empujando un carrito en el supermercado, devanándome los sesos para decidir qué le voy a dar de comer a mi familia.

No tiene tanto que ver con lo caro que está todo... o tal vez sí. En realidad, el problema es que soy un desastre planeando el menú semanal. Y fregar, repetir órdenes a mis hijos e ir al supermercado, no son actividades que asocie con la fama o la fortuna.

La fugacidad de la fama

Ese día, entre los girasoles, aprendí una lección: la fama es efímera.

En el budismo, una filosofía que no adopto como religión pero de la que obtengo mucha sabiduría, la fama es vista como una construcción externa que no tiene un valor real en el camino hacia la plenitud.

Al igual que la riqueza o el poder, la fama es impermanente, por lo que aferrarse a ella inevitablemente causa insatisfacción.

Buda argumentaba que la verdadera paz viene del desapego, no del reconocimiento externo. También, que el apego a la identidad o el ego, es una de las principales fuentes de sufrimiento y es una distorsión de nuestra propia naturaleza.

Podemos ver la fama como una oportunidad para compartir enseñanzas y hacer el bien. Estoy segura de que, si adoptáramos esta percepción, nos volveríamos más humildes al hacernos selfies con nuestros seguidores o dedicar libros.

Tampoco no puedo asegurar, basándome en los tantos ejemplos que he observado, que la fama sea sinónimo de felicidad. La vida transcurre igual para todos, desde el ser humano más invisible hasta la persona más conocida.

Estoy convencida de que tanto mi papá, un héroe anónimo, como Marlon Brando, una superestrella de los años 60, compartían las mismas inseguridades y problemas en su época. Tal vez el primero tuviera una cuenta bancaria con menos ceros, pero ¿quién puede asegurarlo con certeza?

Los desafíos de la notoriedad

Ser famoso y no saber manejarlo puede llevar a adicciones y problemas de salud mental. Un claro ejemplo es Marilyn Monroe, la icónica actriz que enfrentó dificultades, en parte, debido a la presión y las expectativas que acompañaban su estrellato.

Aunque era un símbolo de belleza y glamour, luchaba constantemente con su identidad personal y pública. Kurt Cobain, líder de Nirvana, alcanzó la fama rápidamente, pero el peso del éxito lo sumió en profundos problemas de depresión y adicción.

Su trágica muerte en 1994 es un recordatorio de lo que la fama puede significar para la salud mental.

Britney Spears, la estrella pop, fue un ícono juvenil, pero a medida que su carrera despegaba, también enfrentaba la invasión constante de los medios y la presión pública. Su lucha por la autonomía personal y la tutela que enfrentó han resaltado los desafíos que la fama puede traer consigo.

No es que no quiera ser famosa. ¿Quién no lo quisiera? Es que puedo ver su fragilidad. La fama es como un dulce tentador, pero tan fácil de derretir en el calor de la exposición constante.

Me imagino rodeada de cámaras y flashes, pero también de un ejército de opiniones ajenas, y eso, sinceramente, me da un poco de miedo. ¡El anonimato tiene su propio encanto!

El deseo de validación y reconocimiento es una necesidad humana natural; buscamos aprobación porque nos ayuda a sentirnos parte de un grupo y refuerza nuestra autoestima. Sin embargo, este deseo puede volverse negativo cuando:

  • Se convierte en la única fuente de autoestima: Si nuestro valor depende exclusivamente de la aprobación externa, nos volvemos vulnerables a la crítica y la falta de reconocimiento.
  • Nos aleja de nuestra autenticidad: Cuando actuamos solo para complacer a los demás o encajar en ciertos estándares, podemos perder el sentido de quiénes somos realmente.
  • Genera ansiedad y obsesión: Buscar validación constante puede llevarnos a la comparación extrema, el miedo al fracaso y la necesidad de mantener una imagen perfecta en todo momento.
  • Nos vuelve prisioneros de la opinión pública: Si la fama convierte la necesidad de reconocimiento en un espectáculo, esta puede distorsionar la percepción de la realidad.

El equilibrio está en reconocer nuestro valor interno sin depender completamente de la validación externa. La verdadera satisfacción viene de hacer aquello que nos apasiona, más allá de cuántos aplausos recibamos.

TEMAS -

Es mentora en Mindfulness, cofundadora del Instituto Dominicano de Mindfulness (INDOMIND) y fundadora de Futura RD, una empresa dedicada a apoyar a futuros autores en la publicación de su libro.