Junot Díaz recuerda a Edith Grossman como la mujer que "elevó y dignificó la carrera de traductor"
La causa de muerte de la crítica literaria fue el cáncer de páncreas, dijo su hijo Kory Grossman
La reconocida traductora de literatura latinoamericana y española, Edith Grossman, falleció el pasado 4 de septiembre.
Grossman tradujo las obras de ganadores del premio Nobel como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez y otros autores como Mayra Montero, Augusto Monterroso, Jaime Manrique, Julián Ríos, Álvaro Mutis y Miguel de Cervantes.
El escritor de origen dominicano Junot Díaz recordó a la Grossman como una mujer que "elevó y dignificó la carrera de traductor" y consiguió ofrecer un 'Quijote' "en el que lo contemporáneo y lo original coexistían".
"Tú eres mi voz en inglés”, le dijo Gabriel García Márquez, según reseña Díaz en su columna dedicada a ella publicada en The New York Times y que tituló: "Edith Grossman, quien elevó el arte de la traducción, muere a los 87 años".
Edith Grossman, cuyas aclamadas traducciones de “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez y “Don Quijote” de Miguel de Cervantes elevaron el perfil del papel del traductor, a menudo pasado por alto, murió en su casa de Manhattan.
El autor de "La maravillosa vida breve de Óscar Wao" (2007), detalló que la causa de muerte fue cáncer de páncreas, de acuerdo con el hijo Kory Grossman.
Valoró que la doctora Grossman se dedicó a convertir en otro idioma famosos libros en una época en la que la traducción literaria no se consideraba una disciplina o carrera académica seria.
"Durante mucho tiempo se había visto a los traductores como la “humilde Cenicienta” del mundo editorial, dijo la fenecida profesional de las letras en una entrevista para este obituario en 2021.
Pero como escribió en su innovador libro “Why Translation Matters” (2010), veía el papel “no como el cansado oficial del mundo editorial, sino como un puente vivo entre dos ámbitos del discurso, dos ámbitos de la experiencia y dos grupos de lectores”.
"La Dra. Grossman fue una de las primeras en insistir en que en cualquier libro que tradujera, su nombre apareciera en la portada junto con el del autor, una práctica a la que los editores se habían resistido tradicionalmente por razones tanto financieras como de marketing. Les gustaba pensar que podían agitar “una varita mágica” y convertir un libro de un idioma a otro, bromeó en la entrevista. “Y ningún ser humano está involucrado. ¿Ningún ser humano al que haya que pagarle?", escribe Díaz en su columna.
También elogió la firmeza de Edith al expresar públicamente que no querían pagar a los traductores adecuadamente y que estaban ignorando una conversación global que construye el entendimiento mutuo a través del intercambio de ideas, cultura y un amor compartido por la literatura.
Más sobre Edith Grossman
La también crítica literaria recibió las becas Woodrow Wilson, Fulbright y Guggenheim y obtuvo numerosos reconocimientos, como la PEN/Ralph Manheim Medal for Translation en 2006, un premio en literatura de la American Academy of Arts and Letters en 2007 y el Queen Sofia Spanish Institute Translation Prizer, en 2010, por su traducción de Beatus Ille, de Antonio Muñoz Molina.
En 2009 fue incorporada a la American Academy of Arts and Sciences.
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