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Dejar de seguir aullándole a la luna

Lo primero es saber que la República Dominicana no tiene ninguna posibilidad de incidir sobre las causas de la grave crisis que en todos los órdenes padece Haití, que no sea levantar la voz

No hay discusión en admitir que la gravedad de la crisis de Haití solo encuentra salida con la participación de organismos multilaterales que propicien inversión humanitaria en salud, empleo, educación, reforestación y la restitución de la seguridad pública y la institucionalidad democrática. Pero esa llamada comunidad internacional, y particularmente las potencias más vinculadas históricamente a esa nación -Francia, EE.UU., Canadá- han dejado claro su falta de interés, su insolidaridad e inhumanidad con la nación haitiana. Si estos países que he mencionado hubieran dispuestos en Haití, solo el 5% de lo que han aportado en el último año en la guerra de Ucrania, otro fuera hoy la realidad de Haití.

Es decir, seguir clamando a la comunidad internacional es como aullarle a la luna.

Por otro lado, el sector político más conservador del país ha colocado una narrativa que se ha hecho dominante sobre la existencia de un plan articulado, principalmente por Francia, EE.UU. y Canadá, para producir la fusión de ambas naciones. Esa visión se ha prestado mucho a la manipulación política y ha terminado distrayéndonos para concentrarnos en lo que nos corresponde hacer.

Respecto de ese discurso deseo reiterar lo que pienso y en otras ocasiones he afirmado. La única posibilidad de fusión de la República Dominicana y de Haití es que sea impuesta por la intervención militar de una o varias potencias extranjeras sobre ambos Estados y esta fusión solo permanecería mientras se mantenga la intervención militar y enfrentaría día por día la lucha del pueblo dominicano y de seguro del pueblo haitiano. La mejor prueba de lo que estoy afirmando es que, cuando fuimos ocupado por 22 años, y éramos una exigua población de menos de 100 mil habitantes, se generó un movimiento liderado por Juan Pablo Duarte y los Trinitarios que produjo la independencia nacional y el nacimiento de la República dominicana como nación libre y soberana, condiciones éstas que luego fueron reafirmadas en 1865 en la cruenta guerra de la restauración, luego de la anexión a España, país con el que compartíamos idioma, religión, tradiciones y otros valores culturales. Pero tampoco fue posible materializar una fusión de ambas naciones cuando en la segunda y tercera década del siglo xx, se produjo la intervención militar simultánea por una misma potencia militar, los EE.UU., anulando la soberanía y pasando a ser mandados por sendos gobernadores de colonia, la RD de 1916 a1924 y Haití de 1915 a 1934. El curso económico y político seguido por ambos países, en los últimos 60 años, a lo que se suman las marcadas diferencias de nuestra nación con la de Haití, hacen sencillamente imposible la fusión de una en otra.

Sin embargo, la cruda realidad es, y nadie puede ignorarlo ni ocultarlo, que I) compartimos una extensa frontera, muy vulnerable; II) que la profundización de la crisis de todos los órdenes en Haití somete a una población de más de 10 millones de haitianos a la incertidumbre de una vida sin oportunidades ni esperanzas; III) el crecimiento del producto bruto interno de más de un 5% anual por décadas en la RD, nos convierte en un atractivo destino para los haitianos sobre todo por la facilidad de ingreso a nuestro territorio; IV) la existencia de empleadores en la RD que ven en la mano de obra haitiana indocumentada una oportunidad para pagar menor salario y no tener que cumplir con determina impositivas; V) la realidad es que el haitiano migra a la RD, no en un plan conspirativo, sino porque aquí encuentra trabajo y oportunidades que no tiene en su país para a sobrevivir.

Es este contexto descrito el que ha creado condiciones objetivas para una migración haitiana, incluyendo una parte importante con vocación de permanencia, que desborda por mucho las posibilidades del país de su recepción en lo laboral, educación, salud, vivienda, seguridad social, entre otras.

Es cierto también que la llamada comunidad internacional ha dejado constancia reiterada de que no le interesa involucrarse directamente en la solución de la crisis de haitiana y juega a que esta se deslice suavemente hacia la República Dominicana y nuestro país se convierta en la válvula de escape que evite la explosión social o una crisis humanitaria sin precedentes hasta que se cree una situación de hecho que resulte irreversible.

Es pues preciso que desde el gobierno se cambie el enfoque que hasta ahora predomina en el abordaje del tema de la crisis y la relación con Haití.

Lo primero es saber que la República Dominicana no tiene ninguna posibilidad de incidir sobre las causas de la grave crisis que en todos los órdenes padece Haití, que no sea levantar la voz frente a la comunidad internacional.

De igual modo hemos afirmado que es correcta la proclama que de forma reiterada hace el gobierno dominicano en distintos foros internacionales afirmando que “no hay solución dominicana a la problemática haitiana”. Ahora bien, el gobierno si tiene la obligación de buscar la solución dominicana a las consecuencias que produce en nuestro país la crisis haitiana.

La solución dominicana tiene que definirse como política de Estado, que sea integral y a desarrollarse en una estrategia de corto, mediano y largo plazo respecto de cada uno de los ejes que impactan la crisis haitiana. Veamos los principales.

1. El descontrol fronterizo. Hasta ahora el énfasis ha estado puesto en la repatriación de los indocumentados apresados. Por los resultados es claro que esta estrategia se ha demostrado fallida. Igual resultara si se cree que con la verja que se construye se va a lograr. Esta apenas dificultará determinadas formas de robo de ganado, tráfico y contrabando en algunos puntos muy sensibles de la frontera. Hay que insistir que el énfasis principal hay que hacerlo descabezando las estructuras mafiosas de funcionarios civiles y militares que la auspician y se benefician de la trata de personas y de todo cuanto se introduce ilegal por la frontera. Tenemos que desarrollar el muro de la ley, aplicando de forma estricta las leyes migratorias y sancionando a todo quien las viole.

2. Sacar del abandono las provincias de la frontera. Hay que desarrollar una estrategia de desarrollo económico social integral que abarque las 7 provincias fronteriza, que impulse la agropecuaria, la pequeña y mediana empresa, los sistemas de salud, educación básica, formación técnica y profesional; seguridad ciudadana, planes de vivienda, acceso al agua potable, la promoción de los valores culturales e históricos que caracterizan la dominicanidad, con el objetivo expreso de fortalecer el arraigo de la población en la zona y detener el proceso de despoblación que se viene verificando desde hace muchos años.

3. Dominicanizar la mano de obra. Como es sabido hay ramas de la producción nacional que en un 60% y 70 % utiliza mano de obra haitiana. Corresponde al Estado dominicano trazar una estrategia para progresivamente dominicanizar la mano de obra y conforme las características llevarla, en un proceso, en cada rama productiva a la proporción que dispone la ley: 80% dominicana y 20% extranjera. Para ello es necesario mejorar las condiciones salariales y de trabajo en general y también mecanizar y tecnificar la producción, especialmente en la construcción y agropecuaria. De igual modo aplicar de forma estricta la ley a los empleadores que la violen, conforme se vaya estableciendo el proceso gradual de dominicanización de la mano de obra. En este contexto, el primero que debe dar el ejemplo es el Estado dominicano en la construcción de obras públicas.


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Guillermo Moreno es abogado y político. Presidente de Alianza País.