Santo Domingo: de espalda al libro
Pocas librerías, un modelo de FILSD con los mismos criterios de hace 26 años y una política inconsistente en torno al libro
"Unas 47 librerías”, dice al ser entrevistado en abril 1997 el entonces presidente de la Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro, José Rafael Lantigua, sobre la expectante actividad anclada en un futuro prometedor. Veintiséis años después, en un abril en que no se celebró en su establecida versión internacional, “unas 47 librerías” parece el inicio de un camino que no ha llevado a convertir al libro en un objeto presente en Santo Domingo.
En el cierre de la última Feria Internacional del Libro (FILSD), en el año 2022, las autoridades del Ministerio de Cultura indicaron que “165 expositores, entre editoriales, librerías, fundaciones y escritores independientes” ofrecieron “un extenso catálogo de producciones literarias”. La diferencia entre este número y el dado por Lantigua, en 1997, no es un dato que haga correspondencia con la realidad.
En la actualidad, y luego de recorrer el centro urbano de Santo Domingo, tres establecimientos podrían ser catalogados como librerías generalistas (con venta de libros de diversos géneros): Cuesta Libros, Mamey Librería Caribeña y La Trinitaria. Mención le cabe al proyecto SDQ Lee, que comenzó vendiendo libros en línea y hoy en día tiene espacios de venta e intercambio de libros en dos plazas comerciales, con otro en la ciudad de Santiago.
Fuera de ese pequeño planeta, con satélites dispersos en supermercados y papelerías, y del medio centenar de casetas en el Paseo de la Lectura del Parque Enriquillo -con libros nuevos y usados- la cultura libresca es escasa. Ni siquiera la millonaria inversión a través de la FILSD, que sobrepasó los 100 millones entre el 2019 y el 2021, ha podido agrandar su espacio.
Librerías, un amor al arte
“Mi caso es totalmente anómalo, esto es un tema de prácticamente amor al arte”, apunta Alejandro Ruiz, dueño y administrador de Mamey Librería Caribeña, ubicada en la calle Las Mercedes en la Ciudad Colonial. Ruiz explica que esta “anomalía” responde, en parte, a que cuenta con un local propio –la que fuera la casa de su abuelo, el historiador y escritor Emilio Rodríguez Demorizi- “y haber podido lanzarme a esa aventura que no te resuelve la vida realmente”.
Ruiz considera que a pesar de que ha tenido “algunos momentos de déficits”, incluyendo el periodo de cierre por la pandemia en que tuvo que cerrar el café del local, “no nos ha ido mal” , concentrándose en “reforzar las energías en lo que es el libro”.
“Aparte de eso, Mamey intenta buscar ediciones especialmente buenas, sea por bonitas, sea por la calidad de la traducción, sea por cualquier motivo. Creo en el libro como un objeto bello que la gente quiere tener”, expresa Ruiz, visión que no le hace ignorar ciertos contextos actuales.
“El libro es cierto que es un objeto caro, es caro importarlo, comprarlo. Fuera el nivel adquisitivo no es el mismo que donde uno lo compra. Eso para empezar, el factor económico. Después, la educación, que es como un nivel de sexto grado, tengo entendido, en general… no hay un incentivo, no se ve el libro como algo placentero, que creo es lo que debería ser, una cosa de disfrute”, reflexiona.
Agrega que “más hoy en día con el bombardeo a los sentidos que tenemos, de la novedad, que ya uno no se puede concentrar durante 10 minutos en una cosa por los celulares, el cambio de las noticias y las redes sociales y todo eso”.
Ante ello plantea la misión de su librería. “Lo que he intentado con Mamey es vender esa imagen del libro como algo chévere, que sirve para conectar con otra gente, algo lúdico. Un lujo, realmente, hoy en día con el poco tiempo que tenemos. Un lujo en el buen sentido, que sea un poderse dar una hora para uno leer, es como un lujazo, algo bueno”.
La cantidad de librerías desaparecidas en Santo Domingo en los últimos 50 años sobrepasan las treinta, entre ellas Medina, Thesaurus, Amengual y Mateca.
En esta última librería, en diciembre de 2013, el entonces ministro de Cultura, Antonio Rodríguez, realizó un encuentro con libreros y solicitó la entrega de un informe con sus preocupaciones e inquietudes para ser estudiadas y gestionar las soluciones pertinentes. Dos años después, la librería Mateca cerró de manera definitiva.
Cambios y poca motivación a la lectura
Para Miguel De Mena, de Ediciones Cielonaranja, la disminución drástica en el número de librerías responde al cambio de paradigma de la demanda del libro y a la pobre motivación para la lectura en las aulas de educación básica y secundaria, así como de las universidades.
