Toda pared merece un Toribio
La nueva etapa de Ricardo Toribio
Ricardo Arsenio Toribio tiene una cosmovisión muy particular. Y una paleta que actúa como un imán sobre quien se planta ante su obra. Es un mundo imaginado en el que cualquiera querría vivir. Porque en cierto modo no es imposible pensar que una vez el país fue (o el planeta pudo haber sido) como él lo pinta. Escenas de la vida cotidiana en un plano interestelar. A camino entre lo soñado y lo deseado.
Expone hasta el 6 de enero, en el Centro Cultural de España, Memoria de un visitante al archipiélago solar. Al ver esos imponentes formatos, bellísimos, viene a la memoria una tarde en su taller (entonces en San José de las Matas) donde, entre risas, sentenció que “Toda pared merece un Toribio”. Y tiene razón.
Toribio además se preocupa por bautizar bien sus pinturas: Memoria de la Torre de Babel, Mi casa desde el cielo, Los mapas secretos de Dios, Primavera en la casa común… Son una primera pista de lo que él quiere que los demás entendamos. En la trabajada ingenuidad de sus escenas se esconde siempre un pensamiento que puede llevar muy lejos. La alegría de sus colores no disfraza el mensaje último: hay una mejor (correcta) manera de vivir y la estamos dejando pasar. Son cuadros hermosos que ponen de buen humor… y dejan un extraño poso de melancolía. No hay muchos pintores que logren despertar sentimientos. Admiración, sí. Emoción… solo los mejores.
Sus escenas carnavalescas siguen destacando en este género. Alegre confusión, trazos rápidos y danzarines, el desorden perfectamente encuadrado. ¡El carnaval es eso!
Y dos pinturas de 2024, El día de la inundación y Destrucción de la ciudad parecen abrir la puerta a otra etapa. Son tristes y dramáticas; dejan entrever otro Toribio.
Buenísima exposición para cerrar el año.