En Estados Unidos ha habido más tiroteos masivos que los días que lleva el año 2023
Se estima que hubo más de un tiroteo por cada día de los 130 que han transcurrido del año
A pesar de ser un país en el que las muertes por armas de fuego siempre han sido uno de sus problemas más graves, el 2023 ha sido un año particularmente violento en los Estados Unidos. El 8 de mayo, a 128 días del inicio del año, el territorio estadounidense había contabilizado más de 200 balaceras, según informó la Casa Blanca tras las declaraciones oficiales después de que ocho personas, entre ellas tres niños, murieran a tiros en un centro comercial en Allen, Texas.
De acuerdo con las estadísticas mencionadas por Washington, ha habido más tiroteos que días en lo que va del año y más tiroteos que en el mismo periodo en cualquier año desde al menos 2013, señala a su vez CNN que respalda lo afirmado por la Casa Blanca.
Un “tiroteo masivo”, según Gun Violence Archive, es un tiroteo en el que resultaron heridos o muertos cuatro personas o más, sin incluir al tirador.
El tiroteo masivo más reciente en Estados Unidos fue el ocurrido el sábado en Allen, Texas, donde ocho personas fueron asesinadas y otras siete resultaron heridas en un centro comercial antes de que la policía abatiera al agresor.
El ataque fue la vigésima segunda balacera masiva en el país en lo que va del año, según la base de datos de The Associated Press y USA Today en alianza con la Universidad del Noreste, que cuentan aquellos en los que al menos cuatro personas fueron asesinadas, sin incluir al agresor.
Las cifras bien no pueden coincidir dado la definición del hecho, pero los medios si están de acuerdo en que la cantidad de tiroteos y las muertes por la violencia de armas de fuego ha tenido un incremento en los primeros meses del año.
De acuerdo con AP, en el curso de los primeros cuatro meses y seis días del 2023, 115 personas han muerto en 22 tiroteos masivos, un promedio de una balacera de este tipo por semana.
Explica que, en total supone la cifra más alta de víctimas de tiroteos masivos a estas alturas del año desde por lo menos 2006, según muestra un análisis de datos de The Associated Press, y las muertes ya estaban sucediendo a un ritmo récord antes de que el horror se desplegara en el centro comercial de Texas.
Los expertos hacen notar varios factores que contribuyen: un aumento generalizado en todo tipo de violencia con armas de fuego en Estados Unidos en años recientes; la proliferación de estas armas en medio de leyes laxas que las regulan; los efectos de la pandemia de COVID-19, incluido el estrés tras pasar largos meses en cuarentena; un ambiente político incapaz o reticente a modificar el statu quo de forma significativa; y un énfasis mayor en la violencia en la cultura del país.
Este tipo de explicaciones no sólo no brindan consuelo a las familias destrozadas por los asesinatos, sino que tampoco se lo dan a los estadounidenses de todas partes perturbados por el trauma colectivo en cascada de la violencia en masa.
Los asesinatos de este año han ocurrido de distintas maneras, desde disputas familiares y vecinales y tiroteos en escuelas y lugares de trabajo hasta el surgimiento repentino de balazos en espacios públicos. Se han llevado a cabo en zonas rurales y contextos urbanos. A veces la gente conocía a sus asesinos; a veces no.
El FBI, por su parte, considera que estos derramamientos de sangre son homicidios masivos cuando los sucesos involucran a cuatro o más muertes en 24 horas, sin contar al perpetrador.
Otros sucesos que han contribuido al redoble constante de muertes en 2023 son: el espeluznante asesinato-suicidio en Utah que derivó en el fallecimiento de cinco niños, sus padres y abuela pocos días después del Año Nuevo; el tiroteo letal que segó la vida de seis personas, incluidos tres niños de 9 años, en una escuela primaria en Nashville; asesinatos masivos consecutivos en California, en un salón de baile y una granja de hongos, y la balacera en un centro comercial en Allen, Texas, el sábado, donde, según las autoridades, un hombre armado se bajó de un auto y de inmediato empezó a dispararle a la gente.
