Un romance en cautiverio: la "esperanza" para preservar al águila arpía en Colombia
El águila más grande del hemisferio occidental se encuentra en estado de vulnerabilidad, con una decreciente población de entre 100,000 y 250,000 individuos
Un domo blanco oculta una selva recreada para una pareja de águilas arpía rescatadas del tráfico ilegal en Colombia. Monógamas por naturaleza, sus cuidadores apuestan a un romance que resulte en una cría para preservar esta especie amenazada.
La reja metálica que los separó durante dos años fue abierta hace tres semanas. Chocaban sus negros picos y se alimentaban sin agredirse: o sea se gustan, explican sus custodios en el Bioparque La Reserva de Cota, un municipio a unos 30 km de Bogotá.
La hembra luce una prominente cresta gris. Aún tiene perdigones en el cuerpo imposibles de remover sin riesgo de muerte, resultado de disparos que recibió cuando vivía libre en el departamento de Amazonas (sur).
De menor tamaño, el macho permanece en su propia plataforma de madera. Su ala izquierda está inmóvil, pues llegó destrozada y los veterinarios no lograron curarla. Ambos fueron rescatados en 2018 en la misma región.
Hasta el momento la convivencia es "muy favorable", cuenta Luisa Escobar, coordinadora de investigación de este centro, que alberga diferentes animales rescatados del tráfico ilegal de fauna silvestre.
Ahora la pareja, vigilada con cámaras de seguridad, se pone a prueba: será un éxito si nace una cría, o varias, como se ha documentado en otros refugios de América.
El águila más grande del hemisferio occidental se encuentra en estado de vulnerabilidad, con una decreciente población de entre 100.000 y 250.000 individuos en todo el mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Un "trofeo"
La morada evoca una selva húmeda tropical gracias a un higrómetro que controla la temperatura, árboles diversos y un pozo artificial.
El proceso no ha sido fácil ni rápido para una especie que alcanza un metro de altura y acostumbra a convivir con una sola pareja durante su vida.
"Una mala decisión que tomáramos podía llevar a un ataque", precisa Escobar cual celestina. La hembra, territorial por naturaleza, podía matar al macho al verlo en su mismo espacio, cuenta.
Esta es la única unión en cautiverio de águilas arpía en Colombia, uno de los países más biodiversos del mundo. La especie está asediada por la caza y deforestadores que tumban sus nidos en los valles interandinos.
Los comportamientos de la pareja son "tan tranquilos (...) genera mucha esperanza de que tengan una cría", confía Escobar, de 26 años.
Con cautela, la bióloga entra al domo, toma una vara larga y clava en la punta una presa de conejo sacrificado, aún con huesos y pelaje. Se acerca a la hembra, que se la arrebata de un zarpazo.
Sus garras de entre 10 y 12 centímetros y las plumas que van del negro al blanco pasando por un sinfín de grises son trofeos de cazadores.
"Les disparan (...) porque las quieren como trofeo, porque las quieren vender, porque se las quieren comer también", explica Mateo Giraldo, del Proyecto Grandes Rapaces Colombia, una iniciativa para la conservación de estas aves.
De hasta un metro de alto y más de dos de envergadura, las águilas arpía (Harpia harpyja) recorren los cielos desde México a Argentina.
En Colombia, es la insignia de la Fuerza Aérea desde 2016, cuando reemplazó al águila calva estadounidense. La institución castrense está aliada con el bioparque para su conservación.
Conflicto
"Hay un problema grave en Colombia, y en otros países de Latinoamérica, que es el conflicto entre humanos y fauna", reconoce a la AFP Iván Lozano, cofundador del Bioparque La Reserva.
Autoridades incautaron 94 partes de águilas arpía en el aeropuerto El Dorado de Bogotá en 2021. Una red que las comercializaba hacia el extranjero fue desmantelada en marzo pasado.
Las arpías anidan en lo profundo de las selvas colombianas, donde el Estado y grupos armados mantienen su propio conflicto desde hace seis décadas.
"Es una de nuestras grandes limitantes (...) nos restringen en ocasiones el acceso", lo que dificulta su investigación, asegura Giraldo, rodeado de plumas, afiches y dibujos de esta especie colgados en su habitación.
No muy lejos de otras aves amenazadas como tucanes y guacamayas, la pareja de arpías es una apuesta de conservación en un ambiente controlado.
En Panamá, por ejemplo, varios pichones de esta ave nacieron en cautiverio en 2002, mientras que Brasil celebró en 2020 el nacimiento de un polluelo arpía en un refugio biológico.
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