El Tango del Traspaso
Monetariamente, da igual cual entidad del Estado asuma la carga de valores ya emitidos y cubra sus intereses
El tiempo es relativo. En el caso de la economía argentina, el reloj marca cerca de los años setenta en tiempo dominicano. Tiene seis tipos de tasa de cambio, politizaron el empleo en el sector público y aplicaron, como remedio, un impuesto del 33% a los agroexportadores a quienes corresponde una tasa de cambio que es la mitad de la del mercado paralelo.
Las dolencias económicas argentinas están enraizadas en un galopante déficit público. Ostentan uno de los mayores niveles de gasto de Latinoamérica, lo que no ha resultado en grandes servicios públicos ni nada parecido. Más bien estranguló la actividad privada, cuyo crecimiento promedio es casi cero en los últimos diez años.
Constreñidos los ingresos tributarios y limitado el endeudamiento externo por su tercer default en dos décadas, legislaron que el banco central (BCRA) cubriera el 60% del déficit emitiendo valores, el restante se financiaría colocando títulos públicos en moneda local en el mercado doméstico. Solo en 2024 la deuda cuasifiscal creció un 54%. La inflación enero-junio fue del 79.8%.
El caso dominicano es distinto. La emisión de valores del BCRD ha buscado controlar la inflación, su objetivo fundamental, cosa que ha logrado. Ambas son funciones estatales, pero no es igual, aunque en R.D. también se postula realizar este traspaso. Y aquí lo interesante.
Monetariamente, da igual cual entidad del Estado asuma la carga de valores ya emitidos y cubra sus intereses. No obstante, traspasar la deuda cuasifiscal al Ministerio de Hacienda presentaría la ventaja de que el Estado no se penalizaría a sí mismo pagando intereses al BCRD sobre atrasos en pagos de recapitalización para una entidad donde la capitalización tiene poco sentido. A saber, los intereses pagados desde 2009 ascienden a RD$235,936.6 millones, el doble que lo entregado en recapitalización y levemente superior, en términos reales, a la original deuda por el salvamento bancario de 2003.
Operativamente, una sustitución de valores del BCRD por valores de Hacienda requeriría reemitir los instrumentos para modificar a la baja las tasas de interés originalmente contratadas con el objetivo de compensar la exención fiscal que aplica a las emisiones de Hacienda. Esto recuerda la medida que creó al ‘dólar soja’ del ministro de economía Massa quien en 2022 ofreció una tasa de cambio 33% mayor para compensar, en vez de eliminar, el impuesto a los agroexportadores.
Por otro lado, tal traspaso convertiría nuevamente al BCRD en superavitario. Esto permitiría transferir al Estado dominicano el señoreaje, que, deducidos sus gastos operativos, aportaría unos RD$42,000 millones en 2024, apenas el 10% de los RD$ 402,000 millones en intereses a pagar contemplados, una carga que representa el 32% de los ingresos presupuestarios.
Lo cual le pone el cascabel al gato. Tanto en Argentina como en R.D., traspasar deudas no es condición suficiente para resolver los problemas fundamentales que conllevan a las emisiones excesivas de deuda pública. Para esto habría que controlar el gasto, la música de trasfondo al tango entre los bancos centrales y los ministerios de hacienda que buscan seguirle el ritmo.
El reto, para ambos países, es manejar el gasto eficientemente, para evitar, como dijo Rachel Reeves, la nueva canciller del tesoro en el Reino Unido, obtener un equilibrio fiscal basado en un déficit de servicios, que de eso tampoco se trata.
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