“Die Hard” es, definitivamente, una película de Navidad
Este explosivo filme de acción cumple con todos los requisitos de una producción navideña
“Die Hard” (1988) es, sin discusión, un pilar del cine de acción. Hablamos de una película que redefinió al héroe moderno, lanzó a Bruce Willis al estrellato, presentó al mundo a Alan Rickman en un debut cinematográfico inolvidable y dejó un molde narrativo imitado hasta el cansancio.
Aun así, además de todo eso, “Die Hard” es una película navideña. No por capricho ni por moda, sino porque, si examinamos su ambientación, símbolos, temas y desenlace, cumple con los rasgos esenciales del cine de Navidad.
Nochebuena, noche violenta
Para empezar, hay que tomar en cuenta el contexto en el que se desarrolla la trama del filme.
Toda la historia transcurre en Nochebuena, durante una fiesta navideña en el rascacielos Nakatomi de Los Ángeles. El edificio está colmado de decoraciones, luces y árboles, la música de la banda sonora incorpora villancicos y temas clásicos de la temporada, y los diálogos están salpicados de referencias a la fecha.
La Navidad no es un papel tapiz intercambiable: es el detonante del conflicto, ya que es esta fiesta que reúne a los personajes principales y, a la vez, también la atmósfera emocional que sostiene la tensión entre la familia, el trabajo y la posibilidad de reconciliación.
El cine navideño suele girar en torno a redención, familia, segundas oportunidades y reconciliación.
En “Die Hard”, John McClane (Bruce Willis) llega desde Nueva York a Los Ángeles para intentar recomponer su matrimonio con Holly Gennaro (Bonnie Bedelia). Antes de que caiga el primer tiro, ya existe una crisis emocional: la distancia, el orgullo, los errores no asumidos.
La irrupción de Hans Gruber (Alan Rickman) y su banda de ladrones/terroristas obliga a McClane a enfrentar un doble desafío: salvar vidas y salvar su vínculo.
Sí, la película busca la redención “a través de la violencia”, pero dramáticamente funciona como lo hacen muchos cuentos navideños: el héroe debe reconocer sus fallas, sacrificarse y reordenar sus prioridades para poder volver a casa.
Cuando al final John y Holly se reencuentran, y ese reloj símbolo del trabajo se desprende junto con la caída del villano, la película concreta su arco navideño: la familia vuelve a unirse.
Una estructura emocional
Las películas de Navidad suelen iniciar con un personaje en desbalance (cínico, incrédulo, distanciado) y cierran con un mensaje esperanzador.
En “Die Hard”, McClane es vulnerable y falible: sangra, tiene miedo, se equivoca y pide perdón. No es el héroe invencible de los ochenta; es un tipo común que se sobrepone con ingenio y coraje. Su humor sarcástico funciona como defensa más que como bravuconería.
Ese viaje, del orgullo a la humildad, del enojo al cuidado, de la distancia a la unión, es profundamente navideño en su sentido moral.
Los símbolos de la época
El film no solo exhibe árboles, luces y villancicos; la trama juega con regalos (explosivos), nieve (papel picado que cae como copos al final), milagros (sobrevivir descalzo entre vidrios) y una iconografía que contrasta lo festivo con lo violento para subrayar que la esperanza puede irrumpir incluso en la noche más oscura.
El clímax, con el “milagro” de que Holly quede a salvo mientras el villano cae, opera con la poética del cuento navideño: el mal es expulsado y la comunidad se salva justo a tiempo para Navidad.
Ahora bien, nada de esto opaca su condición de obra maestra del cine de acción.
Dirigida por John McTiernan y escrita por Jeb Stuart y Steven E. de Souza (a partir de la novela “Nothing Lasts Forever” de Roderick Thorp), la película perfecciona la fórmula “un hombre contra todos en un espacio cerrado”, marca de fábrica que inspiraría descripciones del tipo “Die Hard en un avión”, “en un autobús” o “en una montaña”.
El Nakatomi Plaza es un escenario de precisión quirúrgica; cada piso ofrece un problema, un atajo o una trampa. La cámara de McTiernan potencia la geografía del peligro y la convierte en suspense puro.
El elenco perfecto
En el reparto, Alan Rickman compone a Hans Gruber, acaso el villano más elegante del género: culto, irónico, sádico, siempre tres pasos por delante… hasta que no. Su duelo de ingenio con McClane brilla especialmente en la escena donde se finge rehén: un momento no ensayado para conservar la chispa de espontaneidad entre ambos.
Del otro lado, Bruce Willis reinventa al héroe de acción como hombre vulnerable: descalzo, exhausto, sangrante, capaz de un gesto tan pequeño y decisivo como hablar por radio para pedir perdón a un amigo, el sargento Al Powell, por no haber sido el marido que debía.
Esa humanidad, sumada a una dosificación impecable del humor, convierte a McClane en un protagonista entrañable.
La producción también aporta al mito. El papel de McClane pasó por manos (o rechazos) de media lista A de los ochenta, hasta que Willis, entonces conocido por la comedia televisiva “Moonlighting”, lo tomó por cinco millones de dólares, cifra polémica que hoy luce profética.
“Die Hard” desafió expectativas, recaudó aproximadamente 140 millones y obtuvo cuatro nominaciones al Óscar.
Un debate duro de ignorar
¿Por qué, entonces, algunos discuten su pertenencia al canon navideño? Tal vez porque es más ruidosa, irónica y violenta que la postal clásica. Pero la Navidad en el cine no es solo muérdago y chocolate caliente: es crisis, prueba y transformación.
“Die Hard” usa la fecha para enmarcar un conflicto humano (familia vs. ambición, amor vs. orgullo) y lo resuelve con un reencuentro. Tiene ambientación festiva, música de la temporada, símbolos que dialogan con el imaginario navideño y un mensaje final claro: el amor y la solidaridad importan más que el ego.
La escena final, con los papelitos cayendo como nieve mientras John y Holly salen juntos del edificio, es un epílogo de espíritu navideño en toda regla.
El legado de un clásico navideño
Con el paso de los años esta película fue reevaluada hasta instalarse como una de las mejores películas de acción de todos los tiempos y fue seleccionada en el 2017 para el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso por su valor cultural e histórico.
A fin de cuentas, “Die Hard” es cine de acción sobresaliente y, a la vez, cine navideño. Nos recuerda que los milagros de Navidad no siempre llegan envueltos en papel brillante: a veces llevan camiseta manchada, los pies cortados por el vidrio y un walkie-talkie en la mano.
Y, sin embargo, traen lo mismo de siempre: una segunda oportunidad para volver a casa. Yippee-ki-yay… y Feliz Navidad.
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