Seguir el paso
Con los cambios en la vida, van surgiendo también cambios en los usos y en las normas de la lengua
Entre el artículo y el nombre al que introduce debe existir concordancia de género y número; es decir, compartir género gramatical (masculino o femenino) y número (singular y plural). ¿Por qué, entonces, decimos un hada, y no una hada, o el agua, y no la agua? Si lo analizan, estamos ante sustantivos femeninos en singular a los que les correspondería la forma femenina singular del artículo: la, una. Pero estos artículos femeninos nos guardan una pequeña sorpresa: conservan una forma particular que solo se usa cuando van colocados inmediatamente antes de sustantivos que comienzan con el sonido de una a tónica. Ese es el caso de hada y agua. Para usarlas convenientemente conviene tener presente que en español tenemos estas formas particulares de los artículos que se aplican a los sustantivos femeninos que empiezan por a tónica (lleven hache o no, que ya saben que es muda): agua y hada, como en nuestros ejemplos, y también ala, ama, asa, águila, ánimo, área, aya, aula, ansia, alma, haba, hacha, arpa o harpa, haya, y unas cuantas más.
Se preguntarán ustedes si hay excepciones. Y lo preguntarán bien, porque sí las hay. Basta repasar las que nos recuerda la Ortografía de la lengua española; por ejemplo, los nombres propios y los apellidos de mujer: Hoy ha preguntado por ti una Ana. Este documento está firmado por una Álvarez. También son excepcionales los nombres de las dos letras que empiezan por a tónica; decimos la a, una a, la hache y una hache.
La tercera excepción a esta regla la encontramos en los nombres femeninos de profesión que se han formado recientemente: La árbitra tuvo una actuación sobresaliente. Con los cambios en la vida, van surgiendo también cambios en los usos y en las normas de la lengua. Seguirles el paso es de buenos hablantes.
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