Héctor Viel Temperley, la poesía necesaria para encontrar calma y turbulencia
Viel Temperley fue un poeta intenso, con un aire místico muy acentuado y con una relación estrecha con la natación y la enfermedad
Por alguna razón creí que había conocido la poesía de Héctor Viel Temperley a través de la escritora argentina Valeria Tentoni. Sigo convencido de que fue así, aunque no encuentro el texto suyo que me hizo caer en Héctor.
Con todo, Viel Temperley fue un poeta intenso, con un aire místico muy acentuado y con una relación estrecha con la natación y la enfermedad.
Él mismo asegura en una entrevista que su obra tiene dos etapas. En la primera, construía una poesía muy cargada de moldes, en la segunda directamente se acercaba a la poesía.
De este modo, Héctor dice: “El hecho es que me encuentro con mi poesía al no saber cómo hacerla. Termino explicando cómo se nada, cómo poner una mano al nadar... Pero descubro que para escribir “Crawl” tengo que aprender a rezar, y empiezo a tener una relación distinta con la oración y con el aliento. Y al fin de todo consigo mencionarlo como “éste” o “ése”, con minúscula, porque en aquel momento de mi vida espiritual hubiera sido una mentira poner reiteradamente “Jesucristo”.
Crawl se publicó en 1982 y cuenta su relación con el agua, con la espiritualidad y, sobre todo, con su humanidad. En el ínterin, Héctor recrea un mundo poético lleno de imágenes, referencias y reflexiones como diciéndote: “Mira, para un poco, extiende los brazos, contempla, ora, conecta contigo y tu entorno”.
Y sin embargo, de ninguna manera puede decirse que se trate de un poeta religioso. Más bien se trata de alguien con una mirada desde lo espiritual hacia el ser humano, así como la voluntad y la representación del mundo.
Mientras estuvo interno en el hospital británico de Buenos Aires, a causa de un tumor cerebral, Héctor fue retomando fragmentos que había escrito en el pasado sobre la enfermedad y el cuerpo.
Los unió a las anotaciones que hizo durante su proceso de enfermedad y construyó el libro Hospital Británico, un poema en prosa, largo, en el que vuelve a meditar y describir al ser humano, esta vez desde el cuerpo y la enfermedad. Y nuevamente con un sentido espiritual más alto.
Hay quienes se han atrevido a decir que Hospital Británico es un poema profético porque en el libro se habla de situaciones que describió previo a su enfermedad.
Pero, honestamente me inclino más por pensar que Héctor tuvo la consciencia de encontrar en sus notas las preocupaciones que todos los seres humanos tenemos en algún momento en torno al dolor, la enfermedad, la dependencia. Más que profecía, pienso que fue un sesgo de selección. Y sin embargo, su obra es tanto o más profética por tratarse de un ejercicio de la consciencia.
Crawl y Hospital Británico son dos de los libros más potentes que existen en la poesía en español. Como nota anecdótica, en el poemario “Pájaros en el vértice” parto de Viel Temperley para proponer mi idea de mundo, sobre todo por las referencias a Orion.
La edición de su poesía completa es un volumen que conviene tener. Sobre todo para encontrar calma en momentos de dolor y para mirar por una ventana muy amplia hacia el universo en el que caminan los seres humanos:
“Caí enfermo cuando vi a mamá que quería morirse, y murió cuatro días después de que a mí me trepanaran. Habíamos pasado tres meses los dos tirados en la cama. Bueno, me operan del mate y a los dos o tres días salgo al jardín. Iba del brazo de mi mujer. Nos sentamos delante de un pabellón, al que llamo Pabellón Rosetto. Volaban unas mariposas y había unos eucaliptus muy hermosos, nada más que esto, y fui rodeado y traspasado por una sensación de amor tan intensa que me arruinó la vida en el mundo”. Esta entrevista, la única dada por Héctor a Sergio Bizzio es imprescindible, tan potente como su poesía:
Creo que la muerte es algo
Creo que la muerte es algo
que se puede pensar
hasta sin cerebro.
Uno pasa por delante
de algunas casas
y las oye pedir muerte.
Qué destino
el de esos nuevos frentes
de casas de departamentos.
Yo he escuchado a sus materiales
pedir muerte,
volver a ser lo que eran
antes, en cualquier parte.
Me lo piden a mí
que oigo pensar su muerte
cuando paso a su lado
y oyen pensar la mía. (Humanae vital mia, 1969).
Fragmento de Crawl
Vengo de comulgar y estoy en éxtasis
aunque comulgué con los cosacos
sentados a una mesa bajo el cielo
y los eucaliptus que con ellos
se cimbran estos días bochornosos
en que camino hasta las areneras
del sur de la ciudad
–el vizcaíno,
santa adela,
la elisa–
(a la sombra hay un loco, y hay un árbol
muy alto
y alguien dice “cristo en rusia”)
e insolado hablo al yo que está en su orilla,
ansío su aventura
en otro hombre,
y a la hora en que no sé si tuve esclava,
si busco a dios,
si quiero ser o serme,
si fui vendido a tierra o si amo poco,
sé que El quiere venir pero no puede
cruzar –si no lo robo como a un banco
pesado de galeote–
esa balanza
que es tanta hacia ambos lados
atrancando mis puertas:
la abierta, marginal, no interrumpida
matriz sin cabecera
donde gateó la vida,
donde algunos gatean
y su alma sólo traga lo mismo que el mar traga:
aletas, playas solas e iguales, hombres débiles
y una pared espesa
de cetáceo y de fábrica.
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