El papel lo aguanta todo
La tragedia de Haití y la hipocresía humanitaria
Se corresponde el título con una frase que carga verdad pese al resobeo. Como anillo al dedo a propósito de una nota periodística en la primera página del Miami Herald, ayer. Se les cargaba el dado a las autoridades dominicanas por un alegado exceso de burocracia en la concesión de los permisos para extraer nacionales de otros países desde Haití hacia nuestro territorio.
De repente, hay una preocupación extendida por esos “desdichados” que, aterrorizados, buscan escapar de ese jirón isleño donde la violencia ha sentado reales. Lo que se veía venir a leguas no se quiso ver, y ahora es el crujir de dientes. Ignorados una y otra vez, los llamados dominicanos a la solidaridad con once millones de seres humanos víctimas de la naturaleza, de la rapiña de sus propios congéneres y del olvido de quienes los expoliaron. A la antigua colonia francesa le pesa, como ancla al cuello, el sello histórico de primera república negra del continente, producto de la sublevación de esclavos contra sus verdugos.
¿Quiénes encabezan las quejas por la alegada lentitud dominicana? Las compañías de helicópteros que, como piraña al oler sangre, han venido a la República Dominicana para transportar a quienes quieren librarse del infierno Haití. Plañan porque cunde la desesperación, pero ignoran adrede que la lentitud nuestra se debe al obligado recelo en la depuración de los viajeros.
¡Cuánta razonabilidad, qué preocupación tan genuina! Olvidaba recalcar la información que se trata de compañías comerciales interesadas en un negocio muy lucrativo, en una oportunidad de hacerse con la gallina de los huevos de oro. Por cada pasajero de Haití a la República Dominicana, un vuelo en helicóptero que apenas sobrepasa una hora, esas empresas tan humanitarias cobran doce mil dólares. Compasión pintada de verde.