Orden mundial (2 de 2)
Un mundo sin brújula, incertidumbre y lucha por el poder
Si en el orden económico mundial reina la incertidumbre, en el político predomina el desconcierto.
La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) se ha convertido en caja de resonancia inefectiva, vocinglera y costosa, mientras el Consejo de Seguridad se auto anula por el veto mutuo que ejercen sus poderosos miembros. El respeto a la soberanía e integridad territorial son valores diluidos en pompas de jabón. Cada potencia impera en su área de influencia.
En las alianzas políticos militares que se formaron a raíz de la Segunda Guerra Mundial asoman grietas: espolean el rearme e inducen alineamientos insospechados.
Existe un mundo multipolar, con varias potencias punteras, sobre todo los Estados Unidos, Rusia y China. En menor medida Inglaterra y Francia. A la lista se agregan países emergentes como la India y Pakistán, entre otros. A la luz de ese potencial terrorífico es improbable que a alguien se le ocurra apretar el botón nuclear, pero nunca se sabe hasta dónde llega la tozudez humana.
En el plano económico, poblacional, racial y de creencias comunes existen marcadas diferencias entre las potencias. Algunas poseen mayor fuerza económica, otras mayor cohesión interna.
Los Estados Unidos atesoran poder nuclear y balístico, comparable y quizás más desarrollado que el de Rusia. Posee una población de 340 millones de habitantes, con un territorio de 9.6 millones de km2 para una densidad de 35 habitantes por km2. Es de igual tamaño geográfico que China, con una población 4 veces menor. A pesar de ser la economía más grande del mundo (27,5 billones de dólares) ha perdido competitividad a nivel mundial, debido a costos internos altos asociados al nivel de bienestar de su población. Su composición racial no es homogénea, como si lo es en los casos de Rusia y China.
Rusia posee poder nuclear y balístico de primera línea, pero tiene una población de apenas 146 millones de habitantes situada en una superficie de 17 millones de kilómetros cuadrados, para una densidad de solo 9 habitantes por km2. Es un gigante territorial con población pequeña para sus aspiraciones de dominio. Tampoco posee una estructura productiva diversificada ni competitiva y su economía solo asciende a 2.1 billones de dólares. Por su relativamente pequeña población y tamaño de su economía podría conceptualizarse como potencia declinante. Y, en ese sentido, atractiva para formar nuevas alianzas.
China dispone de poder nuclear y balístico comparable al de los Estados Unidos y Rusia. Tiene alrededor de mil cuatrocientos millones de habitantes, esparcidos en un territorio de 9 millones y medio de km2, para una densidad de 147 habitantes por km2. El tamaño de su economía es de 21 billones de dólares, la segunda mayor del mundo y domina el comercio mundial. Es el polo de poder emergente militar y económico más consolidado, pero necesita paz y tiempo para terminar de cuajar. Aparte de eso tiene que resolver el conflicto interno entre estructura de poder y económica, de capitalismo de Estado o a secas.
Europa es una constelación de Estados, siendo dominantes Inglaterra y Francia en cuanto se refiere a poder nuclear. En el aspecto económico se distinguen Alemania con 4.5 billones de dólares, Reino Unido con 3.6, Francia con 3.0, Italia con 2. 2, y España con 1.5. Junto a los demás países de la Unión Europea conforman la tercera potencia económica mundial, casi igualada con China. Su población es de alrededor de 500 millones de habitantes que ocupan una superficie de 4.3 millones de km2. Por tanto, su territorio es relativamente grande, y su población triplica la de Rusia y supera la de los Estados Unidos. La inmigración intensa de gente de distinta cultura, lenguas y creencias ha debilitado su cohesión social.
Dentro de esa tabla de ajedrez no sería improbable que los Estados Unidos intente atraer a Rusia brindándole una alianza que la protegería de su vecino más poderoso económica y poblacionalmente, China, para neutralizar a esta última en el plano militar e imponerse en el económico. Eso es lo que se adivina con respecto al cambio de posición de los Estados Unidos sobre Ucrania.
Sin embargo, conformar esa nueva alianza solo tendría sentido si se conservan otras más tradicionales, como la conocida como Atlántica. Si se pierden esos cimientos es posible que la nueva configuración arrastre a los aliados tradicionales de los Estados Unidos hacia nuevos escenarios y acuerdos que bien pudieran ser con China. Faltaría conocer si esa es la partida que le conviene jugar a Europa.
Mientras tanto, en la América hispana toca bailar el ritmo que impone el gigante del norte.