La sinrazón se impone
El rearme global ¿una respuesta prudente o una profecía autocumplida?
El final de la Guerra Fría se interpretó como el triunfo de la razón sobre la destrucción, la consolidación de un orden basado en la cooperación y la diplomacia. Sin embargo, la carrera armamentista arranca nuevamente. Europa ha anunciado un rearme masivo de 800,000 billones de euros, y la flexibilización de las restricciones fiscales en defensa parecen indicar que la historia no avanza en línea recta, sino en ciclos de aprendizaje y olvido. La humanidad, lejos de haber internalizado las lecciones del pasado, repite patrones de confrontación bajo nuevas justificaciones.
Resucitada la lógica antes de la caída del Muro de Berlín, pero con actores y dinámicas diferentes. La guerra en Ucrania ha reactivado temores existenciales, mientras que el ascenso de China y la incertidumbre en torno a Estados Unidos aceleran la militarización global. Europa, históricamente dividida en su visión estratégica, ahora converge en la necesidad de rearme. Pero, ¿es esto una respuesta prudente o una profecía autocumplida que nos arrastra nuevamente hacia la escalada bélica?
Más allá de lo militar, este giro evidencia cuán efímeras son las restricciones fiscales cuando se trata de seguridad. Demonizados durante décadas, los déficits en el gasto social hoy se justifican sin cuestionamientos en la esterilidad militar. Contradicción evidente: mientras la inversión en educación y salud enfrenta obstáculos presupuestarios, la carrera armamentista se libera de ataduras.
Si algo nos enseña la historia, es que el rearme no ha garantizado la paz: ha allanado el camino hacia nuevas guerras. El desafío actual es evitar que la geopolítica del miedo nos lleve a repetir los errores del siglo XX, cuando los conflictos se volvieron inevitables porque demasiados creyeron que verdaderamente lo eran.