Cómo la historia de Columbia con el movimiento de protesta estudiantil llega hasta nuestros días
Protesta, historia y controversia
Estudiantes universitarios que ocupan espacios y exigen cambios. Administradores de la universidad que se enfrentan a la presión de retomar el control de la situación. Intervención policial para realizar detenciones. En otras universidades, los alumnos a veces toman nota, y en otras ocasiones... toman acciones.
Universidad de Columbia, 2024. Y la Universidad de Columbia, 1968.
La manifestación propalestina y las subsecuentes detenciones en Columbia que han desencadenado protestas similares en campus de todo el país, e incluso a escala internacional, no son una novedad para los alumnos de esta institución de la Ivy League. Son las más recientes en una tradición de Columbia que se remonta a más de cinco décadas, una que también ayudó a inspirar las protestas contra el apartheid de la década de 1980 y la guerra de Irak, entre otras.
“Cuando vas a Columbia, sabes que vas a una institución que ocupa un lugar de honor en la historia de la protesta estadounidense”, dijo Mark Naison, profesor de Historia y Estudios Afroamericanos y Africanos de la Universidad de Fordham y participante en las manifestaciones de 1968. “Siempre que hay un movimiento, sabes que Columbia va a ser parte de eso”.
Los estudiantes son conscientes de la historia
Los estudiantes que participan en las manifestaciones de este mes aseguran que es parte de la tradición de Columbia, la cual es reconocida por la propia institución en la programación de eventos conmemorativos y que forma parte de la enseñanza en las aulas
“Muchos estudiantes de aquí son conscientes de lo que ocurrió en 1968”, afirma Sofia Ongele, de 23 años, una de las personas que se sumaron a la acampada en respuesta a las detenciones de este mes.
En abril de aquel año también se acercaba el final del ciclo escolar, cuando los estudiantes tomaron cinco edificios del campus. Había varios motivos. Algunos protestaban contra la relación de la universidad con un instituto que hacía investigación armamentística para la guerra de Vietnam; otros se oponían a la forma en que la elitista escuela trataba a los residentes negros y de otras minorías raciales en las comunidades aledañas a la institución, así como el ambiente que vivían los estudiantes pertenecientes a minorías.
Luego de varios días, el presidente de Columbia permitió la entrada de mil agentes del Departamento de Policía de Nueva York para desalojar a la mayoría de los manifestantes. Las 700 detenciones de ese día no se llevaron a cabo de forma delicada. Hubo puñetazos y porrazos. Decenas de estudiantes y más de una docena de policías resultaron heridos.
Nunca fue historia olvidada. Tampoco lo es ahora que estudiantes propalestinos piden a la universidad que se deslinde de cualquier vínculo económico con Israel a causa de la guerra en Gaza y que a principios de este mes instalaron un campamento de donde más de 100 personas fueron arrestadas. Esto contribuyó a desencadenar manifestaciones similares en campus de todo el país y en distintos lugares del mundo.
El histórico pasado de protestas es una de las razones por las que Ongele eligió estudiar en Columbia y vino aquí desde su natal Santa Clarita, California. “Quería estar en un entorno en el que la gente en verdad tuviera conciencia social”, comentó.
Cuando se trata de protestar, “no sólo tenemos el privilegio, sino también la responsabilidad de seguir los pasos de quienes nos precedieron”, indicó Ongele. El objetivo, dijo, es garantizar “que somos capaces de mantener la integridad de esta universidad como una universidad con conciencia social, una universidad que tiene estudiantes que se preocupan profundamente por lo que ocurre en el mundo, por lo que ocurre en nuestras comunidades y por lo que ocurre en las vidas de los estudiantes que forman parte de nuestra comunidad”.
Directivos de la Universidad de Columbia no respondieron a un correo electrónico en el que se les preguntaba por la postura de la escuela respecto al legado de los acontecimientos de 1968. Aquellos sucesos, al igual que la protesta actual, “desencadenaron un enorme aumento del activismo estudiantil en todo el país”, relató Mark Rudd, uno de los líderes de aquella protesta, en un correo electrónico enviado a The Associated Press. “Yo mismo y otros viajamos por todo el país durante un año después de abril de 1968 para difundir el espíritu de Columbia por todos los campus".
No todo el mundo apoya las protestas
Pero los ecos del pasado no sólo están en la inspiración. Entonces, como ahora, la protesta tenía detractores. Naison dijo que la perturbación de la vida universitaria, y al estado de derecho, enfureció a muchos dentro y fuera de Columbia.
“Los manifestantes estudiantiles no son populares en Estados Unidos”, afirmó. “No éramos populares en los 60. Conseguimos muchas cosas. Pero también ayudamos a llevar al país hacia la derecha”.
Eso tiene un corolario en estos días entre quienes critican las protestas, quienes han condenado lo que dicen que es un descenso al antisemitismo. Algunos estudiantes judíos han dicho que se han sentido atacados por su identidad y tienen miedo de estar en el campus, y los rectores de las universidades han recibido presiones políticas para imponer restricciones y recurran a métodos como la intervención policial.
La rectora de la Universidad de Columbia, Minouche Shafik, acababa de declarar ante un panel del Congreso que la instalación del campamento coincidió con una investigación en torno a las preocupaciones relacionadas con el antisemitismo en las escuelas de élite. A pesar de que al día siguiente solicitó la intervención de la policía por lo que calificó como un “ambiente de acoso e intimidación”, los republicanos del Congreso han pedido su renuncia.
“La libertad de expresión es muy importante, pero no está por encima del derecho a la seguridad”, indicó Itai Dreifuss, de 25 años, estudiante de tercer año que creció en Estados Unidos e Israel. La semana pasada estuvo cerca del campamento, viendo las imágenes pegadas en la pared de las personas que fueron tomadas como rehenes por Hamás en el atentado del 7 de octubre que desencadenó el conflicto actual.
La sensación entre algunos estudiantes de que hay una animadversión personal en su contra es lo que distingue a la situación actual de las protestas de 1968, dijo Naison. Ese conflicto entre los manifestantes y sus detractores “es mucho más visceral”, indicó, lo que, según él, hace que este momento sea mucho más tenso.
“Es la historia que se repite, pero también es territorio desconocido”, afirmó. “Lo que tenemos aquí es un grupo entero de personas que ven estas protestas como una extensión natural de la lucha por la justicia, y otro grupo entero de personas que ven esto como un ataque mortal contra ellos, su historia y su tradición. Y eso hace que sea muy difícil de gestionar para las autoridades universitarias”.
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