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¿Es lo mismo leer en papel que en pantalla?

Hoy en día hay que reflexionar sobre cómo afectan las pantallas nuestra capacidad de concentración

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¿Es lo mismo leer en papel que en pantalla?
Actualmente es importante evaluar cómo afectan las pantallas nuestra capacidad de concentración. (PEXELS/GÜL ISIK)

Las pantallas se han convertido en una constante en nuestra vida cotidiana. Desde el amanecer hasta el anochecer, interactuamos con dispositivos digitales para una variedad de propósitos, incluidos el trabajo, el estudio y el ocio.

Este cambio hacia una existencia cada vez más digitalizada nos impulsa a reflexionar sobre cómo afectan las pantallas nuestra capacidad de concentración. ¿Nos enteramos igual, retenemos la misma cantidad de información, cuando leemos en una pantalla que cuando lo hacemos en papel? ¿Cuáles son las diferencias entre hacerlo de una manera u otra?

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La multitarea digital y la fragmentación de la atención

La revolución digital ha traído una accesibilidad sin precedentes. Tenemos el mundo al alcance de la mano, pero gestionar nuestra atención se ha convertido en una tarea cada vez más desafiante.

La necesidad de permanecer constantemente “conectados” ha transformado radicalmente nuestras interacciones sociales y profesionales, planteando interrogantes acerca de su impacto en nuestra capacidad para concentrarnos.

Investigaciones recientes revelan una preocupante realidad: la multitarea digital, lejos de ser una competencia ventajosa, fragmenta nuestra atención y disminuye nuestra habilidad para enfocarnos en tareas específicas y comprender profundamente el contenido.

Este fenómeno de “atención dividida” sugiere que, en lugar de procesar eficazmente múltiples flujos de información, nuestro cerebro simplemente alterna rápidamente su foco, lo que podría deteriorar nuestra capacidad de concentración a largo plazo.

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¿Afecta la edad a la que lo hacemos?

Los jóvenes, inmersos desde una edad temprana en un entorno digital saturado, se encuentran en el centro de esta transformación.

El incremento en la prevalencia de trastornos de atención entre la población juvenil ha disparado las alarmas sobre la posible relación entre el excesivo tiempo frente a la pantalla y la merma en la capacidad para mantener la atención.

La generación actual de niños y adolescentes se desarrolla en un contexto donde la interacción con múltiples dispositivos electrónicos es habitual. Esto representa un desafío crucial: cómo asegurar que esta exposición temprana y constante a las pantallas no afecte negativamente su desarrollo cognitivo y su capacidad de concentración.

Encontrar una respuesta a este dilema no es sencillo y demanda un enfoque colaborativo que incluya a educadores, padres y responsables de políticas educativas y de salud pública.

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La lectura digital frente al papel

La lectura, una competencia esencial para el aprendizaje y la adquisición de conocimiento, no ha escapado al impacto de esta revolución digital. Aunque los dispositivos electrónicos facilitan el acceso a un extenso acervo bibliográfico, también introducen distracciones que pueden perjudicar nuestra comprensión lectora y retención de información.

Estudios comparativos entre la lectura en pantalla y en papel indican que la segunda podría favorecer una mayor inmersión y concentración, posiblemente debido a una menor incidencia de interrupciones y a la interacción táctil con el material.

La lectura en papel también permite un enriquecimiento del texto a través de anotaciones y subrayados, lo que puede potenciar la retención de lo leído.

Sin embargo, es vital reconocer que las preferencias personales y el contexto específico de cada lector juegan un papel determinante en el efecto que cada formato tiene sobre la concentración y el aprendizaje.

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Estrategias para navegar una era de distracciones

Frente a la omnipresencia de distracciones que caracteriza la era digital, surge como imperativo la adopción de estrategias conscientes para gestionar nuestra atención de manera efectiva.

Establecer límites claros en el uso de dispositivos electrónicos, particularmente durante momentos clave como las horas de estudio o antes de dormir, puede contribuir significativamente a mejorar la calidad del sueño y, por consiguiente, la capacidad de concentración durante el día.

La práctica de la meditación emerge como una alternativa prometedora para fortalecer nuestra capacidad de atención, entrenando la mente para enfocarse en el momento presente y disminuir su susceptibilidad a las distracciones.

Redescubrir el placer y los beneficios de la lectura en papel, por otro lado, no solo actúa como un contrapeso a la sobrecarga informativa digital, sino que también ofrece la oportunidad de reconectar con una modalidad de aprendizaje más profunda y reflexiva.

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Hacia un equilibrio en la era digital

El verdadero desafío que afrontamos en la encrucijada de la era digital no es el de renunciar por completo a la tecnología, sino el de hallar un equilibrio que nos permita aprovechar sus ventajas sin comprometer nuestra capacidad de concentración.

Medidas como delimitar el uso de las pantallas y revalorizar la lectura en papel no buscan aislarnos de los avances tecnológicos, sino fomentar una interacción más saludable y significativa con ellos.

Nuestra atención es un recurso valioso. Debemos entender que debemos protegerla como medida para mantener y mejorar nuestra salud cognitiva y bienestar emocional. Haciéndolo garantizaremos que la promesa de la era digital se materialice en formas que enriquezcan nuestras vidas.

Al reclamar el control sobre nuestra atención, contribuiremos a que la era digital se convierta en una época de empoderamiento y enriquecimiento, allanando el camino hacia un futuro en el cual la tecnología y la concentración humana coexistan en armonía. En última instancia, el desafío que afrontamos es más humano que tecnológico.

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