La paciencia del paciente
Hace unos días me tocó ser paciente y perder gran parte de mi paciencia sentada en las incómodas sillas de un centro de salud de la capital
Gracias a Dios, lo mío era rutinario, pero tenía meses aplazándolo precisamente porque sabía que se me iba a ir más de un día solo esperando turno.
Y acerté. A mi alrededor, hombres y mujeres con las mismas caras de hastío y aburrimiento esperando secretamente que cayera un meteorito a ver si el sufrimiento de esa tarde terminaba. Conversaciones educadas que se detenían cuando la secretaria, más hastiada y aburrida que uno, llamaba al próximo.
Creo que hay pocos momentos donde uno se siente tan vulnerable y a merced de cualquier cosa como cuando se es paciente. Y la razón, de acuerdo con mi criterio, es que el sistema (no importa si es público o privado) se diseñó pensando en todo menos en el cliente, el usuario, el paciente.
Con aquello de que “calladito te ves más bonito”, tienes que esperar a que el médico que dijo que llegaba a las 3 p.m. se presente a las 5:00 p.m., sin pedir excusas ni dar explicaciones, y que aquello que era por cita ahora es por orden de llegada y que el seguro, que tan religiosamente pagas, no cubre ni la mitad de la consulta, debiendo poner de tu otro bolsillo la diferencia que al médico le dio la gana de cobrar porque nadie fiscaliza, ni controla.
Lo único que salvó esa tarde interminable fue un conato de pleito entre dos mujeres que se disputaban el amor de un hombre en cuidados intensivos. El griterío disparó las alarmas y yo me puse feliz, para qué negarlo.
A esta alma chismosa poco le faltó para que se parara a grabar el molote antes que salvar al paciente, al mejor estilo de estos tiempos.
Y nada, como de esa experiencia hay que sacar algo bueno, aquí van mis consejos para sobrevivir una tarde de médicos.
- Lleve algo en que ocupar sus manos o su mente. Si teje a dos agujas tendrá tiempo para finalizar un cubrecama, así que lleve suficiente hilo. Un libro, juegos en el iPad o en el celular, una película o una serie de Netflix de ocho capítulos pueden servir para matar el hastío.
- Lleve su termo de agua o café. Cualquiera esperaría algún agrado para los pacientes que esperan pacientemente a que la agenda del médico se complete. Se agarraron de la pandemia para retirar los dispensadores de agua y jamás los repusieron. Todo está a la venta y todo necesita menudo que, dicho sea de paso, tampoco tienen. Para evitar un pique más grande, lleve su termo.
- Limpie su celular. Seguro que a usted también se le agotó el almacenamiento de su cuenta de Gmail, así que le sugiero que aproveche las siguientes tres horas para borrar archivos con correos de doce años de antigüedad, correos de spam y videos que le da vergüenza volver a ver.
- Capacítese. Una chica al lado mío, esperando el turno para ver al ginecólogo, tomó un curso muy interesante de cumplimiento regulatorio y personas políticamente expuestas. Lo sé muy bien porque, en mi aburrimiento, comencé a escuchar el taller con ella y creo que nos graduamos las dos. Así que, si tiene un curso que dar o un podcast que escuchar, es un buen momento. Recomendamos llevar audífonos para que los vecinos no respondan las preguntas del examen por usted.
- Ore. Encomiéndese a los santos que conozca y clame por paciencia y misericordia o por la segunda venida de Cristo. Lo que venga primero. Agradezca, eso sí, que por lo menos está vivo para ser paciente.
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