Cuba va a Miami ante las interrogantes por reacciones
La victoria sobre Australia lo lleva a su segunda semis
Por fin, Cuba jugará en Miami, la sede que el Gobierno de la mayor de las Antillas trató de evitar desde que nació el Clásico Mundial de Béisbol, al punto que pidió jugar las primeras fases en la zona asiática.
El temor a deserciones masivas y a la confrontación con opositores al sistema que rige sobre la isla por seis décadas alimentó el pedido.
Pero ahora lo hará en la casa de los Marlins, enclavado en La Pequeña Habana, en el condado Miami-Dade, una demarcación donde en 2020 se contabilizaba en 700,000 personas la población nacida en tierra de José Martí.
Una pesadilla logística para la organización, que se arriesga a lidiar con fuertes protestas del exilio.
La victoria antillana sobre Australia por 4-3, el miércoles en Tokio, en cuartos de final, no solo extendió su bolsa a un millón de dólares, sino que le dio el pase a la semifinal que tendrá lugar el domingo, ante un rival de América. Es la segunda vez en la historia del torneo que los cubanos llegan a esta etapa tras hacerlo en 2006, cuando cayeron en la final ante Japón.
¿Cómo será recibida?
“Cuba viene a Miami”, escribe Jorge Ebro en El Nuevo Herald. “Pero lo hace en una ciudad donde chocará con reacciones encontradas que van desde quienes se ven representados en ella a esos que la consideran una extensión del sistema imperante en el país”.
“Cuando menos será un espectáculo interesante de ver al llamado Team Asere, porque una selección de la isla nunca había jugado un torneo de tanta magnitud en Miami, sede de la comunidad de cubanos más grande y donde la mayoría mira con recelo todo lo relacionado con el gobierno, aunque algunos insisten en que este grupo no tiene nada que ver la “política’’”, subraya Ebro, un cubano con más de tres décadas cubriendo deportes.
La forma en cómo reaccionará el público es una interrogante. El Gobierno cubano autorizó por primera vez desde el triunfo de la revolución en 1959 la participación de jugadores que hayan abandonado en algún momento el país y la federación integró a figuras con experiencia en las Grandes Ligas como Yoán Moncada, Luis Robert Moirán, Andy Ibáñez, Erisbel Arruebarruena y Yoenis Céspedes.
Un resultado que da razón a los dirigentes que apostaron al desbloqueo, puesto que la masiva salida de talentos se había traducido en la pérdida del dominio que tuvo Cuba por décadas. En los Clásicos de 2009, 2013 y 2017 el elenco se quedó en cuartos de final.
La reacción
Cuba quedó contra las cuerdas temprano en el torneo en Taiwán al perder sus primeros dos partidos ante Países Bajos (4-2) e Italia (6-3). Pero luego se impuso a Panamá (13-4) y al anfitrión (7-1) para clasificarse como primera de un grupo donde los cuatro países finalizaron con 2-2. Moncada fue clave en ese repunte. Se fue de 4-0 en los dos primeros partidos, pero en lo adelante lo hizo de 12-8, con tres dobles, un jonrón y cinco carreras remolcadas. “Después de las primeras derrotas muchos pensaron que estábamos muertos pero este equipo nunca se rinde y todos juntos supimos salir adelante logrando ganar tres partidos que se nos tornaron difíciles. Hoy podemos decir que estamos entre los cuatro grandes del Clásico Mundial, eso poco lo decían”, dijo Moncada al ser abordado tras el encuentro del miércoles.
La tropa viajó el miércoles con destino a los Estados Unidos, donde se podría unir Céspedes, quien tuvo que dejar la concentración para “resolver asuntos familiares”.
Previo al torneo, un grupo de jugadores activos y retirados creó un movimiento y solicitó a la Confederación Internacional de Béisbol y Softbol que le permitiera jugar el torneo como representante de la “Cuba libre”, pero la organización del torneo la rechazó.