El mejor resguardo
El legado africano en el español dominicano
Siguiendo la deriva de las palabras de nuestra lengua a las que se les atribuye un posible origen africano, hemos llegado a playas dominicanas.
Pocas cosas sabemos de estas voces, pero si algo tenemos claro es que para nosotros siguen siendo un misterio. Y, como todos los misterios, siguen estando impregnadas de atractivo y fascinación.
Si hacemos caso a los estudios estadísticos sobre el uso del léxico, las utilizamos cada vez menos, y cada vez son más los que no las reconocen cuando las oyen o las leen.
Por eso hoy les propongo que dejemos de lado la falta de certezas filológicas sobre su origen y disfrutemos de un repaso por los sentidos que les atribuimos. Para ello, echemos mano de los diccionarios, especialmente de nuestro Diccionario del español dominicano.
Huellas casi desconocidas
Seguimos hoy recorriendo el camino con un pequeño gran macuto cargado de palabras a las que algunos estudiosos alguna vez han atribuido un origen africano. Y tienen ahí la preciosa y sonora macuto, con la que designamos un ‘cesto, tejido de cabuya o palma, de forma cilíndrica y con asa en la boca’.
Aunque no podamos afirmar con certeza el origen de féfere, sí podemos documentar que es de las más usuales en el español dominicano coloquial. Designa a los ‘enseres de poco valor’, a los trastos.
De ahí, en un irónico juego de palabras, les decimos féferes al aparato reproductor femenino y a los genitales masculinos. En Cuba además se buscan los féferes cuando nosotros nos buscamos el moro o las habichuelas.
La palabra ñáñara, a la que el Diccionario de la lengua española atribuye un posible origen bantú, se refiere entre nosotros a una erupción o llaga en la piel. En cambio, en México, Guatemala y Nicaragua la usan en plural para hablar de una sensación de repugnancia o temor.
Prácticamente en toda América, y también en Canarias, se le llama bemba a la boca de labios gruesos y abultados. Darle a la bemba es en español dominicano ‘chismear, hablar de temas intrascendentes’, mientras que radio bemba es la ‘persona o cualquier otra fuente que difunde rumores y chismes con rapidez’.
Un origen africano se achaca también a ñango, que en el español dominicano designa al ‘macuto de guano que se lleva a la espalda’. Cuando cargamos algo a la espalda decimos que lo llevamos a ñango; también, cuando algo es abundante decimos que está ñango.
Como sustantivo y como adjetivo usamos ñeco, y su femenino ñeca, para referirnos a la persona a la que le falta o tiene anquilosado un dedo, una mano o una parte del brazo.
Una de mis preferidas, quién sabe también si de origen africano, es la voz sirimba, que compartimos con Cuba para referirnos a un desmayo o desvanecimiento. Una sirimba es lo que me da a mí cada vez que leo alguna que otra falta de ortografía.
Dicen que la palabra fucú también nos llega de África, aunque todos sabemos que la mala suerte o los maleficios que nombra pueden venir de cualquier parte. No hay de qué preocuparse.
A pesar de que llevamos a ñango un macuto cargado de palabras, no nos dará una sirimba. Para nosotros no hay fucú que valga; nosotros, que vivimos rodeados de palabras, tenemos en ellas nuestro mejor resguardo.
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