El valor de los Jueces de Carrera
Los jueces de carrera son los héroes silenciosos del Poder Judicial
El pasado 26 de abril asistimos a “La conferencia del poder judicial 2024” auspiciada por el poder judicial dominicano. Allí impartimos un Masterclass en Derecho Tributario. El evento se desarrolló en el edificio en construcción de la primera Ciudad Judicial del país, ubicada en la avenida Sabana Larga, en Santo Domingo Este.
Fue una actividad concurrida en donde se dio cita gran parte de la comunidad jurídica nacional, en especial, los jueces de carrera. Estos últimos hablaron de sus iniciativas para la justicia del futuro con un sentimiento de pertenencia y orgullo hacia su institución. Aquello era contagioso.
Ellos celebraban, de manera genuina, ver avanzar la edificación y hablaron de lo mucho que significa tener una estructura de este tipo que les permita impartir justicia a las personas de manera digna, accesible, segura y cercana. A propósito de este encuentro, vale decir que los jueces de carrera son un gran tesoro y en estas líneas pretendemos explicar un poco su valor e importancia.
La Carrera Judicial está regulada por el artículo 150 de la Constitución y la Ley número 327-98. Contempla el ingreso, formación, ascenso, promoción, desvinculación y retiro del juez. Proceso que se debe regir por los principios de mérito, capacidad y profesionalidad.
Para ingresar se requiere aprobar los programas de capacitación teórica y práctica que dicte la Escuela Nacional de la Judicatura (ENJ), a donde se accede tras superar un concurso de oposición de méritos. Este tiene una duración de 6 a 12 meses. Son requisitos obligatorios: 1) Ser dominicano o dominicana; 2) Hallarse en el pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos; 3) Ser licenciado o doctor en Derecho; 4) Tener por lo menos dos (2) años de haber obtenido el exequátur y no haber sido condenado a pena alguna.
El concurso de oposición se lleva a cabo con nula o muy poca discrecionalidad. No se revelan nombres ni datos del concursante ni al público ni al jurado. Tampoco el concursante conoce previamente quién lo evaluará.
Pasada la fase de admisibilidad, donde se verifican los requisitos obligatorios, se desarrolla la de pruebas psicométricas y de aptitudes, pruebas de competencias, escritas y orales de Derecho, comprobación de aptitudes morales y de idoneidad. Cada prueba tiene una nota mínima admisible y reprobar una impide tomar la siguiente.
El concurso se desarrolla frente a decenas de observadores y las pruebas se llenan con tiempo limitado. En la escrita se requiere desarrollar múltiples temas de materias del derecho público y el privado, temas estos que son conocidos el mismo día de la prueba. En la oral, también con la presión del tiempo, se debe exponer sobre derecho público o privado, según figure en la tómbola o sistema aleatorio.
El temario consta de casi 200 posibles temas, escritos en bolos, uno por cada tema. Se requiere, además de concentración y dominio escénico, tener muy buenas bases del Derecho en sentido general. Los jurados varían en cada prueba y la calificación final es un acumulado.
Los que superan el concurso con notas superiores a 80 puntos, ingresan a una formación de dos (2) años en la ENJ, que, a nivel de estándares, es una de las más completas de toda América. A su entrada a la ENJ, al aspirante a Juez o Jueza de Paz le está prohibido dedicarse a un oficio o al ejercicio del Derecho debiendo asistir de manera exclusiva a la ENJ desde las 8:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde, de lunes a viernes. Conlleva pena de exclusión la inasistencia o reprobar alguna materia.
La formación no es pagada, más bien se aporta al aspirante una suma fija de subsistencia (que en nuestros tiempos en la ENJ era de 18 mil pesos mensuales) con la cual se deben satisfacer todos los gastos del aspirante: alquiler, transporte, comida, medicina, vestimenta, luz, agua, internet, mantenimiento de vehículo y préstamos, si se tienen. Para los que tienen hijos, además, escuela de los niños, manutención, cuido, etc. Desde ahí estos jueces van demostrando vocación de servicio a pesar de las necesidades.
La formación que reciben es integral, se aprende de derecho sustantivo, en todo sentido; de procesos y procedimientos judiciales, de gerencia y hasta de ortografía y gramática. Esto con el acompañamiento de psicólogos y realizando actividades complementarias como educación física y cafés de socialización, entre otros.
La presión en la ENJ es mucha. Pasas el día completo tomando clases, luego, vas a la casa en donde no hay tiempo más que para hacer las múltiples tareas y los trabajos que se asignan durante el día, participar en los foros, prepararse para los simulacros y los exámenes y leer.
Luego, sigue una pasantía en provincias del país, sin saber dónde se va a dormir o comer o con qué se va a vestir, pues no hay aportes extras. Aunque, cabe señalar, que se pone a disposición del futuro juez un financiamiento en FUNDAPEC que se debe pagar, junto a los intereses, con el sueldo cuando sale el nombramiento.
Además, se pasan meses de soledad sin ver a la familia, con lágrimas e impotencia. A veces se envían estos aspirantes a lugares tan remotos que falla hasta la comunicación. Es un programa diseñado sobre la base de una excelencia que se consigue con disciplina y sacrificio.
Así, los héroes que logran superar la ENJ, ingresan a la Carrera Judicial, por sus méritos y esfuerzo, pues en ese proceso no valen las relaciones, ni las ayudas, ni que hablen por ti; hay que ganarse ser Juez o Jueza. Las plazas se eligen por el orden de las notas, por lo que, todo aspirante debe estar dispuesto, tal cual, en la guardia, a servir en la comunidad que le toque, aunque esto cueste dejarlo todo.
Pero no queda ahí. Una vez ya se es juez o jueza de paz, el sistema te impone crecer por escalafón. Es decir, para ascender el juez o jueza debe cumplir criterios de antigüedad, capacidad, profesionalidad y méritos. A saber, servir en tiempo y en categoría, tener evaluaciones de desempeño superiores y acreditar méritos profesionales y personales. Estos últimos implican que el juez o jueza de carrera, además de demostrar capacidad, debe mantenerse en constante estudio del Derecho, especializándose. Este escalafón es público entre los Jueces habilitándose el derecho de impugnación en contra de aquellos que lo vulneren.
Los jueces de carrera son por naturaleza independientes no le deben su ingreso al poder judicial a nadie. El sistema los obliga a prepararse y mantenerse actualizados. En méritos son de los mejores recursos humanos con que cuenta el Estado dominicano. Los jueces de carrera son prudentes, no son improvisados, no son ostentosos y no se exponen. Son temerosos de la ética y han sido formados en un sistema en donde la integridad y la imparcialidad tienen alto valor. Son pensantes, analíticos, saben escuchar y razonar. Son enemigos del favoritismo y de la discriminación.
En los jueces de carrera el Poder Judicial y el país siempre tendrán esperanza. No lo saben todo, son constantes y disciplinados en el marco de un régimen progresivo que está construido para que se vayan perfeccionando al mismo tiempo en que van creciendo. Debemos sentirnos orgullosos de ellos y cuidarlos, procurando que cada día tengan más espacio en las altas cortes dominicanas y en los ámbitos donde se toman las decisiones jurídicas de alta trascendencia social, pues son garantía, en estos tiempos de degeneración, de lo correcto.