Las rosas ecuatorianas y su carrera de obstáculos para salir al mundo
La industria florícola en Ecuador ha sabido sobreponerse a muchos obstáculos.
La pandemia, luego la guerra en Ucrania y más recientemente las protestas indígenas. Difícilmente una actividad se repondría a tantos males, pero los floricultores ecuatorianos logran saltar de crisis en crisis para llevar sus preciadas rosas al mundo.
Y no ha sido fácil. El covid-19 paralizó parcialmente las ventas, el conflicto hizo decaer los embarques a Rusia y vecinos, y los indígenas, con sus bloqueos de vías en junio en protesta por el costo de vida, asestaron un nuevo golpe al sector.
"Hemos vivido muchas crisis locales e internacionales. Vivimos en crisis, pero sabemos cómo manejarlas", dice Eduardo Letort, gerente de la firma Hoja Verde, que al año produce unos 35 millones de tallos de 120 variedades de rosas.
Cuarta fuente de ingresos por ventas, las rosas movieron 927 millones de dólares en 2021, un récord histórico.
"Han sido años muy duros, pero las empresas florícolas somos muy resistentes. Hemos logrado adaptarnos, nos hemos hecho mucho más eficientes", agrega el empresario al guiar a la AFP en un recorrido por su finca en Cayambe, una localidad andina próxima a Quito.
Cuando la ira indígena iba en aumento, manifestantes la emprendieron contra las rosas. Las imágenes divulgadas en redes sociales estremecieron al gremio de productores y exportadores.
"QUEMAN nuestras flores", denunció en Twitter Expoflores, que difundió un video en el que cajas utilizadas para el transporte de rosas aparecen en llamas en una hoguera en medio de manifestantes.
Algunas cosechas también se pudrieron y terminaron en "la basura", según esa asociación.
A pesar de las manifestaciones, las "camas" (líneas de plantas sembradas) en grandes invernaderos siguen creciendo y floreciendo.
Los cultivos, que se concentran en 5.800 hectáreas en la Sierra ecuatoriana, quedaron en el medio del forcejeo entre indígenas y fuerza pública.
Casi tres semanas de protestas y cortes de carreteras frenaron las exportaciones. El gobierno calcula pérdidas por 1.000 millones de dólares, principalmente en el sector privado.
"Se botó, se cortó porque las plantas son como una vaca (...) Si no se ordeña, la vaca se enferma o se muere. Lo mismo sucede en la agricultura", indica Letort, que destina un 5% de su producción a Francia.
En las plantaciones como la de la holandesa Dümmen Orange, en la vecina población de Guachalá, se amontonaron miles y miles de flores que no pudieron ser vendidas y que debieron ser picadas en trozos para convertirlas en compost, formándose grandes montículos de desechos.
Ecuador, que produce 450 variedades de rosas, se mantiene hasta ahora como el tercer proveedor mundial de rosas, detrás de Holanda y Colombia.
Los floricultores han sabido abrirse paso en un mercado competitivo y alterado recientemente por el alza en el precio de los fertilizantes a causa de la guerra que desató Rusia, uno de los principales proveedores de agroquímicos.
Incluso a pesar de la pandemia, las ventas alcanzaron los 827 millones de dólares en 2020, una pérdida menor de la esperada frente a 2019 (880 millones).
"Vimos que las flores, a pesar de la pandemia, se volvieron en un producto de necesidad. La gente quería tener colores, aromas en sus casas y fue un producto de primera necesidad realmente", sostiene Letort.
También hubo más demanda por los ritos funerarios que, aunque restringidos, se multiplicaron en el mundo a causa del covid-19.
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