Haití y la comunidad internacional: actuamos ahora o mañana será tarde
Haití no se ve igual desde Washington D.C. ni desde La Habana, ni como lo ven los pueblos fronterizos de República Dominicana o desde su capital, Santo Domingo.
Hay un dicho que dice que “cada uno mira el mundo desde el campanario de su pueblo”. Las percepciones difieren porque difieren nuestras experiencias y, en consecuencia, somos selectivos a partir de ellas. Tendemos a recoger evidencias que van a favor de nuestros puntos de vistas, y a rechazar o ignorar los datos que no se amoldan. De este modo incorporamos selectivamente información adicional desde nuestra perspectiva.
Haití no se ve igual desde Washington D.C. ni desde La Habana, ni como lo ven los pueblos fronterizos de República Dominicana o desde su capital, Santo Domingo. Nuestra historia, nuestras disidencias y coincidencias, así como nuestra capacidad de recoger evidencias directas nos hacen ver desde una aproximación cercana y a la vez intentando ver el bosque completo. Pero igualmente dentro de los EE. UU no lo ven igual. Algunos grupos verán selectivamente en base a su historia de exclusión y atropellos raciales, mientras otros radicados en Miami, lo verán en base a su historia de negación de sus libertades y la opresión de un régimen dictatorial.
Así lo demuestran desde distintas aproximaciones científicas las investigaciones de Humberto Maturana, Heinz von Foerster, Gregory Bateson, Francisco Varela, Thomas Kuhn, hasta el físico Werner Heisenberg. Lo que se afirma como tesis que el ser humano no puede conocer la realidad de un modo independiente a como él mismo es. Para construir este nuevo paradigma hay una convergencia interdisciplinaria que empieza a dar lugar a una nueva aproximación denominada “ciencias de la complejidad”, que procura una colaboración entre las ciencias “duras” y las ciencias sociales, afirmando con toda propiedad que los sistemas complejos, como los seres vivos, el cerebro, los sistemas sociales, no se agotan ni se abarcan desde una sola disciplina tradicional, sino que para su estudio se requiere del conocimiento, las técnicas y la cooperación de varias disciplinas.
Por eso, fue oportuno que la última reunión de la OEA fuera aprovechada para poner en primer plano la cooperación con Haití. Negociar y construir consensos tiene los retos antes indicados. Por eso entendemos que se avanzó en esta dirección. En este sentido, la comunidad internacional debe empezar a ver Haití desde una perspectiva holística, integral e interdisciplinaria. Para ello debe entender que la República Dominicana tiene una perspectiva muy cercana y concreta respecto al hermano pueblo haitiano. Las causas y consecuencias nos tocan de manera directa y con ello a toda la región.
La prioridad es el establecimiento del orden público. Recuperar las calles y el espacio público, bajo el dominio de pandillas fuertemente armadas. Igualmente vemos con optimismo el compromiso de controlar y evitar el tráfico de armas, reforzar la frontera y los puertos, junto a la asistencia a la policía haitiana.
Igualmente, la agenda de trabajo requiere la definición de una hoja de ruta y el establecimiento de responsabilidades concretas por países. Ha llegado la hora de asumir la responsabilidad de los organismos internacionales, superando los formalismos y las declaraciones sin práctica, frente a lo urgente. Como lo viene reclamando reiteradamente nuestro presidente y la cancillería.
La Organización de Estados Americanos debe tener un plan para sacar a Haití de la situación calamitosa en que se encuentra. En este sentido tenemos algunas interrogantes que queremos compartir
¿De qué forma la OEA va a contribuir con el restablecimiento de la ley y el orden en Haití?
¿Está definido el método de quitarle el control territorial a las bandas y el poder que ejercen sobre el Haití?
A la vez, ¿cómo se van a satisfacer las necesidades básicas de la población a corto plazo, y garantizar que las ayudas no queden en manos de terceros que se benefician y la comercializan?
A mediano plazo, ¿qué hará la OEA para comprometer a los haitianos con la producción, en lo que sea factible, de modo que ellos mismos puedan traer comida a la mesa y empiecen a dejar de depender de las donaciones y el contrabando para alimentarse precariamente?
¿Cómo se afrontarían los problemas básicos de salud pública? En esencia, ¿se pondrá en marcha un plan de trabajo serio, integral y bien consensuado de carácter multinacional para abordar la crisis coyuntural y de fondo o se continuará con la práctica de dejar esa pesada carga en las manos exclusiva de la República Dominicana?
El desarrollo humano, la transformación integral de una sociedad, la causa de la paz y la construcción de consensos no pueden avanzar con verdades a medias ni endilgando culpas a los vecinos. Es a la cooperación americana que le corresponde encabezar el acompañamiento internacional de Haití, en coordinación con la Organización de las Naciones Unidas.
La OEA debe aprovechar la crisis en el vecino país y convertirla en una oportunidad para ganar respeto y prestigio, su reciente iniciativa debe ser eficaz y asumida con carácter de urgencia, mañana será tarde.
Haití no se ve igual desde Washington D.C. ni desde La Habana, ni como lo ven los pueblos fronterizos de República Dominicana o desde su capital, Santo Domingo. Nuestra historia, nuestras disidencias y coincidencias, así como nuestra capacidad de recoger evidencias directas nos hacen ver desde una aproximación cercana y a la vez intentando ver el bosque completo.
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