“El libro ha sufrido una mutación en términos de lo que es su demanda, la limitación de su demanda ha significado el cierre de muchas librerías”, indica De Mena.
En cuanto al hábito de la lectura, De Mena considera que “debería ser motivada en los ámbitos académicos, sin embargo, en las universidades en vez de privilegiar la lectura del libro completo, desarrollan más el tema de la fotocopia y la fotocopia ha ido matando el libro en término de la academia”.
El editor señala que la academia “es la parte esencial del negocio editorial, porque ya tú tienes una masa de personas que deberían comprar tantos libros de literatura, de ingeniería, de filosofía, de derecho”.
Sobre el tema de la lectura, Ylonka Nacidit Perdomo, editora, escritora y promotora cultural, se expresa con igual negatividad. “Las campañas que se realizan para el libro y la lectura son insuficientes, porque las grandes corporaciones estatales y públicas deben hacer campañas constantes de inducción a la lectura".
“No existe una inducción de tú proveerte de un libro, de un texto, para una lectura por placer, por formación del niño y la niña, si no hay esa capacidad de inducir a eso no se puede hablar de que hay o no lectura”, se lamenta Perdomo.
Las Ferias y su inversión
“La Feria Nacional del Libro, como hemos dicho antes, estrena este año una nueva filosofía, una nueva proyección, un nuevo formato, e incluso, una nueva casa. Hemos querido diseñar una feria que comience a tener una proyección internacional en la medida de lo posible, en la medida de nuestras posibilidades”.
Era la expectativa planteada por José Rafael Lantigua en 1997, expresada en una entrevista hecha por el programa Ciudad Cultural y publicada en su canal de YouTube. Esa feria de transición hacia la internalización ha sumado 24 ediciones en la que ha tenido “sus luces y sombras”, con una alta inversión que ha disminuido en la actual gestión de gobierno.
De acuerdo a los presupuestos publicados en la página web de la Dirección General de Presupuesto (Digepres), del año 2019 al 2022 se presupuestó para la Feria Internacional del Libro Santo Domingo un total de RD$256,592,722; siendo el año con el mayor presupuesto el de 2020, con RD$ 92,204,998. No obstante, en 2020 esta actividad fue realizada de manera virtual, por lo que el total ejecutado de ese presupuesto fue de RD$2,571,198.40; el más bajo ejecutado entre los años 2019 y 2021.
En el año 2021 esta actividad, considerada la más importante a nivel cultural de la República Dominicana en torno al libro, no fue realizada. Para ese año se presupuestaron RD$21,187,724; de lo que se ejecutaron RD$ 19,899,393.70.
Para el año pasado, 2022, se presupuestaron RD$63,200,000. En el portal de la Digepres aún no ha sido colocado el Presupuesto Ejecutado 2022, por lo que no se puede precisar cuánto de esa cantidad fue invertido en la FILSD de ese año.
En el Presupuesto General Detallado para este 2023, el ítem especifico de “Feria Internacional del Libro” fue eliminado y se englobó en “Ferias del Libro” (que incluiría a las regionales y a la del Libro Dominicano en el Exterior) con un monto de RD$49,800,495. La FILSD de este año, programada para abril, fue pospuesta para celebrarse del 24 de agosto al 3 de septiembre.
Sobre esta posposición, Emilia Pereyra, presidenta de la Unión de Escritores Dominicanos (UED), expresó su preocupación, ya que el Ministerio de Cultura no explicó los motivos, considerando que durante la fecha establecida “las escuelas públicas y centros educativos privados estarán cerrados, por el período de vacaciones, lo que probablemente provoque una significativa merma en la afluencia de estudiantes al evento”.
¿Y la política del Estado sobre el libro?
La política del Estado dominicano en torno al libro no se reduce a la FILSD. En el año 2008 fue aprobada la Ley 502-08 del Libro y Bibliotecas, que estableció las directrices para, entre otros aspectos, democratizar la lectura y el acceso al libro; lograr el desarrollo de la industria editorial y estructurar un Sistema Nacional de Bibliotecas.
Para estos fines esta legislación contempló la creación del Consejo Intersectorial para la Política del Libro, la Lectura y las Bibliotecas (CONLIBRO), que, de acuerdo a su reglamento, debe reunirse por lo menos una vez dentro de cada bimestre.
