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¿Debemos dar mesada a nuestros hijos?

La clave no está tanto en dar o no dar mesada, sino en cómo se da

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¿Debemos dar mesada a nuestros hijos?
Dar algo de dinero semanalmente a nuestros hijos es una excelente oportunidad de que aprendan a consumir y a ahorrar. (SHUTTERSTOCK)

El número de padres que dan dinero a demanda en lugar de una mesada ha ido en aumento en los últimos tiempos. ¿Es esta una buena opción? La clave no está tanto en dar o no dar mesada, sino en cómo se da.

Aprender el manejo del dinero

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Dar algo de dinero semanalmente a nuestros hijos es una excelente oportunidad de que aprendan a consumir y a ahorrar. Para lograr esto, este dinero debe ir acompañado de educación.

En un estudio llevado a cabo en los Países Bajos se encontró que las personas que provenían de familias en las que de niños se les había dado una mesada y enseñado a manejar esta ahorraban entre un 16 % y un 30 % más en la vida adulta.

En este mismo estudio también se encontró que dar la mesada sin este acompañamiento educativo no mejoraba el ahorro en la edad adulta.

Debemos tratar de cumplir tres condiciones:

-Dar dinero suficiente para que pueda adquirir algún bien.

-Asesorarlo en las compras y el ahorro.

-Supervisar en qué gasta el dinero.

De poco sirve dar sermones acerca de la importancia del dinero y de lo que nos cuesta como padres conseguirlo si no le damos a ellos la oportunidad de manejarlo. Gastarse toda la mesada en golosinas en una tarde y no tener para el día siguiente les ayuda a distinguir lo importante de lo no tan importante.

Así, tienen una oportunidad de aprender la importancia de ahorrar y de desarrollar la importantísima demora de la gratificación, el mecanismo de maduración que permite a los humanos controlar impulsos (ser capaces de resistirnos a una gratificación inmediata a cambio de una gratificación mayor en el futuro).

En cambio, dar dinero sin supervisión puede ser contraproducente. Algunos estudios encontraron que los hijos que reciben mesada sin ser supervisados tienen más riesgo de consumo de drogas, ejercer acoso y tener sobrepeso. Pero cuidado, supervisar y controlar no quiere decir recriminar. Comentarios como “claro, como malgastas el dinero, ahora no te queda; así nunca vas a tener nada” no ayudan.

Despilfarrar toda la mesada en chicles puede ser un error y de cometer errores se aprende. Dejar que se equivoquen cuando esas equivocaciones no tienen consecuencias graves es un modo de favorecer la autonomía en nuestros hijos. Será más útil animarlos y ayudarlos a planificar un ahorro en siguientes ocasiones.

La edad y la cantidad apropiada

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Antes de la educación primaria no es demasiado eficaz dar una mesada, pero sí podemos ayudar a los más pequeños a desarrollar el concepto del dinero. Por ejemplo mediante juegos tipo tienda.

En estos juegos podemos interpretar diferentes papeles “Hoy tenemos dinero y compramos. Hoy no tenemos tanto dinero y no podemos comprar tantas cosas”. Con este tipo de actividades fomentamos los conceptos de “para mí”, “para ti” y “para luego”.

Una edad adecuada para empezar a plantearse dar mesada es cuando los niños adquieren los conceptos de suma y resta, habitualmente hacia los siete años. En las primeras mesadas les podemos pedir que gasten solo la mitad y ahorren el resto en una hucha. Así, pueden ver que ahorrar les permite adquirir bienes más caros. Una cantidad semanal es mejor que mensual a estas edades.

La cantidad vendrá determinada por el nivel madurativo, los gastos para los que está destinada y por supuesto por las posibilidades reales de la familia.

En un estudio se observó que las familias con recursos económicos más limitados dan una mayor importancia a que sus hijos adopten hábitos de consumo más eficientes. Además, según este mismo estudio, estas familias suelen aportar mejores modelos de ahorro. Por lo que la cantidad no es tan importante como la educación que acompaña a la mesada.

Condiciones para dar la paga

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La idea es que tengan claro que como padres vamos a cubrir sus necesidades y ellos con su paga los extras. La cantidad de dinero generalmente aumenta a medida que el niño crece y asume más responsabilidades.

Los adolescentes que cuentan con madurez suficiente pueden tener una asignación para cubrir los gastos de ocio. El entretenimiento, los viajes y alguna ropa pueden ser pagados por ellos. Por supuesto, podemos poner limitaciones. Por ejemplo el dinero de la familia no debe gastarse en cigarrillos u otras actividades dañinas.

Es importante evitar prestar dinero si prevemos que no lo podrán devolver. Esto dificulta que valoren el dinero y favorece que se creen conflictos. Puede ser más recomendable dar este dinero si consideramos que es algo relevante o simplemente decir que no en primer lugar, si creemos que no debe gastarlo.

Debemos recordar siempre que nosotros somos los adultos. Por lo tanto somos responsables de marcar límites y guiarlos hacia un consumo responsable.

¿Tareas domésticas remuneradas?

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Si bien es un tema controvertido, la evidencia existente apunta a que pagar por realizar las tareas de casa no es una buena opción. En un realizado en familias de Estados Unidos se observó que dar dinero a los niños por las tareas del hogar no era un incentivo eficaz para la realización de estas.

Los niños que recibían un dinero por contribuir en casa no hacían más tareas que aquellos que no lo recibían. Además, aquellas niñas y niños que contribuían sin recibir dinero por ello ligaban la realización de las tareas del hogar a valores como el deber y la reciprocidad.

No obstante, algunas familias proponen a sus hijos tareas diferentes a las del reparto familiar (por ejemplo, lavar el coche) para ganar un dinero extra. Este tipo de trabajos podrían favorecer su autonomía y la capacidad de ahorro. Sin embargo no existe investigación suficiente para poder afirmarlo con contundencia.

Nuestra relación con el dinero

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Así, en definitiva, las experiencias que tenemos con el dinero en la infancia influyen en la relación que tenemos con el dinero en la edad adulta. Dar mesada a nuestros hijos es la mejor alternativa, siempre que esta vaya acompañada de educación y supervisión. La cantidad debe ir en función de los gastos y debemos ayudarlos a ahorrar una parte.

Por último, no debemos olvidar hacerles ver que la mayoría de cosas importantes de la vida no tienen que ver con el dinero. Si nosotros actuamos en nuestro día a día con valores asociados al deber y la empatía es más probable que ellos también lo hagan. Mostrarnos agradecidos dando un abrazo o una sonrisa al ver que tiene la mesa puesta al llegar a casa es más valioso que unos cuantos pesos.

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