Y aunque estos sucesos trágicos reciben mucha atención en los noticieros y entre el público, representan sólo una fracción diminuta de las muertes totales por armas de fuego en Estados Unidos.
Son mucho más frecuentes los tiroteos mortales que involucran a menos de cuatro personas y las muertes por violencia doméstica. Y también están los suicidios, que constituyen más de la mitad de los 14,000 fallecimientos por armas de fuego en lo que va del año, según Gun Violence Archive (Archivo de Violencia con Armas de Fuego), un grupo sin fines de lucro que monitorea reportes de los noticieros y policiales para compilar información.
De todas formas, los asesinatos masivos despiertan el miedo más profundo entre la mayoría de la gente.
“Las personas de todo el país envían a sus hijos a la escuela, y les preocupa que, si mandan a su hijo a la escuela, ¿van a ser baleados?”, señaló Daniel Webster, profesor del Centro Johns Hopkins para Soluciones a la Violencia con Armas de Fuego.
El porqué de tantas masacres
El hecho es que, aunque son menos comunes que otras muertes por arma de fuego, los asesinatos masivos siguen ocurriendo: 20 años después de Columbine, 10 años después de Sandy Hook, cinco años después de Las Vegas, y menos de un año después de las masacres en un supermercado de Búfalo, Nueva York, y una escuela primaria en Uvalde, Texas.
Lo cual nos lleva de nuevo a la misma pregunta inquietante: ¿por qué?
A quienes estudian este tipo de violencia también les desconcierta el ritmo sostenido de la brutalidad.
“Tenemos muchos ejemplos de cosas que parecen estar en un punto crítico en este país”, dijo Katherine Schweit, ex ejecutiva del FBI que creó el protocolo de la agencia en caso de un hombre armado activo tras la masacre de Sandy Hook. “Cuando me pidieron desarrollar esto en 2013, jamás imaginé qué 10 años después seguiría trabajando en lo mismo”.
A los investigadores les llevará años –si es que es siquiera posible– identificar los factores del incremento drástico en la violencia con armas de fuego. Los activistas aseguran que hay medidas que podrían evitar este tipo de crímenes –reformas a las leyes en materia de estas armas y prohibición de algunas armas, entre ellas–, pero destacan que en el Capitolio hay poco interés por implementarlas.
“Creo que Estados Unidos tiene una relación con las armas como ningún otro país del mundo”, señaló Kelly Drane, directora de investigación en el Centro Jurídico Giffords para Prevenir la Violencia con Armas de Fuego. “Estos sucesos son consecuencia de nuestra incapacidad para implementar medidas preventivas”.
El presidente Joe Biden, ferviente defensor de un control de armas más estricto, está frustrado con la reticencia del Congreso para aprobar una prohibición de algunos fusiles semiautomáticos frente al poderoso grupo de cabilderos de las armas, encabezado por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).
Los legisladores sí aprobaron la que, para ellos, representó un hito: una propuesta de ley para controlar la violencia con armas de fuego que endurece las revisiones de antecedentes para los compradores de armas más jóvenes, impide que los que hayan cometido delitos de violencia doméstica adquieran armas de fuego, y ayuda a los estados a utilizar leyes de prevención de violencia con estas armas que le permitan a la policía pedir a las cortes retirárselas a la gente que dé señales de que podría tornarse violenta. Biden promulgó la propuesta de ley el año pasado.
Esa ley y otras medidas han servido de poco para disminuir el ritmo de la violencia o para aliviar el dolor de la nación, que se ha visto exacerbado aún más por la pandemia, el cambio climático y el ajuste de cuentas racial tras el asesinato del afroestadounidense George Floyd a manos de la policía.
“Estas tragedias se han sumado una tras otra, lo que las hace algo casi insoportable”, señaló Roxanne Cohen Silver, profesora de psicología de la Universidad de California, campus de Irvine, que estudia cómo hacerle frente a sucesos traumáticos en la vida.
Los asesinatos masivos, señaló Silver, “son una tragedia más que se suma a todos estos retos psicológicos y emocionales”.
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