Cómo criar con balance y calma en un mundo caótico
Pienso que la clave está en encontrar un equilibrio saludable entre la tecnología y la vida familiar
No quiero sonar como una persona negativa al decir que el mundo es un caos. Quiero aclarar que, para mí, el mundo es un lugar sorprendente y maravilloso; de hecho, algunas personas que me rodean incluso comentan que, a veces, soy excesivamente optimista.
Entonces, al hablar de un 'mundo caótico', me refiero principalmente a tres aspectos: en primer lugar, al abrumador exceso de información al que estamos expuestos (la información hoy en día es omnipresente y gratuita); en segundo lugar, a las constantes distracciones y a la creciente desconexión que experimentamos en nuestra vida cotidiana; y, en tercer lugar, a la rapidez con la que nos desenvolvemos diariamente, a veces, de manera innecesaria.
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¿Cómo afectan estos factores la crianza?
En esta era de avances tecnológicos y comunicación constante, es fundamental reconocer cómo este entorno puede afectar la tranquilidad de nuestra familia. La hiperconectividad, caracterizada por el constante flujo de información y la presión de estar siempre disponibles, puede tener un impacto significativo en el bienestar emocional y general de la familia. A menudo, los miembros se ven inmersos en sus dispositivos electrónicos, ya sea para el trabajo, las redes sociales o el entretenimiento, lo que puede llevar a la desconexión emocional y la falta de tiempo de calidad juntos. Esta sobreexposición a las pantallas puede reducir la comunicación cara a cara, disminuir la intimidad y aumentar el estrés familiar.
Los dispositivos electrónicos pueden ser una gran distracción ya que, a menudo, nos llenan de interrupciones debido a su naturaleza multitarea y la constante estimulación que ofrecen. Como advierte el autor y psicólogo Daniel Goleman, conocido por su trabajo en inteligencia emocional, "nuestra capacidad de atención es un recurso limitado y precioso, y los dispositivos electrónicos nos exponen constantemente a interrupciones y notificaciones que fragmentan nuestra atención". Esta rotura de la atención puede dificultar la concentración en una sola tarea y reducir la calidad de nuestras interacciones personales, incluyendo las familiares. Además, la gratificación instantánea que ofrecen las notificaciones y la posibilidad de revisar correos electrónicos, redes sociales y aplicaciones de mensajería en cualquier momento a menudo nos lleva a un estado de abstracción constante, lo que puede afectar negativamente nuestra capacidad para estar presentes en el momento y conectarnos de manera significativa con nuestros seres queridos.
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La sobreinformación, por otro lado, si no se maneja adecuadamente, puede impactar negativamente en la vida familiar. Puede dificultar la concentración en actividades familiares, llevar a saturación mental, fomentar el aislamiento entre miembros de la familia, restar tiempo a actividades de calidad y generar conflictos debido a diferencias en la gestión de la información. Para contrarrestar estos efectos negativos, los expertos nos dan dos sugerencias:
1. Establecer límites claros en cuanto al uso de dispositivos electrónicos y el acceso a la información en línea.
2. Fomentar la comunicación abierta y momentos de calidad en familia que promuevan la conexión emocional.
Personalmente pienso que la clave está en encontrar un equilibrio saludable entre la tecnología y la vida familiar. Como dijo Nicholas Carr, autor de "Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?", "la red es increíblemente eficiente para mantenernos en un estado perpetuo de distracción". Por lo tanto, es importante aprender a gestionar esta distracción para preservar la calidad de la vida familiar.
Te cuento que a mí me cuesta muchísimo ponerle un horario a mi hija de doce años para el uso de su celular. No quisiera sonar como si estuviera elucubrando una excusa, pero he reflexionado sobre las causas de esta lucha. Soy una madre que valora la flexibilidad en el proceso de aprendizaje de mis hijos. Mi enfoque se centra en permitirles aprender a través de sus propias experiencias y errores. Siempre estoy dispuesta a explicarles las razones detrás de mis consejos y decisiones, brindándoles un contexto para comprender el mundo que los rodea. Aunque en mi vida profesional sigo una agenda meticulosa y planificada, encuentro dificultades para imponer horarios estrictos en el entorno familiar, especialmente con mi hija pequeña. Para mí, el aprendizaje constante sigue siendo encontrar el balance adecuado entre la estructura y la flexibilidad en la crianza y la vida cotidiana.
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En cuanto a las prisas, te confieso que aprendí hace mucho tiempo a vivir en un mundo paralelo de calma y detenerme a “oler las rosas en el camino”. Claro que me acelero a veces, pero, cuando esto sucede, me recuerdo que no hay necesidad de andar rápido. Lo hacemos muchas veces más por costumbre que por imperatividad.
Practicar mindfulness y meditación.
Organizar el tiempo de manera eficiente, ya que esto me ayuda a evitar la sensación de urgencia. Lo agendo todo.
Identificar las prioridades, es decir, las tareas más importantes y enfocarme en ellas antes que en las menos urgentes.
Delegar responsabilidades me ayuda a liberar tiempo y a reducir la sensación de prisas.
Aprender a decir no cuando sea necesario y establecer límites en tus compromisos para evitar sobrecargarte.
Practicar ejercicio regularmente, me ayuda a reducir estrés y, por ende, a soltar prisas.
Reducir el tiempo que paso en dispositivos electrónicos, especialmente en redes sociales y correos electrónicos.
Practicar la paciencia en situaciones donde las prisas no son necesarias. A veces, esperar puede ser una oportunidad para relajarte y reflexionar. Ejemplo: las filas.
Me tomo el tiempo para apreciar y disfrutar del momento actual en lugar de estar siempre pensando en el futuro o en el pasado.
Y recuerda que soltar las prisas lleva tiempo y práctica, así que sé amable contigo mismo mientras trabajas en ello.
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