Fin de un largo período de apreciación del peso
El Banco Central enfrenta un dilema entre tasas de interés y tipo de cambio
El país acaba de pasar el periodo de apreciación cambiaria más persistente desde que se liberalizó el tipo de cambio en la década de 1980. En efecto, durante 24 meses consecutivos desde junio 2021 hasta mayo 2023 se verificó un ininterrumpido proceso de apreciación.
Otros episodios de apreciación de la moneda ocurrieron en el período 1992-93, luego de la gran crisis macroeconómica del Gobierno de Balaguer (9 meses consecutivos) y luego de la crisis bancaria a fines del 2004 en que el tipo de cambio se apreció durante 13 meses seguidos.
A partir del año 2005 el Banco Central ha seguido un esquema de flotación cambiaria controlada, evitando cambios bruscos en el valor de la moneda, la cual se ha movido en un rango de depreciación anual en el entorno del 4-5%. Esto ha dado predictibilidad a las decisiones de consumidores y empresas y ha evitado una pérdida de competitividad de la economía.
El periodo de apreciación del peso dominicano que acabamos de experimentar fue positivo para la economía porque ayudó al Banco Central a combatir la inflación. Esto, debido al alto componente importado de nuestra economía.
Esta apreciación ocurrió por un simple tema de oferta y demanda: aún en medio de la crisis siguieron llegando dólares a la economía a través de las exportaciones, el turismo, la inversión extranjera, las remesas y los flujos financieros. De hecho, el Banco Central tuvo que intervenir en el mercado cambiario para evitar una apreciación mayor.
Además, hubo factores que contribuyeron a que esta situación no afectara a los sectores productores de divisas, a saber: el alto crecimiento en los Estados Unidos ocasionó un boom en las exportaciones de las zonas francas; y lo que se ha llamado el “Turismo de Revancha” luego del COVID, hizo que la gente quisiera viajar luego de los largos periodos de encierro, independientemente de que nuestra moneda estuviera un poco más apreciada. Es decir, la apreciación fue tolerable en términos de competitividad.
El tema ahora es que el tipo de cambio se está depreciando en las últimas semanas. Por ejemplo, la tasa de cambio de venta en las entidades financieras cerró el mes de mayo en 54.90 y a la fecha de escribir este artículo se encontraba en 56.90. Y esto es muy saludable para la economía.
Una apreciación de la moneda o un tipo de cambio fijo por más tiempo ya iba a afectar a los sectores exportadores de divisas. Con una desaceleración de la Zona Euro y de Estados Unidos, un tipo de cambio más depreciado beneficia al turismo y las zonas francas y a todos los sectores exportadores.
Esto nos trae al tema de la actividad económica. En vista de que la inflación está controlada, el Banco Central ha puesto como su objetivo principal la dinamización de la economía. Para esto tiene que bajar la tasa de interés y es lo que ha hecho. El problema es que esto se da en un contexto en que en los Estados Unidos están aumentando las tasas de interés. Y esto crea presión en el mercado cambiario.
El Banco Central enfrenta un gran dilema: si no baja las tasas de interés, la economía no se reactiva. Pero si las baja mucho, se crean presiones cambiarias. Es un dilema que solo lo puede manejar un Banco Central con credibilidad; y el nuestro la tiene.
Lo que sí va a ocurrir y ya está ocurriendo es que el Banco Central tendrá que utilizar sus Reservas Internacionales para evitar una depreciación mayor. Pero esto no es para preocuparse. La razón de que un Banco Central acumule reservas internacionales es precisamente para utilizarlas cuando se necesitan. Ahora es el momento.
El mejor estimado de lo que pasará con el tipo de cambio es que seguirá depreciándose en los próximos meses a los ritmos históricos y esto ayudará a la economía. En caso de que el ritmo se acelere, el Banco Central utilizará sus reservas para suavizar el ritmo de depreciación.
Hay que tomar en cuenta que gran parte de lo que está pasando es porque el mundo cambió. En Estados Unidos no había un nivel de tasas de interés tan elevado desde hace más de dos décadas. Esto le complica la vida a todos los Bancos Centrales del mundo, incluyendo al nuestro.
El gran reto es buscar un equilibrio de tasas de interés y de tipo de cambio que sea sostenible y que permita un crecimiento razonable de la economía dada la difícil coyuntura internacional.