Volvió Juanita
Volvió Juanita y con ella las palabras que nos conectan al pasado
La brisa y el titilar de las luces nos anuncian que la temporada navideña se acerca a su punto álgido. Volvió Juanita. Es tiempo de reencuentros y de recuerdos de los que esta vez no pudieron regresar o de los ya no lo harán más.
Unas fechas agridulces, como la letra del precioso merengue de Milly, Jocelyn y Los Vecinos. Basta prender la radio para dejarse envolver por la música navideña; ritmos dominicanos que nos invitan a dejar atrás lo amargo y a quedarnos solo con lo dulce.
Los lexicógrafos, que también tenemos nuestro corazoncito, también tiramos nuestros pasitos (y nuestros golpes de barriga, si se tercia), aunque siempre con el oído puesto en las palabras.
Ay, yo lo sabía, que ella iba volver. Regresó a su tierra, que la vio nacer. Volvió Juanita a sus recuerdos de infancia, a lo que quedó atrás, al calor de la vieja casa, a la tacita de café y el agua de la tinaja.
¡Hasta qué lugar y qué tiempos puede trasladarnos una sola palabra! La palabra tinaja, del latín tinacula, diminutivo de tina ‘recipiente de gran tamaño para contener líquidos’.
Para nosotros la tinaja se refiere, además de a la vasija grande de barro cocido, al mueble de madera en cuya parte superior una piedra filtra el agua, que acaba recogiéndose en la tinaja.
Hasta aquí lo que nos dicen los diccionarios, como debe ser. Pero las palabras nos dicen mucho más. Nos hablan al oído para acompañarnos a otros tiempos, para contarnos de otras gentes, de otras tierras, como a Juanita el agua de la tinaja.
Saquen el lechón, saquen los pasteles. Más palabras y más sabor. Me encanta el lechón, en todos sus sentidos, también como palabra; un cerdito en cuyo nombre resuena la leche que todavía mama.
Y ¿hay algo más tradicional en Navidad que unos pasteles en hoja? Esta vez la palabra no nos llega del latín, sino del francés antiguo.
Abrir la mirada
El tiempo y las gentes la han traído hasta nosotros y aquí le hemos añadido esa hoja de plátano en la que se envuelve una masa que, junto al plátano, el guineo verde o la yautía, lleva la esencia de nuestra tierra.
Vamos a amanecer, porque llegó Juanita. Y es que, por estas tierras americanas, amanecer no solo es el verbo impersonal para expresar que empieza a mostrarse la luz del día.
Amanecemos cuando nos pasamos la noche en vela, para lo malo y para lo bueno. Y en Navidad suele ser para lo bueno. Vamos a cantar, vamos a compartir.
Compartir, un verbo muy navideño en todos sus sentidos. Compartimos, nos dice el Diccionario de la lengua española, cuando hacemos partícipes a otros de algo que es nuestro; compartimos cuando tenemos algo en común con otros; y en el español dominicano, compartimos cuando pasamos un rato agradable entre amigos o familiares.
Y tanto lo hacemos que del verbo hemos generado el sustantivo compartir para referirnos a ese momento de celebración en compañía. Y para honrar el espíritu de estas fechas volvió Juanita. Vamos a celebrar con una fiestecita. Volvió Juanita, está bailando la brisa, la plaza y las campanas, las flores y las sonrisas.
Volvió Juanita y dijo que no volvía. Volvió con una maleta cargada de lejanías. Que todas nuestras Juanitas vuelvan con nosotros y que sus maletas lleguen cargadas de paz, bienestar y buenas palabras.
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