A las arandelas
De las arandelas al lechón, un diccionario de la Navidad criolla
«A las arandelas, / a las arandelas, / a las arandelas / de mi corazón». Una sola palabra convoca en nosotros el espíritu de la Navidad.
Basta oírla para que nuestras cabezas y nuestros corazones les pongan música a estos versos de Julio Alberto Hernández para el estribillo de su Aguinaldo dominicano, que para nosotros siempre será A las arandelas.
Hay un puñado de interpretaciones, unas más poéticas que otras, del significado de la palabra arandela en estos versos. Para los dominicanos, las arandelas son las piezas de tela fruncidas que llevan como adorno algunas prendas de vestir. Pero ¿qué son las arandelas del corazón?
Poesía hay también en la palabra aguinaldo, ligada desde tiempos inmemoriales a las Pascuas. El aguinaldo alude al presente que se regala en Navidad o en la fiesta de los Santos Reyes y también a esas canciones populares que cantamos en estas fechas.
Del regalo y las canciones se pasa con facilidad a la celebración; de ahí que para nosotros el aguinaldo sea también la fiesta que nos reúne con familia y amigos con motivo de la Navidad.
Palabras que ruedan y migran
La palabra aguinaldo lleva la poesía en su etimología. Su origen incierto no hace más que rodearla de magia.
El Diccionario de la lengua española propone que el nacimiento de esta palabra puede estar en la expresión en latín hoc in anno, 'en este año', que aparecía con frecuencia desde antiguo en los cánticos populares con los que se celebraba la llegada de un año nuevo.
La repetición infinita en estos estribillos la hizo derivar en aguilando, y de ahí nuestro aguinaldo.
«Ábreme la puerta, / que estoy en la calle, / y dirá la gente / que esto es un desaire».
Llegan cantando y nos piden que les abramos la puerta. No se tarden, que la gente nunca pierde la ocasión de darle a la lengua. «Que el niño Jesús / muy a bien lo tenga / librarlos a todos / de las malas lenguas».
Y el deseo de entrar crece, desde la puerta se intuye lo que espera dentro, porque el aguinaldo navideño lleva siempre aparejados –siempre que se pueda– festines sin fin.
«Allá dentro veo / un bulto tapado / no sé si será / un lechón asado». Nos dice el diccionario que el bulto es ese ‘cuerpo indistinguible por la distancia, por falta de luz o por estar cubierto’. Sin duda, tapado está el lechón de este villancico.
¿Para que no se agreguen paracaídas como los que llegan cantando y piden que les abran la puerta? El lechón es nuestro plato navideño por excelencia. Lechón es el ‘cochinillo que todavía mama’, de ahí la presencia en su nombre de la palabra leche.
También ha acabado por designar a cualquier cerdo con independencia de su tiempo. Eso es lo que nos dice el diccionario.
Pero en Navidad para los dominicanos el lechón asado es la promesa de la abundancia; no solo de comida, también de los muchos seres queridos sentados alrededor de una mesa con algo que compartir y que celebrar.
Desde las arandelas de mi corazón les deseo siempre abundancia alrededor de su mesa; y, si también aparece un lechoncito asado, ábranme la puerta, que estoy en la calle, y dirá la gente que esto es un desaire.