Un ateo peculiar
Ojalá hubiera más ateos como mi nuevo amigo
Tengo la dicha de haber vivido mucho e intensamente. Cuando me vaya podré decir que le saque millaje a este cuerpo que me prestaron. Todos mis órganos han sido usados a su máxima capacidad, bueno casi todos. También puedo decir que, como me apasiona tanto la gente, he podido interactuar con una gama bien amplia de seres humanos, me gusta escuchar a las personas, saber cómo viven, qué les apasiona, en qué trabajan, y así aprender de otras vidas detalles que quizás jamás podría vivir por falta de tiempo o de capacidad.
Jorge me rompió un poco los esquemas. Lo conocí de casualidad en una de esas reuniones que me invitan para degustar vinos. Me impresionó su conocimiento sobre los caldos, hizo comentarios muy atinados sobre cada uno de los vinos que degustamos, aprendi cuando, sin afectación, dejaba caer, en nariz un bouquet perfecto, hablaba del retro gusto, de maduración, taninos y muchos otros adjetivos que me maravillaban que un vino fuera tan complejo y diera tantos motivos para conversar. Cerraba los ojos cuando disfrutaba de un sorbo del vino que le gustaba y decía 'este es muy joven pero sin embargo es muy bueno, además calidad-precio, una maravilla'.
Comenzamos a hablar de fe, entre los Riojas y los Ribera del Duero, cuando surgió el tema por una exclamación mía donde afirmaba que el primer milagro de Jesús había sido convertir el agua en vino en las bodas de Caná.
-¿Y tú crees en Dios? -mirándome con ojos de seis copas tomadas.
-¿Y cómo no voy a creer en Dios? -respondo con seis Riojas bien saboreados en mi entonación.
-Si no existiera Dios me lo hubiera inventado -agregué.
-Soy ateo confeso -disparó con una amplia sonrisa-, pero rezo algunas veces por si hay.
Una carcajada brotó de mí sin poder contenerme.
-Cada noche rezo el rosario para dormir, una costumbre que debo a mi madre, y mientras le rezo pido perdón por mi incredulidad.
-¿Hablas en serio?
Se separó la copa de los labios y asintió con la cabeza.
-No te creo.
-Te juro por tu Dios que es cierto.
-Es que nunca me había encontrado con un ateo tan peculiar.
-¿Y vas a misa?
-Por cumplir con algún difunto amigo.
-¿Y los curas?
-Seres humanos como nosotros que se han inventado una iglesia para explotarnos.
-Son intermediarios -intenté comenzar a decir, pero decidí dejar caer la conversación y tomármelo a broma.
-Bébete ese vino italiano de la tierra de tu Papa y celebremos.
- Y tú no te preocupes -le dije brindando-, esa madre a quien le rezas un rosario todas las noches no te permitirá morir sin encontrar el camino, así son las madres y mucho más esa, que es la madre de ese Dios que tienes extraviado.
Y brindamos.
Aún no me recupero de esta extraña conversación en esa degustación de vinos, ojalá hubiera más ateos como mi nuevo amigo.
Luego, con la excusa de brindar por el Sumo Pontífice, celebramos con los vinos italianos hasta que elegantemente comenzaron a retirar las copas y los vinos.
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