La política climática costosa está muerta (y podría ser una gran oportunidad)
La COP29 evidenció la falta de compromiso real en la lucha contra el cambio climático, con promesas vacías de financiamiento climático y el continuo aumento de emisiones globales
La última cumbre sobre el clima (COP29) ha sido tan hipócrita y disfuncional como todas las anteriores, y la mayoría de los líderes mundiales ni siquiera se molestaron en acudir. Aun así, 50,000 personas de todo el mundo volaron hasta allí, mientras que al resto se nos dijo que no lo hiciéramos. Los políticos de los países pobres organizaron una «retirada» y los países ricos acabaron prometiendo un fondo para el clima de 300,000 millones de dólares al año.
Es poco probable que esta extravagante compensación se haga realidad, al igual que las anteriores promesas fantasiosas realizadas a lo largo de tres décadas de cumbres climáticas. Aunque prácticamente todas las cumbres han prometido reducir las emisiones, éstas han aumentado casi todos los años y en 2024 alcanzaron un nuevo máximo. En 2021, el mundo prometió reducir gradualmente el carbón. Desde entonces, el consumo mundial de carbón no ha hecho más que aumentar.
Necesitamos una estrategia diferente y la decisiva elección de Donald Trump puede poner fin a estas cumbres mojigatas. Ahí reside una oportunidad para el mundo.
Las emisiones de carbono siguen creciendo porque la energía barata y fiable, procedente mayoritariamente de combustibles fósiles, impulsa el crecimiento económico. Los países ricos, como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea, han empezado a reducir sus emisiones, pero el resto del mundo sigue centrado en erradicar la pobreza.
El mundo rico ha intentado sobornar a los países pobres para que acepten recortes de emisiones, principalmente mediante la reconfiguración de la ayuda al desarrollo. No es sorprendente que los países ricos hagan promesas vacías sobre los beneficios, lo que ha llevado a los países pobres a hacer lo mismo con la farándula climática, mientras que, en realidad, impulsan el crecimiento económico con cada vez más combustibles fósiles. Prometer cientos de miles de millones adicionales, que el mundo rico no puede permitirse, solo significa más simulaciones de ambas partes.
Los ecologistas insisten en que la transición mundial para abandonar los combustibles fósiles es imparable, pero en la última década, e incluso sólo el año pasado, la energía procedente de combustibles fósiles ha aumentado el doble que la energía verde. Incluso la Administración de Información Energética de la administración Biden prevé un aumento de los combustibles fósiles hasta 2050.
Por su parte, algunos políticos insisten en que la energía solar y eólica es más barata que los combustibles fósiles, pero esto sólo es cierto cuando brilla el sol y sopla el viento. En realidad, estas energías necesitan subsidios masivos e impuestos redistributivos, lo que ha provocado un aumento del costo de la electricidad en la UE del 50% desde 2000, costándole ahora más de 300 dólares extra al año a cada persona.
La realidad es que la mayoría de los países del mundo no quiere emular a naciones que hacen gala de virtudes como las de Alemania, que ha subido los precios de la energía, sacrificado la industria y renunciado al crecimiento económico en aras de la energía verde. A pesar de las dificultades económicas, como sus dos primeros años de recesión, la tendencia actual indica que Alemania tardará medio milenio en dejar de utilizar combustibles fósiles.
En los últimos años, los políticos también prometieron reducir aún más las emisiones de carbono, pero la elección de Donald Trump, que hizo campaña a favor de abandonar el Acuerdo de París y desechar los proyectos de energías renovables, significa que esta burbuja está estallando.
Los problemas comenzaron incluso antes de la elección de Trump. A pesar del exuberante mercado bursátil de los últimos años, las acciones de las energías limpias han perdido la mitad de su valor. Tras las elecciones estadounidenses, inmediatamente se desplomaron aún más, ante la expectativa de que los subsidios serán recortados en Estados Unidos.
La agenda verde “cero neto”, basada en enormes subsidios y una costosa legislación, costará probablemente 27 billones de dólares al año, lo que la hace poco atractiva para la mayoría de las naciones. Trump desechará estas políticas. Sin transferencias enormes de riqueza, China, India y muchos otros países en vías de desarrollo también rechazarán estas políticas. Esto deja a un grupo desorganizado, mayormente de la UE, que apenas puede costear sus propias políticas, pero que no tiene capacidad para pagar a todos los demás.
Afortunadamente, hay una forma mucho mejor y más barata de abordar el cambio climático. Los economistas del clima llevan mucho tiempo demostrando que la inversión en I+D sobre energía verde es el enfoque más eficiente. Por tan solo una pequeña fracción del ineficiente gasto verde actual, podríamos quintuplicar la innovación verde mundial para reducir el precio de nuevas tecnologías como mejores baterías y energía nuclear de cuarta generación.
Innovar para que el precio de la energía verde sea inferior al de los combustibles fósiles es la única manera de conseguir que todo el mundo cambie. Este enfoque puede incluso ayudar a convencer a los responsables políticos que son escépticos sobre el cambio climático, al demostrarles el enorme potencial de una energía más barata.
Una dosis de realismo también podría acabar con la singular preocupación de las élites por el clima. El mundo rico se enfrenta a muchos retos: el rápido envejecimiento de la población, la urgente necesidad de reformar las pensiones, el aumento de los costos de la atención de la salud, el estancamiento de los resultados de la educación y el aumento de las amenazas militares. Los billones malgastados en las actuales políticas climáticas podrían emplearse mucho mejor.
Para la mitad más pobre del mundo, problemas como la pobreza, el hambre, las enfermedades infecciosas fácilmente curables y la corrupción necesitan más atención, y tienen soluciones increíblemente baratas y eficaces. En lugar de los inmensos, y en su mayoría mal gastados, sobornos climáticos, este dinero podría impulsar el desarrollo en todo el sur del planeta.
Los activistas del clima pueden pasar los próximos cuatro años redoblando sus esfuerzos en acciones que han fracasado durante las últimas tres décadas y protestando contra la administración Trump por su cambio de política. O pueden aprovechar la oportunidad para volver a centrarse en una política de innovación ecológica más inteligente y mucho más barata, y abordar todos los demás problemas urgentes a los que se enfrenta el mundo.
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