Apagón de conciencia
La cultura de la ignorancia en los lugares rurales del país
Detalle aparcado, la versión rupestre criolla de Robin Hood, sin la protección ficcional del bosque de Sherwood y con un fardo de criminalidad común a rastras, se desplazaba en la compañía de una menor cuando fue abatido por la policía. Sin identificar, como es debido, de ella solo se ha dicho que tiene 15 años y que sobrevivió “al intercambio de disparos”.
Rumores vuelan de que Kiko la Quema dejó embarazada a otra adolescente, esta de catorce años. A la acusación de narcotraficante habría que añadirle el hecho cierto de pedofilia. La condena, sin embargo, más que individual, es colectiva. Entre los muchos ilícitos atribuidos al delincuente no figuran el secuestro y perversión de menores. En la zona donde operaba, nadie ha levantado una voz de condena. En el caso, la persecución y avisos letales dejaban en claro un serio peligro para cualquier acompañante.
Silencio cómplice, apagón de conciencia que reproducen una cultura arraigada en nuestras zonas rurales y que con el proceso acelerado de urbanización se ha trasladado a la ciudades, sobre todo a los espacios de la marginalidad. Wander Franco es un ejemplo de muchos que exponen un problema de calado en la sociedad dominicana. Hay una aprobación extendida a las relaciones entre adultos y menores, más cuando median la pobreza y la ignorancia. De ahí la vergonzante posición que ocupamos en los índices latinoamericanos referentes a los embarazos de adolescentes.
Quienes pregonan las pretendidas virtudes del antisocial han pasado por alto el daño que causaba como depredador sexual. Corrompía con el tráfico de estupefacientes, pero también con el despojo del bien preciado de la inocencia a unas niñas dignas de mejor suerte. El ejemplo de una viuda de solo 15 años debería callar esas voces desaforadas que osan defender a la Quema.