Cultos pseudorreligiosos: del Trujillismo al Trumpismo
Cultos políticos y personalidades narcisistas
Los orígenes de los cultos, y por supuesto de las sectas, no son nuevos. Estas agrupaciones han existido durante miles de años. En las últimas décadas han recibido más atención. Su poder de atracción se ha visto aumentado por la creciente degradación de la oferta política y religiosa. Así también, por la creciente desintegración de otras unidades sociales más tradicionales, como la familia y la comunidad.
Los cultos y sectas son manifestaciones iniciales de nuestra sed por la trascendencia y aspiración por un sentir de pertenencia. Cuando crecen y obtienen aceptación social devienen en religiones. Ahora bien, la posibilidad de fanatizarse con alto grado de genuflexión y estupidez conduce al fundamentalismo, al fanatismo religioso. El más conocido, el fundamentalismo islámico. Percibiéndose, en gran medida, como una amenaza potencial a los valores de la democracia y la civilización liberal occidental. Ello también se da en la política: una cosa son los simpatizantes de Rafael Trujillo y Donald Trump, en especial en sus inicios, y otra, sus fanáticos.
Los cultos y sectas atraen no sólo a los solitarios, los marginados, los inadaptados, a personas con una autoestima deteriorada o un sentimiento de inferioridad o insignificancia extraordinaria: la gente perfectamente “sana” también se contagia. Los cultos ofrecen significado, sentido y orientación que mucha gente le es difícil encontrar en las religiones establecidas, o crearlo por sí mismo. Ofrecen un refugio a la soledad, una ilusión de pertenecer a una comunidad, a una familia. En fin, una ilusión de comunión, de inmersión a una causa superior. Y luego está también la halagadora convicción de estar “en posesión de un secreto”, de ser uno de los elegidos, lo que supone un sentimiento de superioridad complaciente que intoxica.
La persona va sufriendo una merma sistemática de su propia individualidad, que será reemplazada por la identificación con el grupo, terminando con gran dependencia y subordinación al líder o elegido. A los rebeldes potenciales se los mantiene dóciles a través de una intimidación tanto explícita como sutil. En los cultos la dinámica interna se asienta en premisas básicas: la polaridad entre los elegidos, aquellos que se salvarán y el resto de la humanidad. En los cultos políticos, entre los patriotas que salvarán el país y los traidores a la patria. Y más recientemente, con una fuerte propaganda anti política, que hace a sus líderes los más profesionales de la política.
Comprenda el lector, la propaganda política es tan vieja como la política misma. Si la prostitución es la profesión más antigua del mundo, la del propagandista político debe ser la segunda.
Ambos, el trujillismo y el trumpismo califican como cultos a la personalidad. Trujillo y Trump son narcisistas, con delirios enfermizos de grandeza para esconder su pequeñez interior. Armaron su “plataforma política” para hacerle propaganda a su personalidad, promover valores antidemocráticos y permanecer en el poder. Como todos los cultos a la personalidad están centrado alrededor del líder. Estos solo reciben, demandan, exigen, esperando de los demás una lealtad incondicional y genuflexa. La capital dominicana, Santo Domingo, pasó a llamarse “Ciudad Trujillo”. Mientras que las provincias San Juan de la Maguana y Dajabón, fueron renombradas “Provincia Benefactor” y “Provincia Libertador”, respectivamente.
Característica común de Trump y Trujillo, además de su asedio a la prensa, el “bulling”, el abuso a hombres y mujeres, esta última como objeto de perversión sexual: la vulgaridad como forma de interacción con los demás y el machismo para esconder su propia debilidad. Así como, la criminalidad cotidiana: desde muy joven, ambos, crecieron, se desarrollaron y prosperaron mediante engaños, extorsión, violencia y actos delincuenciales. Trujillo fue un ladrón precoz de ganado. Cuenta la prensa norteamericana que Trump, antes de llegar a la Casa Blanca y juramentarse presidente en el 2016, había tenido unos 35 mil casos/litigios tanto en el ámbito civil, fiscal, comercial, laboral y por supuesto, criminal, en tribunales norteamericanos y extranjeros.
Este modelo de actuación también ha estado muy presente en la extrema izquierda. De hecho, el término “culto a la personalidad” había aparecido en los escritos de Carlos Mark en 1877, y fue acuñado por Nikita Jrushchov para referirse a Stalin, como sinónimo de veneración casi religiosa, en su famoso discurso del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en el 1956.
Es común que el extremismo ideológico busque sostenerse en los cultos políticos pseudorreligiosos. Un ejemplo clásico, en las instituciones públicas y las residencias privadas de nuestro país tenían que colocarse en sus entradas: “Dios y Trujillo” y “Aquí manda el jefe”.
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