Géneros: discusión casi ininteligible, desde la política hasta los deportes
Pese a que visiblemente estos individuos intersex no puedan definirse tras su niñez como varón o hembra, sus cromosomas siempre serán de uno u otro sexo.
El reciente caso de la boxeadora intersexual argelina Imane Khelif, que de un solo trompón puso a llorar y abandonar la pelea a su contendiente italiana en la presente Olimpíada en París, ha regado gasolina sobre el fuego del debate en torno a los sexos, los llamados géneros y la necesidad de devolver a la lengua y al discurso lógico algún sentido de racionalidad.
Algunos medios atizaron las llamas al confundir la rarísima condición de intersexual con la muy celebrada de transgénero. Biológicamente una persona intersexual presenta caracteres sexuales de uno y otro sexo, en intensidad variable, rasgo que a diferencia del hermafroditismo no queda resuelto tras la pubertad. El individuo “trans” es quien mediante tratamiento hormonal e intervención quirúrgica adquiere caracteres sexuales del sexo opuesto al suyo de nacimiento.
La discusión sobre la legalidad o pertinencia de que Khelif compita contra mujeres llevó a la medallista Hassiba Boulmerka, secretaria de comité olímpico argelino, a afirmar que su boxeadora “es una mujer al 100% y está autorizada para competir” por las autoridades de Comité Olímpico Internacional.
En el ámbito deportivo y olímpico, los expertos y las autoridades buscan la manera de preservar la integridad de las competiciones en que atletas trans, con apariencia de mujer, pero nacidos biológicamente masculinos, llevan clara ventaja sobre las mujeres que en su condición natural usualmente poseen menos fuerza, tamaño y resistencia que sus colegas del sexo opuesto.
Sin embargo, lo que ocurre en los deportes no es más que la extensión de una batalla ideológica, política y jurídica entre la progresía liberal, que arguye que toda persona humana posee el derecho a determinar cuál es su sexo, y los conservadores y religiosos que opinan que sólo hay dos sexos, determinados por los cromosomas, y que los llamados géneros son una construcción social basada en distorsiones psicológicas o psiquiátricas.
Uno y otro bando se descalifican recíprocamente dando distintos significados a palabras de inequívoca significación, legalidad y fundamento biológico o institucional, como el matrimonio.
Además, el activismo de los grupos del colectivo LGTBQ+, iniciales en inglés de lesbiana, gay, trans, bisexual, queer y más, ha convencido a un amplio grupo de ciudadanos de distintos países de que aparte de varón y hembra existen otros 72 géneros.
Esa enorme diversidad ha obligado a acuñar una nueva definición para la palabra “género”, que, según el Diccionario Panhispánico de Español Jurídico, significa: “atributos socialmente construidos, roles, actividades, responsabilidades y necesidades predominantemente relacionados con la pertenencia al sexo masculino o femenino en determinadas sociedades o comunidades en un momento dado”.
No entiendo eso de elegir su género. Creo en la libertad de cada ciudadano adulto y capaz para escoger todas las opciones legales y posibles con respecto a su vida, pero la biología y la genética en la especie humana sólo tienen dos sexos, varón o hembra, con todas las variaciones de intensidad u orientaciones sexuales o preferencias identitarias.
Cualquiera que sea la sexualidad o idea de sí mismo que cada cual tenga, en su acta de nacimiento y certificado de defunción, sólo se es varón o hembra, así como hasta los trans, operados o no, al ir al hospital deben ver a ginecólogo o urólogo, acorde a su realidad biológica.
Mantengo esta opinión con todo respeto por las decisiones que cada adulto con capacidad legal para hacerlo tome con respecto a cómo reconciliar el aspecto psicológico de cualquier discrepancia entre su sexo biológico y sus creencias, orientaciones o preferencias sexuales.
La muy rara condición de intersexual, que afecta a poco más de un uno por ciento de la población al momento de nacer, al presentar rasgos de hembra y de varón al mismo tiempo, no determina una u otra identidad de género ni orientación sexual. Una persona intersexual, con características orgánicas de ambos sexos, puede identificarse psicológicamente como hombre o mujer (género) y como heterosexual, homosexual, bisexual o asexual (orientación sexual).
Pese a que visiblemente estos individuos intersex no puedan definirse tras su niñez como varón o hembra, sus cromosomas siempre serán de uno u otro sexo, con variable intensidad. La idea de que hay sexos no binarios en la especie humana corresponde más a la psicología o psiquiatría que otras especialidades médicas.
La confusión de términos basados en constructos sociales como la alegada existencia de 74 o más géneros se complica con la corrupción de la lengua al exigir derechos semánticamente imposibles, como legalizar el matrimonio entre personas de igual sexo. El matrimonio por definición es la unión de un hombre y una mujer.
Todas las personas poseen derechos en su suprema condición de seres humanos y ciudadanos, incluida la posibilidad de formar pareja y hogar aun siendo de igual sexo o género, pero esa unión civil jamás podría racionalmente ser un matrimonio.
El debate o conversación se torna casi imposible cuando alguna persona defiende sus ideas o percepciones con argumentos o argucias que violentan la racionalidad científica y que en cierta forman subvierten la lengua y el significado del habla, fundamento del entendimiento.
Quizás no merece llamarse discriminación que el sentido común exija que uno u otro sexo deben caer dentro de la definición científica de varón o hembra, cualquiera que sea su género, orientación, identidad, religión, ideología o cualquiera otra categoría que la prodigiosa raza humana invente para acomodar que cada uno se sienta bien dentro de su propia piel y espíritu.
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