El pasado 24 de abril, el Ministerio de Cultura informó que CONLIBRO había realizado “la primera reunión”, para dejar “formalmente oficializados” a sus miembros, que la Ley 502-08 establece que son 15, catorce de ellos “ex officio” (en virtud de sus cargos o puestos) y uno que es nombrado por el Presidente de la República, que para esta gestión es la Vicepresidenta de la República, Raquel Peña, integrada bajo el decreto 582-22, del pasado 14 de octubre de 2022.
Esto da a entender que el organismo creado por ley para llevar estas políticas no se había reunido en los primeros tres años de la actual gestión gubernamental. Esto sin contar que la Cámara Dominicana del Libro, que tendría la representación de dos de sus miembros, está inoperante desde 2011, cuando su entonces presidente, Dennis Peña, se negó a realizar elecciones internas, situación que se mantuvo hasta su muerte en 2022.
En cuanto a la Editora Nacional, fundada el 10 de abril de 2002 y que forma parte del Ministerio de Cultural, se desconoce si actualmente está en funcionamiento. Diario Libre quedó en la espera de detalles sobre este particular de su actual directora, Margarita Marmolejos. De igual forma, no respondió a las solicitudes de entrevista la directora del Libro y la Lectura, Ángela Hernández.
Y sobre la Editora Nacional se cierne una queja reciente. Varios de los ganadores de los Premios Jóvenes de la FILSD, en sus ediciones del 2020 y 2021, aseguraron a DL que no se ha cumplido a cabalidad con la publicación de sus obras.
“Pusieron un ejemplar de cada uno de nuestros libros en un mostrador solo para que el público los vieran (en la FILSD 2022). Faltando como tres días para las presentaciones las borraron de la agenda, sin importar que la mayoría habían invitado a sus familiares y amigos. Nosotros nos comunicamos con Joan Ferrer (director de la FILSD) y nos dijo que la editorial había editado los libros mal. Los ejemplares tenían letras grandes y pequeñas, borrosas y mal escritas”, expresa uno de los afectados bajo condición de anonimato.
Sostuvo que le entregaron 30 de esos ejemplares defectuosos “para que nuestros familiares y amigos cercanos los vayan viendo. Después de ahí todo ha sido cuentos y más cuentos”. Y agregó que “también en estos días nos dijeron que los libros no se podrán publicar este año, por falta de recursos, que en cambio en agosto nos darán varias actividades pagadas en la Feria del Libro”.
Mientras que la Librería de Cultura, inaugurada en el año 2011 en la calle Las Atarazanas, en la Ciudad Colonial, y donde eran vendidos los libros de la Editora Nacional, fue cerrada en el 2017, debido a daños en la estructura del establecimiento. No ha vuelto a abrir.
A juicio del editor Miguel De Mena “el Estado debería ser un garante del desarrollo de las librerías en términos de pequeñas empresas, sin embargo, el Estado asume el libro desde el punto de vista muy populista en las diferentes gestiones”.
“El libro ha sido un elemento de manipulación, de acercamiento a los intelectuales, de propaganda de autores propios, entonces cada gobierno tiene un barco lleno de autores propios con los que navega con sus obras y después van recambiando. Esos mismos escritores son la gente que dominan los premios literarios, se van filtrando en toda la institución cultural”, considera.
Contra el pesimismo, a medias
A pesar de este panorama, en el que -en palabras de la editora y escritora Ylonka Nacidit Perdomo- “se decretó la muerte del libro y la lectura hace mucho”, hay reflexiones guiadas por encima del pesimismo.
“Por un lado, el Estado tiene instituciones con personalidades que sí se preocupan por el libro, al estilo del Banco Central, el Archivo General de la Nación, y también instituciones que no pertenecen al Estado como la Academia de Historia, la Sociedad de Bibliófilos”, apunta el editor Miguel De Mena. Sin embargo, matiza.
“Pero si te pones a contar aquí las instituciones, ya sean privadas o autónomas, que generan o producen libros son generalmente cada vez menores, tienen desatención ante el mundo editorial. Y eso ha llevado que los autores, deseosos de dar a conocer su obra, hayan apelado ahora a la autopublicación y eso tiene su positividad y su negatividad, naturalmente”.
Alejandro Ruiz, propietario de Mamey Librería Caribeña, se expresa desde la esperanza y el sabio desconcierto. “Todavía hay bibliotecas y todavía creo que leer se ve como algo especial. Siempre habrá gente que lee y esa gente tiene como un brillo. Por otro lado, hay muchos abogados en República Dominicana, gente intelectual, y se venera mucho la sapiencia y la intelectualidad, pero al mismo tiempo no se tiene el tiempo de leer. Es complejo”.
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