Aun en los países más ricos del mundo resulta difícil alcanzar tasas de reemplazo altas
El costo de altas tasas de reemplazo: una mirada a las implicaciones fiscales
De acuerdo con el último informe sobre sistemas de pensiones preparado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el promedio de las tasas de reemplazo en sus países miembros era de 51.4%. Es decir, que un pensionado recibe alrededor del 51% de su último salario como pensión. En los países de la Unión Europea, la tasa de reemplazo promedio fue de 54.1%.
Países de altos ingresos como Japón, Canadá, Estados Unidos y Alemania, en conjunto, tenían una tasa promedio inferior al 40%; con una edad de retiro superior a los 65 años. Alcanzar altas tasas de reemplazo es un objetivo difícil, aun para los países de mayores ingresos.
Pretender bajar la edad de retiro y decretar altas tasas de reemplazo, sin tener en cuenta los fundamentos que determinan las pensiones (salarios, tasa de empleo, nivel de formalidad, clima de negocios, manejo de las finanzas públicas) de República Dominicana sería una mala política, con altos costos para los ciudadanos. Es oportuno recordar que al momento de promulgarse la Ley 87-01, las pensiones del Instituto Dominicano de Seguridad Social eran bajas y solo cubrían al 18% de la fuerza laboral. A pesar de esa situación, las obligaciones no financiadas del sistema de pensiones del país fueron calculadas en su momento en 48.5% del PIB.
Es decir, que si en la actualidad preocupa que la deuda pública del gobierno represente el 52.9% del PIB, la incertidumbre fiscal sería mayor con un sistema de pensiones que en poco tiempo podría generar pasivos superiores a la deuda actual.
Es deseable que los pensionados de República Dominicana puedan tener mayores pensiones por medio de tasas de reemplazo superiores. Sin embargo, es necesario tener presente la evidencia empírica nacional e internacional al respecto. Decretar mayores tasas de reemplazo sería incurrir en altos costos impositivos y en mayor endeudamiento público. El éxito de una política pública no depende de las buenas intenciones, sino de los resultados que pueda tener.
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