El gran negocio
Las transacciones para dejar entrar haitianos ilegales
Hace unos días estuve por Punta Cana pasando unos días de tranquilidad. En medio de aquello me crucé con dos jóvenes que administraban las toallas en la piscina, uno hijo de un haitiano y una dominicana, y la otra nieta de haitianos y de padres nacidos en República Dominicana.
Todavía no tengo claro cómo llegamos al tema, pero yo debajo del ardiente sol y ellos dentro de su kiosco, comenzamos a conversar sobre la situación de Haití y el tema migratorio. Los dos muchachos, que no pasaban los 25 años, aseguraron ser ciudadanos dominicanos de nacimiento y me expresaron el terror que viven en la calle, a la cual no se atreven a salir a menos que sea con su uniforme de trabajo, porque de lo contrario la pueden pasar mal.
“Si te ven moreno te llevan, yo soy morena, pero más dominicana no puedo ser, pero si me agarran los guardias, me quitan todo o me llevan a Migración”, me dijo ella.
“El problema son los guardias”, me comentó él. “Uno tiene que andar con 5,000 pesos en el bolsillo para darle, porque si te cogen y no tienes cuartos, te llevan donde los de Migración, que si no les pagas, te mandan para Haití. Yo evito salir a menos que sea pal trabajo”.
No es la primera vez que escucho ese cuento. Me lo han hecho en todos los puntos de la frontera con Haití y en otras partes del país. De hecho, una vez escuché a un oficial de Migración referirse al problema en la otra vía: “Nosotros cumplimos con sacarlos, pero si los otros los dejan pasar de vuelta, no hay forma de ganar la pelea”.
Y tiene razón, en la propia frontera vi, nadie me lo contó, cómo un oficial cogía 20 dólares para dejar pasar a un haitiano por la puerta principal. Los cuentos que me hicieron los guardias y los propios haitianos en los puntos fronterizos son de horror, sobre cómo los sacan por un lado y ellos entran por el otro. Entonces, ¿cómo batallamos contra un problema que alimentamos internamente y que se ha convertido en el gran negocio para alguna gente? Me parece que lo primero es garantizarle la tranquilidad a muchachos como los de la piscina, que trabajan dignamente y no se merecen vivir con miedo en su país.