La segunda fase del 30 de mayo
La reconstrucción objetiva de la conspiración del 30 de mayo, que llevó a la muerte de Trujillo, ha sido complicada por la manipulación de documentos y testimonios durante el período de Ramfis-Balaguer en 1961
Uno de los mayores obstáculos que durante años han afrontado historiadores y analistas del pasado para reconstruir objetivamente las interioridades de la conspiración del 30 de mayo, ha sido la cuestión de la fiabilidad de los documentos existentes y la credibilidad de algunos testimonios sobre ese resonante acontecimiento histórico.
En el transcurso del período junio-noviembre de 1961, en el que el país fue gobernado por el binomio Ramfis-Balaguer, la escuela trujillista de desinformación difundió amplia y eficazmente una versión oficial sobre la muerte de Trujillo. Se trató de una campaña de difamación que manipuló y distorsionó la casi totalidad de documentos y testimonios que se pudieron recabar de las deposiciones de los conjurados mientras estuvieron detenidos en las cárceles de la dictadura.
Fue así como se fabricó una versión según la cual los participantes en la conjura no fueron más que un grupo de traidores y ambiciosos que codiciaban deponer a Trujillo para luego beneficiarse del poder político. La memoria colectiva se nutrió de esa campaña difamatoria hasta el punto de que, durante poco más de tres decenios, hubo quienes cuestionaron si los tiranicidas obraron o no inspirados por motivos patrióticos o por ambiciones personales.
Transcurrieron muchos años para que afloraran documentos y testimonios fehacientes, atesorados con admirable fervor en el seno de respetables y sufridas familias, que han devenido en una valiosa fuente para reconstruir con objetividad el verdadero propósito y magnitud de la conspiración del 30 de mayo.
Se recordará que el plan para matar al dictador fue concebido en dos fases que debían acometer dos grupos: el grupo de acción y el grupo político. El primero tenía por misión emboscar a Trujillo para eliminarlo físicamente; mientras que el segundo grupo era responsable de poner en marcha un golpe de Estado para derrocar la administración trujillista, apresar a los principales miembros de la familia Trujillo, así como a aquellos colaboradores, civiles y militares, con los cuales no podía contarse. Finalmente, el grupo político debía propiciar la formación de un gobierno civil de transición hacia el sistema de la democracia.
La primera fase de la conspiración se materializó exitosamente la noche del 30 de mayo cuando Trujillo cayó fulminado por las balas justicieras del grupo de acción. Sin embargo, la segunda fase ni siquiera pudo comenzar debido a la ocurrencia de diversas contingencias que alteraron el curso de los acontecimientos inmediatamente posteriores al tiranicidio.
Esto último permitió que, por un lado, las autoridades nunca perdieran el control de la eficaz maquinaria de la dictadura; mientras que, por el otro lado, los héroes, sin saber a ciencia cierta qué había sucedido, no tuvieron tiempo ni oportunidad para actuar y continuar con la segunda fase del complot, tal y como se había planificado.
Al cabo de unas horas estaban acorralados y no les quedó más remedio que dispersarse en busca de un refugio seguro. Apena constatar que ya al despuntar el alba del miércoles 31, los servicios de inteligencia de la dictadura tenían en su poder una lista, todavía incompleta, con los nombres de los principales actores en el ajusticiamiento de Rafael L. Trujillo. La segunda fase del 30 de mayo había sido un natimuerto y estaba condenada al fracaso.